- Si hay algún lugar en donde los muertos descansan en paz, ése tiene que ser Aintzioa. Este pequeño pueblo del valle de Erro donde apenas residen 20 habitantes respira tranquilidad por sus cuatro costados. Casi tocando el cielo -es el segundo pueblo más alto de toda Navarra (1.008 metros de altitud)-, el canto de los pájaros y las campanas de la iglesia de San Esteban es lo único que perturba el silencio de su pequeño cementerio. En él, ubicado contiguo a la iglesia, apenas yacen 17 tumbas, y 8 de ellas, no han sido utilizadas hace décadas .

La llegada del día de Todos los Santos no va a alterar mucho la vida de los habitantes de Aintzioa. Apenas unas pocas familias que viven fuera y que sólo acuden en estos días, ya habían dejado esta semana algún ramo de flores en la tumba de sus familiares, pero los del lugar, lo han hecho entre ayer y hoy. Sin prisas. Porque en Aintzioa no hace falta hacer cola para entrar al cementerio, no hay aglomeraciones ni largas esperas. El coronavirus no ha subido hasta aquí arriba y, de momento, todos los vecinos están sanos. "La pena que me da es que ahora no podamos ni abrir la sociedad. Echo de menos las comidas que hacíamos, jugar las partidas de cartas o tomar el vermú los domingos con los del pueblo de al lado", confiesa uno de los vecinos, Alfredo Iturri.

De la vida social no, pero por suerte, de la naturaleza sí que pueden seguir disfrutando sus vecinos. Y es que el cementerio de Aintzioa puede presumir de ser uno de los cementerios con las mejores vistas de toda la provincia. "En días despejados, desde aquí se ven muchos montes: San Donato, las Malloas, los Picos de Urbión€Son unas vistas muy bonitas", asegura Alfredo.

La disposición de las tumbas, el estilo de las lápidas o los epitafios no tienen nada de peculiar comparado con cualquier otro cementerio de un pueblo. Con un vistazo rápido se percibe el paso del tiempo, ya que hay lápidas desde al menos el año 1918 hasta la actualidad.

Pero si por algo tiene valor el cementerio de Aintzioa es por las estelas discoideas de piedra que aquí permanecían. Sólo se conservan nueve de ellas, que actualmente se encuentran custodiadas a la espera de investigarlas para estudio y de poder exponerlas en un lugar seguro, libres de malas condiciones climatológicas y posibles hurtos, como ya hubo en su día. "Había unas lápidas muy bonitas de piedra, unas 6 o 8. Y el cura de aquí se las llevó hace tiempo. Los monaguillos, que entonces tendrían ocho años, cuentan que el cura les pidió una caballería y que estuvieron ayudando a cargarlas. Hasta hoy, no sabemos adónde se las llevó", asegura. También destaca a la entrada del camposanto un pequeño panteón de piedra, el único del cementerio. "Es de una familia que vive en el pueblo y me imagino que lo habría comprado alguno venido de América. Aquí, en Aintzioa, han sido muchos los emigrantes que se fueron a Argentina y otros lugares", afirma este vecino.

Aunque los últimos fallecidos hayan sido enterrados o incinerados en el cementerio nuevo, que se construyó a las afueras en medio de una polémica, para los antxotarras éste es su cementerio, el que está contiguo a la iglesia. Y, mientras se pueda, aquí es donde vienen a honrar y a traer flores a sus difuntos. Porque es aquí donde se refleja la vida que en su día hubo en el pueblo. "Aquí llegó a haber hasta 22 familias, todas con más de seis hijos, y alguna con trece. Entonces sí había vida. Ahora somos pocos, pero estoy contento porque veo que se van quedando familias a vivir y porque mis nietos vienen a gusto", concluye.

"Aquí llegó a haber hasta veintidós familias, todas con más de seis hijos"

Habitante de Aintzioa