Hola personas, buen domingo a todos. ¿Habéis hecho la tarea?, ¿habéis visto los muros?, ¿los habéis sentido, ciclópeos, mastodónticos, en medio de la ciudad? Luego hablamos de eso, antes vamos a terminar nuestro particular camino de ronda que aun no hemos acabado la guardia y como nos vea el sargento nos va a empurar.

Habíamos llegado al número 2 de Paulino Caballero, de ahí la muralla iba en línea con la actual calle para llegar a la pared de los redentoristas, en ese punto la mole hacía 90 grados enfilando hacia la calle Estella. Más o menos a mitad de este lienzo se encontraba el portal de San Nicolás.

Siendo esta la entrada natural de la ciudad por el camino del sur, el viajero que llegaba a Pamplona procedente de Tudela, de Madrid, o de Barcelona, entraba por la “carretera” y al llegar a la avenida de San Ignacio, a la altura de la esquina con Gª Ximénez, encontraba un puente que le ayudaba a salvar un foso y a acceder al revellín de San Nicolás, atravesado éste hasta la mitad y torciendo 90 grados a la izquierda, el camino discurría por otro puente mayor que salvaba otro foso y que desembocaba en el portal que daba acceso a la ciudad. Las barandillas que lo flanqueaban y sus muretes los podemos ver hoy en día en la zona de bares de Juan de Labrit, donde el Kabiya, están sobre un resto de la muralla que no se derribó.

El portal estaba a la altura del monumento al santo soldado de Loyola y el muro continuaba recto hasta el final del primer tercio de la calle Estella, en ese punto hacía ángulo a la izquierda para adentrarse en la manzana dentro de la cual volvía a hacer ángulo a la derecha hasta la esquina de Gª Ximenez con Sancho el Mayor, esquina donde tanta gente celebro su boda en el Restaurante Bidasoa, y de ahí iba a conectar, por detrás del edificio de la CAMP, con el baluarte de San Antón y en ese punto cerraba el circuito defensivo. Nuestra guardia ha terminado.

Debemos mentar también otro importante elemento que así mismo sucumbió a picos y palas: el revellín de Tejería. Estaba justo en los terrenos que hoy ocupa el ruedo de la plaza de toros, uno de sus laterales marcaría su diámetro perfectamente quedando su vértice hacia los escolapios.

Hasta aquí pasado y presente de nuestras murallas, ahora vienen las dudas. He empezado preguntándoos si habíais visto estos días las enormes paredes de piedra en medio de Pamplona. ¿Os imagináis que no las hubiesen derribado?

Veamos. En primer lugar, quien me haya leído sabrá que soy conservacionista en grado sumo, también lo soy en el ámbito personal, muy malo tiene que ser algo para que yo lo tire, y siempre he pensado que fue una pena la demolición de las murallas y que su conservación nos hubiesen puesto en cabeza de las ciudades amuralladas del mundo, vale, pero? ¿a qué precio? Luego lo vemos, antes hagamos un ejercicio de empatía con los ediles de la época. Estos señores venían de unos años en los que lo que más se anhelaba en Pamplona era la expansión, crecer sin verse sometidos siempre a la voluntad castrense. Durante años se dieron de morros con la pared del Ministerio de la Guerra que negaba contumazmente cualquier cambio en la defensa de la plaza. Como ya sabéis, con el decreto de 22 de agosto de 1888 se empezó a abrir la manu militari y su colofón tuvo lugar el 25 de septiembre de 1915 con el derribo de la primera piedra. Pero esa piedra no fue la primera, para entonces las murallas ya estaban mutiladas. El primer ensanche se cobró dos baluartes, San Antón y Victoria, y dos revellines, Santa Teresa y Santa Lucía, éste ahora reconstruido; y los portales que la clausuraban fueron derribados en 1905 y 1906 para que pudiesen pasar diligencias y vehículos de más tamaño que aquellos que entraban por sus angostos umbrales y, por lo tanto, perdieron la capacidad de cerrar la ciudad de noche, circunstancia ésta muy celebrada por la población pamplonesa, sobre todo por la noctámbula. De los seis portales que había solo quedó intacto el de Francia, ¿imagináis todas las entradas al centro de Pamplona de ese tamaño? Imposible.

Los sesudos alcaldes de la época quizá no barruntaban el desarrollo bestial que Pamplona iba a tener a lo largo del S. XX, pero algo preveían y sabían positivamente que sus murallas serían muy históricas pero eran un lastre importante. Mantenerlas suponía tener dos Pamplonas de dos velocidades, dos mundos difíciles de unificar con semejante valladar omnipresente.

Tengamos en cuenta que las murallas no eran solo las altas paredes coronadas de troneras sino que por delante de ellas había que sumar los fosos y los glacis. Pensad, por ejemplo, en la distancia que hay entre el muro del baluarte de Santa María, el central de la Ciudadela, y la calzada de la Vuelta del Castillo, ahora trasladadla a la esquina del derribado baluarte de la Reina en Carlos III 13-15, y veréis que llegaría casi a Merindades, el II ensanche empezaría en Baja Navarra, este hubiese sido el precio de la conservación, lo que hoy es el centro sería un enorme espacio amurallado, inaccesible, probablemente anclado en el tiempo, con el mundo, en definitiva, extramuros. Solo tendría seis estrechas e inoperantes entradas. Imaginadlas en hora punta.

Por otro lado, hoy en día tenemos unas murallas cuidadas, limpias y restauradas pero hasta hace cuatro días las murallas y sus alrededores eran zonas abandonadas a su suerte, ciudad silvestre para disfrute de críos, albergue de enamorados y retrete de apresurados, el deterioro era considerable, las paredes estaban llenas de maleza que con sus raíces dañaba los sillares sacando alguno de su sitio, no se gastaba un duro en su mantenimiento, nadie las cuidaba, ¿recordáis un camping en el foso del baluarte bajo de Guadalupe?, no hace tanto de ello. Fue hace una década más o menos cuando el ministerio de cultura y el ayuntamiento remataron la faena y hoy sí son lugar mimado y querido por todos.

Ahí dejo las dudas, yo creo que ellos lo hicieron bien, incluso que demasiado hicieron derribando solo lo necesario.

De ahora en adelante pensad que donde se abren puertas, calles, casas y vida podía haber una fría y pétrea pared limitándonos muchos de los movimientos urbanos que realizamos a diario.

Me dice un lector que no ve claro en el primer artículo el recorrido de la desaparecida muralla. En mi página de Facebook podéis ver unas fotos y unos croquis aclaratorios.

No puedo acabar sin citar dos importantes fuentes en las que he me he apoyado para escribir estos dos artículos. Una ha sido “Evolución de las fortificaciones”, Victor Etxarri, en Muraria, 2005, y otra “Pamplona plaza fuerte“, Esther Elizalde, Ayto. de Pamplona , 2012.

Y hasta aquí llegaron las murallas, como no tiene remedio lo mejor es pensar que bien están las cosas como están. Y a lo mejor? aunque lo tuviese.

Que tengáis una semana insuperable.

Besos pa’ tos.

Facebook : Patricio Martínez de Udobro

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