urdazubi/urdax - A Rakel Garnica se le podría atribuir que, al contrario de “con un pan debajo del brazo” como en el viejo dicho, nació sentada sobre la silla y las bridas de un caballo en las manos, tal es su afición a la equitación y su cariño innato por el que siempre se ha denominado “noble bruto”. Así, reconoce que su inclinación por la hípica comenzó pronto, “desde que era un renacuajo. Yo me acuerdo que siempre pintaba indios y vaqueros con sus caballos”, lo mismo que por los horizontes abiertos de la naturaleza y por los antiguos usos y costumbres relacionados con el ganado caballar, de forma que mañana ayudará a recuperar en Urdazubi/Urdax la antigua tradición de Ahate Jokoa, la “caza del pato”, antaño muy popular.

Rakel nació en Iruña en 1978, estudió Formación Profesional en Baztan, en el desaparecido colegio San Martín, en Oronoz-Mugairi. Vivió en Elizondo y en Erratzu, trabajó en Dantxarinea y en Urdazubi-Urdax conoció a su marido, un urdazubiarra con el que vive en Gainekotxea, una casa situada en Arizkun que por su ubicación, administrativa y eclesiásticamente pertenece al Valle de Baztan. Reside junto al barrio Tellería, de Urdazubi/Urdax en el que sus habitantes, al igual que Rakel, se consideran urdazubiarras, ya que su día a día lo hacen en esta localidad. “Yo siempre he sido la diferente”, admite, “todas mis compañeras hacían administrativo o lo que sea, pero yo quise hacer la FP-1 en la rama Técnica Forestal y Agraria; entonces, ya de pequeñita, conocí esta zona y me enamore. Ya sabía lo que quería y lo que me gustaba, estudié la FP en Forestal y me volví a Villava, hice tres años de la FP-2, me saqué el título y bueno, era muy joven, tenía 17 años y me puse a trabajar en hostelería en Pamplona”, explica.

Y después su trayectoria vital vino rodada, como si estuviera escrita: “Pero, yo tenía en mente venir aquí, tenía el Baztan en la cabeza. Me fui a vivir a Elizondo y empecé una nueva vida en una comarca que me gustaba desde siempre. Después viví en Erratzu, ya iba acercándome a la frontera poco a poco, y como no quería volver a la dependencia y la garantía que te da una familia, sino buscarme la vida, independizarme, busqué trabajo por aquí”.

vivir en la muga Así llega a Urdazubi/Urdax, porque empezó a trabajar en la venta Zubiondoa, me compré un piso en Erratzu y después conocí a mi marido, Fernando, y ya es cuando vine a vivir a Gainekotxea. A Rakel le gusta la música, es deportista y amante de la naturaleza, y siguiendo su afición de siempre decidió adentrarse en el mundo del caballo y, por fin, hace unos años aprendió a montar y se compró un ejemplar.

“Mientras pude, fui a distintas hípicas a montar y era tal mi afición que mis amigas me prepararon una despedida de soltera a caballo, en mi boda nos casamos en un carruaje de caballos, en un detalle que me hicieron las amigas, porque ellas saben que me encantan”, reconoce. “Mi vida era una vocación, un instinto o algo así. Siempre he tenido y sentido ese vínculo”, afirma.

Como una cosa es soñar y otra llevarlo a la realidad, aprendió a montar en la hípica Ordoki Zalditegia, en Arizkun. “Sí, yo sabía montar, pero antes de dar el paso y comprarme por fin un caballo, quise hacerlo todo bien. Acostumbrarme a él, y que él se acostumbrara a mí. Era un caballo mayor, de hípica, y estuve aprendiendo con él hasta que me lo traje a casa”.

“En Ordoki perfeccioné la técnica de la equitación y el manejo correcto del caballo. Aprendí con ese caballo, pero ya no era muy vivo y que me pudiera enseñar más, pero sí el adecuado para perder el miedo, cuidar un caballo y esas cosas. Después ya me compré este otro caballo, Ilargi, que tiene tres años y ya me ha tirado unas quince veces, hasta el punto de que en algún momento estuve a punto de perder la ilusión porque nunca me había ocurrido tener que montar un caballo a medio domar y que me tirara tantas veces; creo que estamos aprendiendo juntos”, bromea Rakel.

‘ahate jokoa’ Sobre cómo se le ocurrió recuperar una antigua tradición, Garnica dijo que “al verme andar todas las semanas con Maider, otra chica con la que comparto esta pasión, me llamaron nuestros vecinos de Zugarramurdi, preocupados porque se estaba perdiendo el juego de Ahate Jokoa, que aún se mantiene allí. Un joven jinete que hace de capitán, Juan Luis, me pidió ayuda para recuperar esa tradición. Hasta hace unos años, la gente de Zugarramurdi andaba a caballo muchísimo, como mínimo todos los domingos, pero ya no hay tanta afición. Empezamos a entrenar y la verdad es que mi caballo funcionó muy bien, así que me animé a repetir”.

El juego trata de ir al galope y exige gran coordinación, porque si no puede caer al agarrar el trofeo y tirar de él, mientras el caballo sigue adelante. “Eso me dio un subidón, me sentí orgullosa, al año siguiente repetimos, salió genial y con éxito y decidimos volver a hacerlo aquí”, señala.

“Hablé con la gente y, cosa que yo no sabía, me contaron que también hubo esa tradición y mi vecino José Manuel Etxeberria, de Zelaiternea me animó a hacerlo pues al parecer, desapareció por el año 1980, y en esto estamos”, dice Rakel ilusionada. O sea que mañana la amazona de Urdazubi ayudará a recuperar un juego que estaba perdido.