ara disfrutar del patrimonio cultural, difícil será encontrar algo peor que ser ciego. El británico John Berger (1926-2017), escritor, pintor y crítico de arte, nos enseñó a ver el arte con otros ojos. Un ver cuyo origen está en la existencia de una luz que ilumina. Los rayos del sol nos aportan luz y energía y permiten que en nuestro medio elaboremos símbolos, cocinemos teorías filosóficas y espirituales, y nos emocionemos. En la arquitectura, especialmente, la luz es esencial y se convierte en la amante perfecta del patrimonio cultural.

En la Mezquita/Catedral de Córdoba se encierra una trama temporal de más de trece siglos en la que cada nave, cada columna, cada arco, cada clave y cada trazo de color suman innumerables pinceladas de sentimientos y creencias. Luz madre de mil simetrías imposibles. Esa misma luz es la que también da vida a las sombras. Y más aún: la luz está dotada del mágico poder del tiempo, aquél que matiza y cambia, incluso que hace aparecer y desaparecer a espacios y fábricas, por muy colosales que estas sean.

En los altos orientales de Pamplona se puede sentir esta luz con el añadido del reflejo y las transparencias del agua, y el tuneo de la iluminación artificial. Todo un espectáculo que se brinda en los Depósitos de Agua de Mendillorri. Ahí la paleta permite el paseíllo de una terna al completo de oro viejo enmarcando trajes pasteles verdosos, azules, plomos y cazuelos. Luces que consiguen que los fornidos arcos y pilastras tengan el don único de reproducirse y levitar al mismo tiempo.

El broche lo pone la tecnología, haciendo flotar sobre el agua el perfil de algunos de los importantes hitos patrimoniales de la capital navarra. Se trata de un auténtico espectáculo gratuito y al alcance de todos los pamploneses y visitantes gracias a las estupendas programaciones educativas y divulgadoras que ofrece la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona. Este recinto de Mendillorri, con su Casa de las Aguas, su parque y sus paseos naturalísticos puede visitarse todos los días de 10.00 a 17.30. Y los sábados y domingos y festivos de 10.00 a 14.00. También, de la mano de estupendos y comprometidos guías, se puede visitar a las 12.00 y 13.00 horas.

Los centenarios Depósitos de Mendillorri (1888-1895) dominan la Cuenca de Pamplona. Y son un surtidor ininterrumpido de agua potable. Poco a poco, pasaron de ser un col de subida en bici o de bajada en trineo sobre la nieve de chavalería a uno de los espacios más acogedores, tranquilos e inpiradores de la conurbación urbana.

Hace 14 años (2006) el espacio circundante a los depósitos fue definitivamente acondicionado como paseo accesible. Además se crearon tres miradores panorámicos, un área de juegos, varios espacios de jardinería sostenible y compostaje. El entorno vegetal, abundante, variado y rico, quedó también señalizado con todas especies botánicas reseñadas. Es una asignatura pendiente para muchos ciudadanos.

Estos depósitos se edificaron como alternativa a posibles averías en los sistema proveedores de agua de Arteta. Su constructor fue el arquitecto municipal Blas Iranzo, que se inspiró en el modelo de los depósitos de Jerez. Planeó un edificio de 56,80 por 59,50 m dividido por un muro con talud en dos compartimentos de 52,20 por 28,30 m. Los muros exteriores cuentan con un fuerte espesor de 2,50 m de base y 2 m al nivel de agua. El depósito queda cerrado por bóvedas de ladrillo, recubiertas de hormigón hidráulico y cal para evitar filtraciones pluviales.

Esta bellísima construcción es bastante hermética por mor de su función: pero por su obligada ventilación se cuela, ¡cómo no!, la reina del universo: la luz. Se trata de un festival visual el que nos regala esta pequeña mezquita navarra, joya arquitectónica que se remoja hasta la cintura en un oasis de fantasía.