Negocio familiar y cocina tradicional. Gorrín, cordero, un buen guiso, y raciones abundantes. De esos locales de restauración apenas quedan muchos abiertos. Los más conocidos han ido cerrando al paso que se han ido abierto en los últimos años franquicias y pequeños restaurantes de comida internacional. Carmen y su hermano Javier Lizoain son la segunda generación de una empresa que montó Vicente, su padre, en 1968 en el kilómetro 11 de la N-121. Cerraron durante la pandemia, periodo que han aprovechado para hacer un lavado de cara al restaurante y han reabierto sus puertas esta misma semana. Con muchas reservas y comuniones de por medio. Y manteniendo una posición estratégica a medio camino entre la Comarca de Pamplona y la montaña.Reapertura por otro lado cargada de novedades ya que el pasado viernes conocían el anuncio de Obras Públicas del Gobierno foral para retomar el proyecto de la nueva variante que sorteará el núcleo urbano, con dos carriles para cada sentido de la circulación. Sin duda una buena noticia para los vecinos de este pueblo de unos 80 habitantes, que ven prosperar un ansiado proyecto que el Ayuntamiento de Olaibar y el concejo de Olave venían pidiendo desde 2008, y que también fue objeto de alegaciones ante el proyecto de reforma de la carretera Pamplona-Irún que presentó el Gobierno foral. “Ha sido muy bien recibido por la peligrosidad que entraña la carretera nacional”, subraya Carmen. “Tenía muy poco sentido hacer un 2+1 en una carretera con tanto volumen de tráfico, y dejar dos embudos en Olave y Arraitz. Estos pueblos suponen un tapón en la carretera general”, remarca. La carretera ha sido un arma de doble filo. Les dado de comer por ser un local de paso, a pie de carretera, y un lugar visible pero a la vez “te merece mucho respeto por el tráfico”.

Sacar adelante el negocio a lo largo de estos años no ha sido tarea fácil. “Hemos trabajado mucho pero también hemos tenido mucha suerte porque hemos contado con el apoyo de la familia, de muchos amigos y del entorno, además de mi pareja. De no ser así seguramente no hubiéramos seguido al pie del cañón. Este trabajo requiere de mucha implicación personal y de los tuyos, es muy sacrificado, y termina siendo un forma de vida. No se alcanza a hacerlo todo. Hay que echarle muchas horas porque los costes han subido y el margen de beneficio ha bajado”, admite Carmen que recuerda cómo su padre, nacido en Olave, emigró a Canadá junto a un hermano para trabajar en el monte. “No tenía tierras ni casa cuando salió del pueblo, trabajaba en el campo y decidió buscar mejor suerte. Al regresar pudo comprarse un terrenico, no depender de nadie, y en esa parcela es donde construyó su casa y montó el mesón”, relata. Productos de proveedores navarros y de calidad, y platos caseros es lo que distingue al Mesón Olave, que ha trabajado siempre con un público muy familiar. “Intentamos que la gente se vaya contenta. Y es cierto que la cocina tradicional es lo que menos te cansa”, asevera.

Ahora con la covid tratan de no bajar la guardia. “Es complicado pero la gente que trabaja con nosotros está muy concienciada. Además, somos como una familia”, subraya. En el local trabajan entre cinco y diez personas dependiendo de la carga de trabajo. “Es un trabajo muy irregular, hay día que coges encargos a las dos y cuarto de la tarde. Y muchos días te plantas a las 12 y no sabes cómo va a ser, y de repente se mueve.. Hay de todo, gente que viene de Pamplona, de alguno de los valles de la montaña que atraviesa la N-121...”, señala. “La gente sale de otra manera. Antes, hace 20 años, se salía menos pero se buscaba un sitio para comer bien y estar en familia o con amigos. Ahora se sale más, se come mucho fuera de casa y no se selecciona tanto”, explica. Sin embargo la pandemia parece haber cambiado las costumbres, y las comuniones o encuentros ahora son -como antes-, momentos especiales.

“Hemos trabajado mucho pero con mucho apoyo del entorno”

Mesón Olave