La excelencia de un cicerone, amén de catequizar un lugar o hito patrimonial, es el haber participado en la iniciativa y manufactura del estudiar, buscar, motivar y recuperarlo. Es dejarse la piel con gusto y con la ilusión del maestro que encuentra la piedra filosofal del devenir de la vida cuando logra que sus alumnos se empapen con gusto de los valores de sus pueblos. Labor de Cicerón que tiene el truco de contar con la poción mágica de la sensibilidad por la cultura y el privilegiado don que es el estar enamorado de las raíces de la historia y de la vida y maneras de tierras y gentes propias. En el caso que nos ocupa, Oteiza, la antigua Oteiza de la Solana, cuenta con una cuadrilla de personas que reúnen tanto los valores antes dichos, que ni siquiera se han parado a identificarse con un nombre grupal. A saber, son Angelines Torrecilla López de Dicastillo, Isidro Dávila Fernández, Juan Cruz Iguzkiza Portillo, Carmen Arbiza Ayerra, Santos Torrecilla López de Dicastillo y Jesús Morentin Morea. Una auténtica Cuadrilla del Arte. Sexteo, al que seguro hay que añadir alguna pieza, y que, además, se entrevera con la Asociación Sociocultural El Raso, compuesta por muchas de las mujeres de la villa y que es capitaneada por Arantxa Asiáin. En el caso de Isidro, su categoría de mentor aumenta considerando que es natural de Altsasu, de donde llegó a Oteiza hace solo siete años, y que su ocupación hasta jubilarse fue la de lidiar con el ganado en los rasos y altos de Urbasa. A Ignacio Inda, otro de los componentes de esta Cuadrilla del Arte, fallecido este año, se le recuerda con emoción en un grabado junto a un aljibe.

Oteiza tiene una buena nómina de etapas para conseguir un vuelta completa alrededor de todos sus valores patrimoniales. Una jornada tendría como destino los restos hallados, incluso anteriores a Andelos, en Nemetourissa, en las proximidades de la ermita de San Tirso. Destaca la conocida como Presa del Diablo y dos miliarios de la época de Adriano. Otros trayectos nos llevarían a hitos procedentes de las advocaciones religiosas, como la mencionada y atrayente ermita de San Tirso, y las antiguas de Santa Bárbara y San Salvador; y la muy bien cuidada iglesia parroquial de San Miguel, donde destaca un crismón medieval procedente del despoblado de Baigorri, otro de los tesoros históricos del término municipal. De forma especial, debería conocerse la historia, leyenda y realidad tangible de la mítica balsa de Idoia y su ballena o su vallena, símbolo, ya logo inequívoco, de pertenencia a Oteiza. También es elogiable la recuperación e introducción de modos del carnaval, el Olentzero? Y, finalmente, de Oteiza hay que mencionar al eminentísimo Arcadio María Larraona Saralegui, natural de la villa y cuya casa de origen está señalada con una placa. El claretiano, que llegó a camarlengo meses antes de fallecer en 1973, fue un destacado jurista y profesor. Valga el contrastado dato de que dos de sus alumnos, ya canonizados (los papas Juan XXIII y Pablo VI), dejaron escritas preciosas citas sobre los méritos formadores y humanos de Larraona. Este siempre alabó la condición de ser de Oteiza y de Navarra. En una de sus emotivas citas pone ahínco en la nobleza de los navarros y los valores de San Francisco Javier. En una charla propuso: “Sed navarros de una pieza, libres, de pensamiento propio, el trasmitido por nuestros padres?”.

En cualquier caso, Oteiza y su Cuadrilla del Arte vallena... está colmada de valores. Méritos nutridos por la generosidad de los miembros de este grupo y de otros balleneros.

