pamplona - Casi no se habían colocado las vallas del recorrido y las primeras familias ya comenzaban a acercarse a las inmediaciones de la calle Abejeras, punto de partida de la cabalgata de este nuevo 2019. Los Magos de Oriente, que llegaron a Pamplona a lomos de dos dromedarios y un camello, se daban los últimos retoques en el colegio Santa Catalina, mientras una multitud de mayores, jóvenes y, sobre todo, niños y niñas aguardaban en la calle a la comitiva real -que este año ha sido la más multitudinaria de la historia de la capital navarra, con la participación de 1.063 personas-.

La espera se hizo larga. Los nervios y la ilusión eran las armas de los más pequeños para hacer frente al frío y al viento, que también estuvieron presentes en la noche de ayer. “Si no hace frío, la Cabalgata no se vive igual”, trataba de animar un padre a su hijo pequeño, que se escondía entre la ropa soportando como podía los 4 grados que marcaba el termómetro. Llegaron las seis y media y el recorrido ya estaba a rebosar por una marea de pamploneses que no se querían perder una de las citas más hechizantes del año.

Allí, cada uno trataba de matar el tiempo como podía. Unos jugaban al pilla-pilla, otros aprovechaban para merendar y hubo quienes se llevaron sillas y mesas plegables para hacer más llevadera la espera, que también fue amenizada por el grupo de baile Breaking Ice.

Los minutos avanzaban y la ilusión se iba entremezclando con los nervios de ver cuanto antes a Melchor, Gaspar y Baltasar, y al resto de las 29 unidades que conformaron la cabalgata. Quienes habían sido más precoces no se despegaban ni un milímetro de las vallas del recorrido para evitar que otros les arrebataran su posición privilegiada para ver el espectáculo y para recoger la matero cantidad posible de los 2.500 kilos de caramelos que se repartieron ayer por todo el recorrido. Madres y padres se iban mentalizando poco a poco de que sus cervicales iban a tener que soportar el peso de sus vástagos.

la comitiva Siete en punto. Dos cohetes anunciaron el comienzo de la cabalgata y el júbilo estalló. Los mozos y mozas que portaban los estandartes se iban abriendo paso entre una gran multitud. Les seguían los buzones reales, que recibieron cartas de los niños más remolones que apuraron hasta última hora para pedir los regalos a los Reyes Magos.

Tras ellos, la primera carroza, la de los carteros reales, guiaba a Pesao, Willy y Romeo, el camello y los dromedarios de Sus Majestades que fueron los primeros en transportar regalos. La muchedumbre los aclamaba mientras ponían rumbo a la plaza de los Fueros y la avenida Zaragoza, para dirigirse -a través de varias calles de Pamplona- hasta el colegio Vázquez de Mella donde finalizó la comitiva a las nueve de la noche. En total, los magos venidos de Oriente recorrieron 2.149 metros de la ciudad, algo menos que en la edición anterior de 2018, cuando realizaron 26 metros menos.

Las carrozas y los pajes iban avanzando entre una lluvia de caramelos que hacía las delicias de los más pequeños y también de los que no lo eran tanto. “¡Melchor, Gaspar, Baltasar!”, gritaban pamploneses y pamploneses, en un ambiente en el que se respiraba la magia típica del 5 de enero. Sin embargo, la calle enmudeció cuando el decimoctavo pelotón hizo presencia. Los ya míticos abanderados dejaron atónito a más de uno, y eso que los italianos son unos fijos de las cabalgatas de Pamplona. Fueron como un espejismo de tranquilidad, porque en cuanto desaparecían del recorrido los nervios volvían a flor de piel.

sus majestades Alrededor de media hora después de diese comienzo la Cabalgata, la Caballería, Escuadras, y Bandas Reales de los Magos de Oriente anunciaban su llegada a la capital navarra. Los padres ya se resentían de las cervicales y algún niño ya tenía el moco colgando, pero el esfuerzo era innegociable.

A lomos de una tortuga gigante, Melchor fue el primer monarca en aparecer en escena. Puede que fuese el favorito de muchos o que simplemente el hecho de ser el primero hizo que la ilusión se desbordase por todas las esquinas. Tras él, su compañero de viaje de pelo castaño, Gaspar, saludaba montado en su cisne a la calle y también a los balcones, desde donde muchas familias tuvieron la suerte de seguir la comitiva en un puesto privilegiado.

El último Rey, y no por ello menos aclamado, fue Baltasar. Pese a la insistencia de las niñas y los niños, el mago no pudo bajarse de su gran tigre a saludar a pie de calle, por motivos de seguridad.

La Cabalgata llegó a su fin a las nueve de la noche en el colegio Vázquez de Mella, donde colgaron sus capas para, un año más, recorrer las casas de Pamplona, de Navarra y de todo el mundo repartiendo regalos y felicidad.

Rey Melchor. El Rey Melchor fue el encargado de abrir la Cabalgata, su figura recordaba ligeramente a la de Jesús Barrenechea, tesorero de la Asociación Cabalgata de Reyes Magos.

Rey Gaspar. Segundo en la comitiva, tras las barbas castañas del Rey Gaspar se intuían unos ojos similares a los de Txema Lacunza, gerente de la Ópera de Cámara de Navarra, y tío de la concursante navarra de ‘OT’.

81% de mujeres. El 81% de las personas que participaron en la cabalgata, por parte de la Asociación, fueron mujeres. En total, tomaron parte 1.063 personas.

la cifra

375

Fueron las personas que compusieron el cortejo que arropó a los Reyes Magos durante el recorrido, que tuvo en total 2.149 metros, 26 menos que en la edición de 2018.