pamplona/iruña - Embajadores de buenas costumbres, cuando Patxi Altuna y Rufino Iribarren tuvieron que abandonar su tierra, su Navarra natal, se llevaron con ellos mucho más que un carácter afable y muchas ganas de trabajar. Coincidieron ambos en Canadá, en esos clubes que sirven de reunión para los migrantes del mismo país, a modo de Euskal Etxea, y tras haber compartido tapete y hamarrekos ambos se abrigan ahora la cabeza con un par de txapelas como vencedores este año del Campeonato de mus de colectividades vascas, en el que participaron hasta 15 parejas de diferentes nacionalidades (Venezuela, Perú, México, Francia, Estados Unidos, Chile o Bélgica, entre otras). Euskaldunes repartidos por el mundo que han conseguido hacer universal ese juego que, dicen, viene de la palabra muxu porque precisamente el beso es una de sus señas más significativas.

Y es que es un deporte que no entiende de fronteras, puede que sólo de unión. La cita se ha desarrollado esta pasada semana en Baiona, en el hotel Loreak, con los franceses como anfitriones de una jornada que sirve más “para juntarse y reunirse, para reencontrarse con familiares y amigos” que para jugar a cartas, tal y como revelaba ayer Juanjo Cobos, delegado navarro y juez árbitro durante el campeonato, que se juega a cuatro reyes y cuatro ases, “para mantener su esencia”.

Iribarren, natural de Casa Lopeandia en Abaurrea Baja (Valle de Aezkoa), tiene 82 años y desde que dejó su hogar, en los años 50-60, ha trabajado “en todo lo que podía”, como pastor, jardinero, carnicero... Casado con una mexicana, su hija Itziar le acompañó en el campeonato y aseguraba ayer que le sirvió “de inspiración. Ella cada vez que viene también se enamora de esta tierra, y a mí siempre me pasa que cuando llego y veo el letrero de Navarra, el de Abaurrea Baja, me da un vuelco el corazón”, decía ayer.

Es la segunda vez que Iribarren y Altuna se llevan la txapela, ya hicieron lo propio en San Francisco hace dos años. “Y eso que en Toronto no solemos jugar juntos, pero nos entendemos muy bien. Hay química, pasamos alguna seña pero casi siempre sabemos el mus. Y no dejamos al contrario que coja buenas cartas”, decía ayer el navarro, casi con acento mexicano, afincado en Canadá.

La clave, confesaba, está “en el saber, porque aunque hace falta suerte, no lo es todo”. Emocionado, reconocía que haber ganado “es un orgullo, también regresar a mi tierra y volver a juntarme con la gente, con mis amigos y familiares”.

Un reencuentro La cita congregó a unas 80 personas, la mitad de ellas jugadores, que estuvieron acompañados de su entorno más cercano. “Es un reencuentro, viene mucha gente de la diáspora que vuelve a reunirse en citas como ésta, y al haber sido este año en Baiona se acercaron muchos vecinos de Baztan y de Pamplona; fue emotivo”, señalaba Cobos. La de esta pasada semana fue la 42 edición y la del año que viene tocará en Uruguay, del 24 al 30 de octubre de 2020.

Aunque la txapela fue para los navarros que acudieron en representación de Canadá -la de Iribarren viajará con su hija hasta México, pero el pañuelo y el trofeo se quedan en Lopeandia, en recuerdo a la casa donde nació, tal y como aseguraba su familia-, representaron a Navarra en la prueba Tino Iribarren y Jaione Otxandorena, como ganadores del año pasado, y Dani Zunzarren y Javier Apesteguía, que consiguieron el segundo puesto en el campeonato. El tercero fue para Euskadi. Este fin de semana se disputará en Orkoien el campeonato navarro, con 80 parejas apuntadas. - D.N.