Episodios municipales
Hay en el Valle de Baztan y muy en especial en Elizondo un conjunto de edificios de estilo muy particular, que despiertan la atención de los visitantes más deslumbrados por el encuentro que sus propios vecinos, tan habituados a su existencia. Son las conocidas como las “casas de los americanos” y casi nunca “de los indianos” como ocurre en Asturias o Cantabria y también más cerca, en Urdax donde encontramos varias y entre ellas una, Indianobaita, cuyo propio nombre ya da testimonio de su origen.
Prácticamente todas son el resultado de la gran oleada migratoria a raíz de la primera Guerra Carlista, cuando América se ve como el destino más aconsejable (obligatorio) de cientos de jóvenes que alarmó a las fuerzas vivas y obligó a la misma Iglesia a desaconsejarla y advertir contra ella los “tremendos peligros” que acechaban al otro lado del Atlántico. Vano empeño ante la necesidad imperiosa o el arrojo (y por qué no, de la ambición) de una juventud que ya no pertenecía a “la hora navarra del XVIII” y descartaba asentarse en la Corte de Madrid.
Todas estas casas responden en su mayor parte a un estilo eclecticista que se extiende desde la segunda mitad del XIX a principios del XX, y propone combinar elementos arquitectónicos diversos para dar lugar a algo nuevo. Este tipo de edificios “de americanos” los ha estudiado con profundo conocimiento y su infatigable capacidad creativa, el profesor de la Universidad de Navarra José Javier Azanza López en su trabajo Aproximación a la arquitectura de los americanos en Navarra, publicado en la revista Príncipe de Viana, por lo que huelga añadir nada que sólo sería atrevimiento.
Algunos de estos palacetes ocupan la actual calle Santiago, abierta a partir de 1845-50 como las llamadas Manuelenea datada en 1904 y construida por don Jaime Urrutia, el conocido benefactor de Elizondo, la Justoenea que de adolescentes decíamos “casa de los Chilenos” de la familia Arraztoa, la Paularena (Plazarena en su origen), las de Pedro Albaitero, Leku-Eder de los Perochena, la de Aldakotxea en Iñarbil de Erratzu, y volviendo a Elizondo, Martindenea de Braulio Iriarte, otro elizondarra generoso con su pueblo.
En común poseen verjas artísticamente forjadas, amplios jardines y casi en su totalidad, un elemento, los miradores acristalados que, y todavía no entiendo porqué, algún arquitecto ajeno al Valle de Baztan se empeñó en decir, con ocasión de una rehabilitación, que “no pertenecían a la arquitectura” baztandarra, cuando es evidente que, sino a la tradicional, es fiel representación de toda una época y parte muy valiosa de nuestra historia. A la borda, el caserío, la casa solariega o “de labranza”, las casas-torre palacio Cabo de Armería y a la casa “urbana” se unen estas “de americanos”, y otras más recientes (¿bastardas?) de las que se hablará otro día.
Un tal Sánchez. El anciano augur está en el santo suelo, quieto parado en la postura de Siddhasana que dicen en el yoga, tan tranquilo a lo suyo cuando olfateó un olor a fiambre, algo así como a chopped con aceitunas caducado seis meses al sol, cuando acierta a pasar un tal Sánchez, pantalón vaquero, camisa blanca remangada hasta casi los codos y sonrisa profidén de oreja a oreja, camino del cotolengo de Ferraz. Saludole el vidente: “Muy alegre os veo”. “Gané ayer”, respondió el tal Sánchez, “vuelvo a ser secretario general”. “Cuídate de los idus de Borrell”, advirtió el zahorí. “Ya he llegado”, contestó el tal Sánchez. “Pero no has pasado”, concluyó el adivino. El 14 de mayo de 1999, Josep Borrell, elegido secretario general del P(so)E con el voto de la militancia, presentaba su dimisión. Había ganado las primarias frente al aparatoso (de “aparato”) y gris Joaquín Almunia, el candidato del Felipe González. Al Borrell le duró la alegría 13 meses. Almunia, el hombre de González, heredó la cabeza y cosechó en 2000 el peor resultado del P(so)E hasta entonces con 125 escaños, y Aznar logró su mayoría absoluta de 183 diputados. O sea, que venía de antes.
soberanía navarra
“Los convenios son un engaño, el medio para hacernos olvidar la capacidad plena de autogobierno que tuvimos, presentándolos como el logro de una negociación entre iguales” (España y Navarra desde el siglo XIX: la imposición que encubren los “convenios”, Pedro Esarte Muniain, investigador de Elizondo y escritor de la contrahistoria oficial y “española” de Navarra).