pamplona - En sus 81 años de vida, Enrique Paternáin Izagirre afirma que no ha visto una cosa igual. “Es algo que no se conocía, por lo menos aquí en Huarte, y dudo que haya pasado en otros sitios”. En uno de los veinte manzanos que pueblan su huerta junto a otros árboles frutales, una manzana ha brotado pero no en las ramas, sino en el tronco, a escasos centímetros del suelo. “Se lo he contado a poca gente, sobre todo a los de la familia, que han alucinado”, expresa.

Los más de 18.000 m2 que tiene su terreno, la huerta de Ezpeleta, en Huarte han sido trabajados por su familia desde inicios del siglo pasado. “Mi padre lo llevó cuando yo era pequeño junto a un hermano, y luego me hice cargo yo, que soy el sexto de siete hermanos”, añade. Enrique ha pasado casi la totalidad de sus 81 años entre las frutas y verduras que crecen en esta tierra junto al río Arga. “Con cinco años venía a arrimar el hombro, entonces no había quien se escapara”, bromea, plasmando las necesidades de una población navarra recién salida de la Guerra Civil. A los ocho años, cuenta orgulloso, se encargaba él solo “del puesto de verduras en la plaza vieja de Huarte”. La huerta fue un medio de vida para su familia durante muchos años, hasta que Enrique Paternáin comenzó a ganarse la vida en otro sector, el de la mecánica. “Desde 1969 al 2000 montamos el Taller San Juan, hasta que ya entonces lo dejé”, sostiene.

Hoy la huerta de Ezpeleta ha cambiado, como las de su alrededor, y su función es más para el abastecimiento de casa y no para la venta. En sus miles de metros ahora cultivan más de una decena de personas, amigos y allegados de Paternáin. Una de sus parcelas la lleva su sobrino Íñigo, guardián junto a Enrique de la tradición agrícola en este rincón bañado por el Arga.