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Cinco años de Revolvedera

La aprobación de la ordenanza municipal de cuartos les obligó a ponerle nombre a su cuadrilla. De sede en sede desde 2016, han acabado por convertirse en una peña volcada e imprescindible en la programación.

Cinco años de Revolvedera

Breve, pero intensa; como deben ser las buenas historias, las más divertidas. Y así ha sido la de La Revolvedera, que cumple cinco años sin perder ni una sola de las fiesteras y amables características de la cuadrilla original de chicos y chicas que en 2006, nada más abrir su cuarto de fiestas en Tejerías, se topó con la ley, en el mejor sentido de la palabra, y con la obligación de ponerle un nombre al grupo. Así lo establecía la nueva ordenanza municipal de cuartos, que fue el germen de la denominación La Revolvedera. En aquel nombre estaba empeñado Jesús Azcona y la cosa acabó calando no solo porque hacía honor a lo evidente, el acto de La Revoltosa (antiguamente llamada Revolvedera) sino porque muchas noches “acabábamos bailando alrededor de una antigua mesa de madera que teníamos en la bajera”, recuerdan los primeros socios.

Por aquel entonces, andaban todos entre los 18 y los 19 años, descubriendo la vida universitaria. Eran básicamente dos cuadrillas, de las que se mantuvieron, con el paso de los años, 15 ó 16 personas que fueron engrosando la futura peña hasta la casi treintena actual. Desde aquellos principios hasta su quinto cumpleaños, La Revolvedera no ha hecho otra cosa que consolidarse y crecer, ganándose su sitio en la Federación de Peñas, en el reconocimiento de la gente y en la respuesta de los tudelanos a los actos que organizan en fiestas y el resto del año.

mudanzas y progresión En 2006, La Revolvedera hizo su primera mudanza. Todavía no era una zona de marcha, pero ellos vieron potencial en el local de la calle La Bóveda (actual bar Burcon) que cumplía todos sus requisitos: estaba en el Casco Viejo, era pequeño y el alquiler, a pesar de los precios desorbitados de la época, parecía asumible. Allí tomó cuerpo el espíritu revoltoso, superando la dificultad de la distancia de los socios, diseminados por el mundo debido a sus estudios. “El 17 de abril de 2007, decidimos oficializar la asociación con la idea de darle una mayor seguridad jurídica y de organizar alguna actividad”, relatan, recordando las tres veces que el Gobierno de Navarra rechazó sus estatutos porque contenían errores. No en vano, ellos se lo guisaban y ellos se lo comían. El empeño dio su fruto y finalmente se les aceptó como asociación juvenil. Pero como la felicidad dura poco en la casa del pobre, en septiembre de 2009, se quedaron sin local. No se movieron mucho, apenas unos metros más arriba, en el número 15 de Mercadal, donde se pringaron de lo lindo pintando, sacando la piedra de las paredes...”. Hicimos un arreglo impresionante; nos instalamos allí en 2010”, rememoran.

Aquel lugar tuvo una importancia vital para el devenir de la peña. Lugar de paso habitual para los miembros de Andatu, fueron ellos los que les animaron a participar en la organización de la comida popular, junto con Moskera. Ese mismo año (2011), Topero también quiso contar con la savia joven de La Revolvedera para la degustación de pinchos de verdura que organiza la Federación de Sociedades Gastronómicas El Hortelano. “Andatu y Moskera han sido fundamentales a la hora de que despegáramos como peña, por su insistencia y apoyo”, reconocen, agradecidos.

Y la cosa no paró ahí. “El número de charangas para fiestas se había reducido drásticamente a solo tres, por lo que el Ayuntamiento se vio obligado a contratar una cuarta. El concejal de Festejos nos ofreció acompañar a dicha charanga pero nos dio ciertó vértigo, así que tan solo nos comprometimos a llevarla en el chupinazo y en el Pobre de Mí”, apuntan. Lejos de venirse abajo por el esfuerzo que supuso aquel gesto, en 2012 se embarcaron en lo que califican de “auténtica locura”. Volvieron a cambiar de sede (esta vez a la actual, en el antiguo restaurante del bar La Estrella), llevaron charanga los seis días de fiestas, cumplieron religiosamente con sus turnos de barra, organizaron al menos un acto por noche en la sede y, por si fuera poco, se lanzaron en tromba al mundo de los homenajes y los premios festivos. “Queríamos homenajear a alguien y pensamos en los jóvenes”, dicen. Así nació el Premio Quiosco de Oro, que se entrega cada 27 de julio y que en esta edición se otorgará al Coro de Griseras.

anécdotas Uno de los episodios más desternillantes de La Revolvedera es sin duda la primera entrega del Quiosco de Oro. Como cualquier decisión que se toma en la peña, la del diseño del premio contó con las opiniones y sugerencias de todos los socios. “Unos apostaban por meter el quiosco en un cuadro, otros en una piedra... El caso es que acabamos en Mármoles del Ebro, donde se portaron de maravilla porque prácticamente nos lo regalaron. Pero cuando lo fuimos a recoger aquello pesaba 13 kilos, era negro con letras doradas... Parecía una lápida. La presidenta no podía levantarlo para entregarlo”, rememoran. Los primeros en recibirlo fueron el Grupo Quetzal (2012) y luego llegaron las categorías inferiores del Club Ribera Navarra Fútbol Sala (2013), los jóvenes de Protección Civil (2014), la Escuela de Música y Conservatorio Fernando Remacha (en 2015, con una mención especial a los promotores de la comida popular, Andatu y Moskera, en su 10º aniversario) y el Grupo Municipal de Danzas (2016). Este año, además, mencionarán de forma especial al técnico de Juventud del Ayuntamiento de Tudela, Alberto Ruiz Moliner.

Como dato y ejemplo para las peñas veteranas, La Revolvedera ha estado presidida por más chicas que chicos. De forma completamente natural, comenzó en la tarea Eroni Garcés, recogió el testigo Javier Medina y luego, continuó Isa Marín. Actualmente, la presidenta Cristina Moreno lleva dos años en el cargo.

Con la música de fondo de Los artistas del Gremio, a los que la peña tudelana se empeñó en traer a la capital ribera y a los que ha convertido en imprescindibles, en La Revolvedera consideran que estos cinco años “son solo el prólogo de la historia de unos jóvenes que quisieron ser protagonistas de sus días y de sus fiestas, y que en vez de ver el encierro desde la barrera, decidieron correrlo, asumiendo el riesgo”. Si todo esto lo han hecho en cinco años, en otros cinco, para echarse a temblar.