- “Durante el confinamiento salía todos los días al monte y me sentía un privilegiado”, confiesa Roberto Urrutia, pastor que sacaba a pastar a su rebaño de ovejas latxa cara negra por los campos de Artaiz, a las faldas de la emblemática Peña Izaga. Roberto también utiliza la leche de sus ovejas para elaborar queso de pastor artesanal que vende en su obrador de la Txantrea, Quesería Txantrea Gaztandegia, en la plaza Santa Teresa. El obrador volvió a abrir el sábado.

Este año no está vendiendo casi producto porque “los pequeños productores no vendemos en supermercados, lo hacemos en ferias artesanales y no hay ninguna organizada”, explica. Roberto asegura que la ausencia de ferias es un “golpe muy duro” para sus economías porque “en una buena mañana puedo llegar a vender hasta 50 kilos”, comenta.

Por eso, pide a las asociaciones, colectivos y pequeños ayuntamientos que vuelvan a organizar las ferias artesanales: “Se puede hacer perfectamente. Los puestos separados, distancia de seguridad, mascarilla y gel desinfectante”. Además, recuerda que las ferias son al aire libre mientras que los supermercados son espacios cerrados.

Según Roberto, “las instituciones se han centrado en que no hubiera ningún problema de distribución en los supermercados, pero se han olvidado de los pequeños productores”, critica. También opina que a pesar de que las instituciones digan que “se está venga a ayudar al sector primario, no es así porque esas ayudas nunca se quedan en los pequeños productores. Van a las grandes industrias agroalimentarias porque les conviene un modelo de agricultura intensivo, algo que choca con los que producimos en pequeñas cantidades”.

A falta de ferias, Roberto indica que una alternativa puede ser acudir a los mercadillos, que volvieron a las calles con la llegada de la nueva normalidad. “Puede ser una buena opción, pero en algunos, como el de Landaben, es muy difícil conseguir un puesto porque hay una licitación pública con unas condiciones que un pequeño productor no puede cumplir”.

Roberto forma parte de la asociación Artzai Gazta, de la que también son miembros otros 107 pastores repartidos por Hego Euskal Herria.

La asociación se ha autoimpuesto unos condicionantes para ofrecer unos quesos artesanos de calidad: el pastor debe producir con la leche de sus ovejas, las razas tienen que ser locales, los piensos no transgénicos, que a lo largo del año el rebaño esté un mínimo de ocho meses de pastoreo y que el 60% de la alimentación sea de forrajes y hierbas del propio pastor.

Con todos esos condicionantes Roberto elabora queso de oveja con 60 días de curación. Este año se ha abierto a otros tipos de queso: con hongo beltza y flores de queso azul y con trufa. Además, desvela que tienen unos quesos en una cueva como “experimento” porque “si todos los pastores hacemos lo mismo es muy triste y aburrido”.

Roberto tiene su rebaño de ovejas desde octubre de 2014, pero la relación de los Urrutia con el oficio de pastor se remonta cien años atrás. El abuelo de Roberto, Manuel Urrutia, se fue a Estados Unidos a comienzos del siglo XX: “Le tocó buscarse la vida y fue pastor en California y Nevada durante diez años”, cuenta.

Manuel “hizo dinero” y compró un rebaño de cabras en Puente La Reina, donde nacieron sus ocho hijos e hijas, entre ellos el padre de Roberto, Gregorio. “A los siete años mi padre ya acompañaba a mi abuelo con las cabras al Señorío de Sarría. En el pueblo les conocían como los cabreros”, recuerda.

En los años 60, Gregorio emigró a París. “Entre otros muchos oficios, trabajó de pintor y en una imprenta”, explica. Estuvo 18 años en la capital francesa hasta que un día decidió volver a Pamplona, donde “retomó ese oficio que había aprendido desde su más tierna infancia, el de pastor”. Gregorio buscó un corral en la ciudad y arrendó unos pastos.

En 1977 nació Roberto. “En mis primeros recuerdos aparecen las ovejas. Les daba de beber, de comer y limpiaba el corral”, expresa. Estuvo de voluntario en Guatemala y México con comunidades indígenas y en 2014 realizó el sueño de su vida: tener su rebaño de ovejas, “esas que me vieron dar mis primeros pasos y de las que tenía grabado el olor en mi memoria”, señala emocionado.

“Hace cien años a mi abuelo le tocó buscarse la vida y se fue a California y Nevada a ejercer el oficio de pastor”

Pastor y quesero