osarito anda con pena porque este año hay mucho gorrión y picaraza, pero las golondrinas no han hecho nido en su casa "y no las tengo cerca. Otros años ponían un montón, igual 8 o 9". Le encantan. "Cuando veo que vienen, a últimos de abril, me entra una ilusión tremenda. Y cuando se van digo, 'ya vamos por el camino del mal tiempo". María Rosario Urtasun Iriarte, a sus 73 años la mujer más veterana de Osacáin, pasa el verano "con mis flores, mis animalicos, que tengo palomas y gallinas, y con mis nietos y mis hijas, que vienen todos los días que si cena, que si comida... así es mi vida".

A escasos 14 kilómetros de Pamplona, sobre una loma con acceso desde la N-121, este concejo de Oláibar poblado por medio centenar de habitantes se debate entre la esencia de pueblo y el aire urbano fruto de los nuevos tiempos y la conexión con la ciudad. "Ahora se ven los campos de hierba, pero antes había mucho trigo, habas, cebada, y se cosechaba todo con segadora, trilladora, con todas esas cosas de antes. La vida era ganadera y agrícola, y el pueblo ha cambiado muchísimo. Se han hecho muchísimas viviendas nuevas, se han arreglado muchas cosas...", añade Urtasun. Criada en el vecino pueblo de Zandio, después de un paseo de domingo con su marido para probar un coche nuevo "aquí nos quedamos. Vinimos un 24 de enero de hace 53 años. Más frío imposible", recuerda.

Doce años después llegó a Osacáin Emelina Ciaurriz Dean, que ahora tiene 72. Eran de capital, pero "mi marido tenía muy claro que quería vivir en el campo, le encantaba todo lo que fuera naturaleza. A mí me daba un poco igual, pero gracias a Dios me adapto bastante bien". Compraron un terreno un poco alejado del pueblo en el que "no había ni camino para llegar, y con bastante imaginación nos hicimos una casa". Se casaron el 3 de julio de 1979 y esa noche durmieron en Osacáin. "La vida en el pueblo ha sido y sigue siendo tranquila. Sigue sin haber nada, ni un bar ni una tienda para comprar nada. Pero estamos muy cerca de Pamplona. Aunque la distancia es corta, dependes totalmente del coche", comenta Emelina. Y confiesa que "hemos sido muy felices y hemos estado aquí muy a gusto". Lo siguen siendo: "Tenemos mucho terreno y hay mucho trabajo. Cada vez somos mayores y lo hacemos con más dificultad, pero te entretiene una barbaridad. En invierno la leña, en verano la hierba, las flores, un poquico de huerta... estás muy entretenida", asegura.

Para Amelina, lo mejor del pueblo es "la naturaleza, la tranquilidad, vivir al aire libre... aquí hemos vivido sin ningún miedo, incluso con la puerta abierta". Lo peor, que con los nuevos tiempos "el tema de internet falla, y por ejemplo en mi casa no hay cobertura para el móvil. Y luego el agua. Siempre hemos tenido agua de manantial, un agua muy rica de tomar. Y claro, siempre está el miedo de que nos vaya faltando, porque va viniendo más gente y hoy en día la mentalidad de ahorro de agua no se tiene. Siempre te queda la cosa esa de que nos va a faltar, pero por ahora nos defendemos".

Miguel Ángel Cobo ha pasado 45 de sus 56 años de vida de en Osacáin. "Cuando vinimos aquí no había más que tres o cuatro vecinos. Y luego ya empezó a venir alguna familia, un chalet que hicieron allá abajo... se ha ido haciendo urbano y ha ido creciendo". Cuando era chaval "no había tanta historia como ahora, que si ordenador y esas historias. Pero lo imprescindible lo tenías". Vivían de los "cerdos, ovejas, alguna cabra que tuvimos después, conejos, gallinas... con la leña en el monte hacías lotes, sembrabas cereal, cebada, avena... y luego hacías las hieras... esa era la vida del pueblo".

Por último, Oier Pérez tiene 14 años y vive todo el año en el pueblo, aunque estudia en Villava y allí tiene sus amigos. "Estamos un poco lejos, porque mis padres tienen que descansar cuando vienen de trabajar, y están todo el día subiendo y bajando por mí o por mi hermana, que también tiene cuadrilla en Villava". En verano le toca hacer leña y "también solemos tirar con la carabina a las latas, o hacemos barbacoas con la familia". Y ha agradecido pasar la cuarentena en el pueblo "que por lo menos puedes salir al jardín... Y en un piso sin balcón no podríamos tomar el aire". A este respecto, Amelina considera que ahora, desde el confinamiento se ha despertado "más que nunca" interés por la vida de pueblo. "A la gente le ha dado por buscar sitios fuera de la ciudad".

Miguel Ángel echa de menos la camaradería de otros tiempos. "Aquí lo que se hacía era segar y trillar, y un vecino se ayudaba a otro. Y era todo del concejo; la segadora, la trilladora, el tractor de goma, el de orugas, el molino, la motosierra, remolques...". Sin embargo, opina que ahora "cada uno se mete en su casa y muchas veces parecemos extraños. Claro que antes estábamos todos a lo mismo, y era diferente. Ahora que si uno es relojero, el otro charcutero... y cada uno a lo suyo. Se ha perdido el encanto de lo que era pueblo pueblo. Sigue siendo pueblo, pero no como antes", comenta. "Somos pocos, pero aquí en el día a día cada uno hace su vida. Es normal. Unos trabajan, otro nos quedamos aquí pero estamos como aislados en nuestra casa...", reconoce Amelina. "Yo vivo allá abajo, en extramuros, y entonces no me entero de nada", dice por su parte Rosario.

En el calendario de Osacáin hay tres fechas marcadas en las que se siguen juntando. Las hogueras de San Juan, las fiestas grandes el primer domingo de septiembre y el patrón San Martín en noviembre. Y confían en que "nos arreglemos entre todos, que vivamos todos bien y que haya armonía", finaliza Rosario.

"El futuro es que la gente consuma de aquí y que tenga amor y arraigo por lo suyo"

Vecino y quesero de Osacáin

"En verano solemos tirar con la carabina a las latas y hacer barbacoas"

Vecino de Osacáin

"La vida antes era ganadera y agrícola, y el pueblo ha cambiado muchísimo"

Vecina de Osacáin

"El pueblo se ha ido haciendo urbano. Se ha perdido el encanto de lo que era "

Vecino de Osacáin

"En invierno la leña y en verano con la hierba, las flores, la huerta... te entretienes"

Vecina de Osacáin