otoño de 2015. Aranzadi convoca a EH Bildu, Podemos, IE, Equo, Geroa Bai, y a activistas sociales, a varias reuniones de trabajo abiertas a toda la ciudadanía. Se trataba de constituir una única lista para las elecciones generales al Congreso. Geroa Bai manifestó que no estaba interesada. IE participó, sin llegar a comprometerse, y fue la segunda fuerza en descolgarse. Podemos permaneció algo más, aunque siempre a medio gas, y acabó yéndose poco después. EH Bildu y Equo aguantaron hasta que aquello descarriló.

No pudo ser. Se priorizaron intereses partidistas, aunque luego, para compensar, los aparatos pactaron una candidatura unitaria al Senado. Reparto de puestos a puerta cerrada, acuerdos por arriba y consultas plebiscitarias a las militancias. Las cuatro fuerzas sacaron 160.000 votos al Congreso, yendo por separado, y 97.000 al Senado como Aldaketa, yendo conjuntamente. Se perdieron 63.000 papeletas. La iniciativa quedó por detrás de UPN/PP. Fue tal la debacle que el acuerdo se deshizo para las elecciones de junio de 2016.

Aquellas elecciones de 2015 fueron un ejemplo de manual de lo peor de la vieja política: pacto entre cúpulas, sin participación, horizontalidad o transparencia. Se perdió una oportunidad histórica para construir un bloque alternativo, plural y hegemónico.

Han pasado tres años y medio, y algunos partidos quieren volver a tropezar con la misma piedra. Parece que esta vez tampoco va a haber acuerdo, ni para las elecciones generales, ni en el Parlamento de Navarra. ¿Y en el Ayuntamiento de Iruñea? Geroa Bai y EH Bildu presentaron sus candidatos en otoño, y Aranzadi lleva 13 meses intentando generar un espacio de confluencia con Podemos, IE y Equo.

Públicamente, IU ha sido coherente desde 2018. Marisa de Simón y Miguel Nuin declararon que eran partidarios de concurrir solo con Batzarre. Ni siquiera han consultado a la militancia. Batzarre dijo buscar el entendimiento con Podemos y, más tarde, tras anunciar su acuerdo con IU, zanjó la cuestión porque, a su juicio, no se daban las condiciones. Por su parte, Podemos ha oscilado entre el silencio y el deseo de concurrir en solitario para, en los últimos dos meses, apostar tímidamente por el acuerdo.

Aranzadi ha invitado al resto de fuerzas, hasta en seis ocasiones, a construir un proceso de confluencia ciudadana, que desborde las lógicas de partido, asambleario y donde se decida de abajo a arriba. Su punto de partida ha sido un censo conjunto, primarias abiertas y un código ético compartido. Un proyecto político radicalmente democrático y que apueste por otro reparto de la riqueza.

Pero, ¿cómo han ido las conversaciones? IE no se sumó a ningún debate vinculante hasta tener atado su acuerdo interno, cosa que ocurrió en octubre. A partir de entonces, sólo hubo un debate acerca de la fórmula legal. Podemos e IE defendieron la coalición de partidos. Aranzadi y Equo apostaron por la agrupación electoral, para incorporar a sectores ajenos a los partidos. Hubo aproximaciones y encuentros, dejando la puerta abierta a otras fórmulas, siempre que se garantizara que no se construía una coalición de partidos al uso, con sus lógicas de aparatos e intercambio de cromos. Anteponiendo la transparencia, la democracia y los intereses de la mayoría social a los de uno u otro partido. Sin explicaciones, IE y Podemos se levantaron de la mesa, y hasta hoy.

En Pamplona, somos muchas las personas que creemos imprescindible sostener la movilización que llevó el cambio a los ayuntamientos en 2015. Pero, si queremos volver a convocar a los sectores hastiados de la vieja política, necesitamos ilusión y participación. Y esto es bastante difícil con operaciones de confluencia controladas por las direcciones de los partidos, y con una estrategia basada en el miedo a la derecha, que solo apela a quienes ya estaban movilizados antes del 15M. No funcionó contra Trump, ni contra Bolsonaro, ni en Andalucía, y es improbable que vaya a funcionar aquí.

No renunciemos a la confluencia. Hay poco tiempo, pero mucho por ganar.

(*) Militantes de Aranzadi y Equo