- Hay clásicos que no pueden faltar. Una menestra, macarrones, paella, chipirones, pimientos rellenos o albóndigas. En función de la época del año abundan las ensaladas o los platos de calor y cuchara. El pollo asado es sin discusión la estrella del menú, siempre se cuela alguna sorpresa -este lunes, por ejemplo, un hojaldre relleno de pollo con espárragos trigueros- y en Navidad los hornos se emplean a fondo con gorrines y corderos. En todos los casos la premisa es la misma y se resume con una idea que da nombre al local: Cocinamos para ti. Comida casera para llevar, elaborada exclusivamente con aceite de oliva y con servicio a domicilio, que ha cumplido diez años de vida en el número 12 de la plaza Berria de Ansoáin. Pandemia incluida.

Entre semana, para celebraciones y eventos o domingos en los que no apetecen esfuerzos "se trata de ofrecer un producto de aquí y que la gente pueda comer todos los días. Al cliente lo que le gusta es que le facilitemos las cosas", dice Elixabete Gracenea Irigoien. Tiene 37 años y conoce bien el negocio porque ha estado ahí desde el inicio, cuando era solo un proyecto y en el local no había ni pucheros. "La cuestión es que tú siempre te puedes comer una hamburguesa, una pizza, etc. Pero a nosotros nos llamaba la comida casera; unas alubias, una menestra, un ajoarriero. No dejan de ser platos típicos". Y asegura que "si te mantienes diez años es porque la gente está contenta. Todo ha sido el boca a boca, eso te dice gusta lo que cocinas", explica.

Elixabete comenzó como empleada, luego como socia y desde hace cinco años es la única jefa del negocio. "Me dieron la opción y me lancé". Natural de Narbarte, siempre le ha gustado la cocina y siempre quiso orientar su camino laboral en esa dirección: "Mi madre es una gran cocinera y a mi padre también le encantaba. Es lo que he visto en casa. Yo creo que en la zona del norte, y a mí personalmente, nos gusta comer. Esto nos gusta, pues vamos a tirar por aquí", dice.

Puestos a destacar, habla de "un negocio muy familiar, y el trato también es muy familiar". Y como anécdota se acuerda del abrazo que le dio una mujer mayor que pasaba todas las vísperas de reyes en la cocina, pendiente del cordero mientras su familia iba a la cabalgata. Hasta que el año pasado se lo encargó a ella y pudo "irse a la cabalgata por primera vez con su nieto, que ya tenía 16 años".

Son tiempos difíciles, especialmente para el currela de a pie y la pequeña empresa. "Los primeros días de la pandemia fueron demoledores. A nosotros, al preparar comida, nos decían que éramos un servicio esencial. Pero como nadie teníamos nada claro, la gente pensaba que estábamos cerrados. Y pasamos de tener eventos, comidas... a no vender nada". La clientela fija siguen siendo "personas mayores a las que les llevamos la comida a casa". Por lo demás, como fuente de ingresos "estamos dirigidos al ocio. La gente cuenta con nosotros si se juntan 20 en la peña. O para eventos grandes y los lunch de fiestas de los pueblos. Y claro, todo eso se ha quedado a cero", reconoce.

Les ha tocado reinventarse. Buscar nuevos mercados y llamar a la puerta de camioneros o trabajadores de la construcción para sobrevivir. "Ha sido cambiar el chip. Los negocios pequeños son los que más sufrimos, pero tengo la suerte de que los trabajadores se han portado muy bien. Y llegamos a un acuerdo de reducir las jornadas y entre todos tirar hacia adelante". De momento, no se marca plazos. "Estamos manteniéndonos. Desde las primeras semanas de confinamiento ya dije, 'día a día, vamos a ir haciendo cálculos y ya está'. Lo importante es poder mantenernos, y mientras no debamos nada a nadie podemos tirar. Esperemos superar esto y que la cosa vaya evolucionando. Creo que este invierno va a ser muy duro, pero con el esfuerzo de todos vamos a poder seguir".