Tudela - Aunque a veces su local pueda pasar desapercibido, la tienda de Comercio Justo Balún Canán de Tudela es uno de los inquilinos que ha sobrevivido al progresivo vaciado sufrido por el Mercado Municipal de Abastos, para el que hoy día se continúan buscando tratamientos de choque que le reanimen. En su particular rincón del recinto, se turnan las personas voluntarias que cubren los horarios de apertura y cuyo compromiso con la causa es capital por una sencilla razón: gran parte de lo recaudado va a parar a proyectos de carácter social, contribuyendo a unas relaciones comerciales más igualitarias y en las que no haya discriminaciones ni condiciones de desequilibrio.

En este 2018, la tienda está celebrando su vigésimo aniversario. Una efeméride en la que han tratado de mostrarse más a la ciudadanía de Tudela, en la que han encontrado ejemplos de clientela fiel a lo largo de estas dos décadas. Personas que aguardan puntualmente a la hora de apertura para recoger su café, amantes del chocolate, de determinados tipos de pasta y arroz... Los inicios del grupo de voluntarios de Comercio Justo en Tudela se remontan al año 1997, cuando, al abrigo de las llamadas comisiones 0,7, iniciaron una nueva manera de vender productos de consumo habitual, especialmente alimenticios, que garantizaran unas condiciones dignas para sus productores. “Quienes vienen lo hacen de manera fija, eso ha ayudado mucho a que hayamos aguantado tantos años”, señala Inma Pérez, voluntaria desde los primeros años de la tienda y testigo también de la andadura de Balún Canán en su antigua sede de la calle Rúa. Hace tan solo 7 años del traslado al Mercado Municipal de Abastos, a escasos metros de la zona más concurrida del corazón de la ciudad -plaza de los Fueros y sus arterias Gaztambide-Carrera y Yanguas y Miranda-. El cambio de localización supuso un impulso importante para el grupo, así como la apuesta decidida por dotar de un horario completo al estilo del resto de comercios al establecimiento, tal y como recuerda Toña Navarro, de 63 años, y una de las personas que estuvo prácticamente desde el origen. “Con el paso de los años fuimos aumentando el número de personas voluntarias y eso nos permitió abrir también por las mañanas. Y el ubicarnos en el mercado también a traído a clientela nueva aparte de la que es más habitual”, comenta Navarro.

Pero no solo de la venta vive Balún Canán. De hecho, sus voluntarias insisten a menudo en que vender no es la parte más importante de toda esa iniciativa, sino poder ayudar, aunque sea con cantidades modestas, a proyectos de cooperación. En la mayoría de ocasiones, los fondos recaudados a lo largo del año han ido a parar a países de África o América Latina, aunque las ONG que trabajan a nivel local en la propia capital ribera también se han beneficiado de su labor. “Desde mi punto de vista, siempre ha sido muy gratificante. Por conocer a gente, haber creado un grupo bonito entre nosotras y, por supuesto, por el componente solidario”, señala Navarro.

Al igual que Toña, Lucía Úcar es una de las veteranas en Balún Canán. Ella incide en que la formación y la difusión, sobre todo a centros escolares de la Ribera, ha sido clave para que la filosofía del comercio justo haya trascendido a lo largo de diferentes generaciones. También ha ayudado la organización de diferentes iniciativas más allá de su sede física. Con motivo del vigésimo aniversario, los vecinos de Tudela y visitantes de otros lugares han podido ver durante algunos días de octubre una exposición de productos de la tienda en los bajos del quiosco de la plaza de los Fueros, el auténtico cuarto de estar de la ciudad. “Esa muestra ayudó mucho a la visibilización y se notó después en la afluencia de gente en el local”, asegura Úcar. Las degustaciones, que se celebran periódicamente con los productos de la propia tienda como reclamo, también suelen atraer a personas que se zambullen en el ambiente que se crea en el mercado. Otro de los aspectos que corroboran que su mensaje va calando es el hecho de que, como recuerda Navarro, algunos bares cercanos a menudo se provean de sus cacaos , cafés u otro tipo de comestibles para servir o cocinar a sus parroquianos.

Aunque a ninguna de las pioneras se le pasara por la cabeza que Balún Canán -cuyo nombre es el término prehispánico con el que se conoce a la ciudad mexicana de Comitán y significa Lugar de las nueve estrellas- llegaría a cumplir dos décadas, ahora no tienen ninguna duda de que su labor solidaria podrá prolongarse. Hay relevo. Un ejemplo es Mª Pilar Calvo, de 61 años, que hace apenas dos meses acaba de incorporarse como voluntaria y se ha estrenado ya con los turnos de tienda. “Iba a tener más tiempo y tenía ganas de hacer un voluntariado. Mi hija venía mucho y conozco a muchas de las que forman el grupo”, señala.