Medianeando diciembre, hace pocas fechas, la ruta tomada, que bien se hace en una jornada andando o en media en bicicleta, empieza enfrontilándose a la silueta de Montejurra. El destino: la ruta de los aljibes o arjibeles, que también está bien dicho, porque así se han mentado por estas tierras medias estellesas y navarras. El camino es neutralizado hasta la salida oficial en La Tejería, lugar con encanto. La antigua fábrica de tejas (s. XVIII) corona un glacis cuyo cono de deyección está aglomerado por la antigua materia prima cocida. Pisas... y oyes ardores de fogones y esfuerzo. Como ya es original y cívica costumbre en los hitos de Oteiza, La Tejería coloca y protege en uno de sus rincones un libro que documenta el sitio. En otros lugares la iniciativa llega a la condición de biblioteca. Es otra de las geniales inspiraciones de la Cuadrilla del Arte. En este caso el libro es Tejería y tejeros en Oteiza, que corresponde a otro valedor y estudioso de Oteiza: Miguel Aramendía Garzía.

DEPÓSITOS DE AGUA Antes de seguir el recorrido, reparamos en decir que los aljibes o arjibeles son depósitos de agua reducidos, constituidos por una balsa enterrada, cubierta por una techumbre en forma de cabina y cuyo acceso es a través de una pequeña puerta por la que se sacaba el agua. Son cavidades en la tierra que se arman y cierran con piedra seca, sin utilizar ni argamasas ni cemento alguno, que dotaban de agua a los hombres y a sus animales en el trabajo agrícola y rural.

La piedra seca tiene gran valor patrimonial y humano porque es una muestra de la manera en la que el hombre utiliza una técnica para cubrir sus necesidades con recursos de su entorno natural. Todos estos valores naturales y culturales son los que deben perdurar en el tiempo, los que deben ser transmitidos a los niños, los que permiten conservar estas construcciones tan ligadas a la evolución del hombre y los que potencian una mentalidad ecológica a partir de estrategias de educación ambiental basadas en las construcciones y modos de cada localidad. Todo eso y más lo avala la Cuadrilla del Arte de Oteiza, que ha tenido la enorme satisfacción de que este trabajo de recuperación y el propio valor del trabajo de la piedra seca se haya reconocido por la Unesco. El arte de la piedra en seco ha sido declarado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Declaración realizada el pasado 28 de noviembre de 2018 en la última cumbre de la Unesco celebrada en Port Louis (República de Mauricio). Esta candidatura propuesta por varios países mediterráneos fue promovida desde España por los gobiernos de Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Cataluña, Extremadura, Galicia y Valencia. Esperamos que el Gobierno de Navarra tome nota y se incorpore a la apuesta de preservar y recuperar esta manifestación patrimonial y artística tan bella e importante.

La ruta de los aljibes en la que estábamos tiene alguna cuesta, pero es asumible a pie o en BTT; consta de 19 km y está perfectamente señalizada con postes en blanco y verde.

Por este orden, encontraremos los aljibes: El primero es Zamaca; el 2º, Paseo de la Ballena; el 3º, Mendiguibel; el 4º, El Escobal; el 5º, Lauzola; el 6º, San Tirso; y el 7º, Udiberria. El 8º, San Bartolo, está fuera de la ruta. Se disponen irregularmente de forma ovalada, circular o rectangular y con una superficie en altura que varía entre los 18 y los 32 metros cuadrados. Disponen de estrechos accesos con escalones. Suelen tener anejos, como ocurre en algún caso en Oteiza, una cabaña también construida con piedra seca para refugio de las inclemencias del tiempo y como guarda de aparejos de labranza.

Siguiendo con el recorrido, Isidro Dávila guía en cabeza al pequeño pelotón, compartido con Maite, Fermín, Manuel y Clara, de aljibe en aljibe. Los ocho de Oteiza datan de entre 1850 y 1950. Su construcción y mantenimiento se realizó siempre en auzolan. Y también en auzolan, promovido por la Cuadrilla del Arte, otros voluntarios y el apoyo de algunas herramientas y vehículos del ayuntamiento, se han restaurado. Para su localización fue muy importante la información aportada por las personas más mayores de Oteiza, que otrora trajinaron vida y trabajo en el campo.

Algún aljibe, como el de Mendiguibel acumula estos días una buena cantidad de agua. El de Lauzola añade, además, el que está en un maravilloso entorno: suave atalaya desde la que se goza de una sinfonía mate, en tonos verdes y ocres, que imanta la mente y provoca el abaniquear con colores pura vida las piernas hacia San Tirso.

Un placer, Oteiza. Y una sincera y merecida enhorabuena para esa Cuadrilla del Arte... que ya tiene nombre.