ola personas, ¿qué tal vamos?, ¿os han salido ya las branquias y las aletas?, pues no las descuidéis que como esto siga así os harán falta.

Yo esta semana para sumar agua al agua me he dado un paseo por una zona de la ciudad netamente fluvial, he estado en San Jorge. Resulta que hacía tiempo que quería meter la nariz en ese popular barrio para ver y contaros las diferencias entre el San Jorge que nació a finales de los 60 fruto de la necesidad de albergar una creciente población obrera y emigrante que acudía al reclamo de un gran desarrollo y una pujante industrialización y el nuevo San Jorge construido con los parámetros de urbanismo y calidad con que hoy se construye. Poco tiene que ver el uno con el otro.

En tiempos la zona apenas estaba habitada, unas casas de hortelanos con sus propietarios, alguna pequeña industria con sus viviendas como las que se encontraban en el pasaje Lapoya, las peculiares casas de Gridilla, algún edificio de vecinos en la calle del Muelle y en la avenida de San Jorge y la consiguiente población ferroviaria, que toda instalación de este tipo traía aparejada, eran todos los habitantes de esta zona antes de su gran crecimiento en la década del desarrollo.

Veámoslo hoy. El miércoles al mediodía llegué a San Jorge en coche porque iba a hacer un recado, concretamente a visitar a la responsable de su biblioteca para que tengan mi libro en sus anaqueles y los usuarios puedan llevarlo en préstamo y leerlo. Como me equivoqué en la hora de apertura del servicio en cuestión decidí darme un paseo por allá. Empecé mi andadura por la calle Dr. Canalejo, salí a su paralela Dr.Huder y de ahí por Dr. Gortari llegué a la avenida de San Jorge en donde entré en una tienda de ropa que hay junto al Eroski a comprarme un gorro con el que protegerme del pelete que hacía. Una vez con las ideas calientes el paseo se me hizo más llevadero, por Dr. Labayen, el de la clínica San Francisco Javier, salí a Dr. Juaristi, el de la clínica San Miguel y llegué al último de los doctores antes del río el Dr. Salvá, éste no tenía clínica. En esta calle se encuentra la Sociedad de pescadores deportivos Río Arga, castizo lugar en donde una vez los amigotes nos dimos un gran homenaje organizado por mi amigo A. S. L., que era gran aficionado al sedal, la cucharilla y el corcho. Por esta vía he llegado a Sanducela y he girado a mi derecha y he mirado y fotografiado, quizá por última vez, las llamadas casas de Gridilla con su peculiar organización en una suerte de pasillos externos que recuerdan a una corrala en donde sus vecinos, según cuentan, vivieron felices formando una gran familia. Hoy en día cerradas y tapiadas, inquilinas del corredor de la muerte, esperan a que llegue su verdugo.

Tras este mirar al pasado me he dirigido a disfrutar del espectáculo que ofrecía el río al caer por la presa del molino de Biurdana. La última vez que lo vi era verano y el estiaje hacia de las suyas en el caudal dejándolo manso, en esta ocasión las lluvias caídas estos días daban la otra cara de la moneda y el río bajaba bravo, vivo, ruidoso, temible, no me pude resistir a acercarme lo máximo posible a la orilla para tomar unas fotos a pie de espuma, patos y palomas poblaban la zona y generosos levantaban el vuelo cuando yo llegaba para darme unas buenas imágenes que llevarme puestas. He seguido el río contracorriente dejando a mi izquierda unos edificios que nada tienen que ver con los que he atravesado en la primera parte de mi paseo, la calle de la santa cascantina Vicenta María López de Vicuña, la del Dr. Anselmo Goñi, la del histórico Miguel Servet o la plaza de Juana de Orcoyen obedecen a parámetros constructivos y urbanísticos que distan mucho de los que se aplicaban en los años 60, este nuevo San Jorge es un barrio cómodo, humano, luminoso y mimetizado con su entorno. Es otra cosa. Una pasarela peatonal me ha invitado a cruzar el Arga y plantarme en el nuevo parque de Trinitaros cosa que he aceptado gustoso para, atravesando este extenso y cuidado parque, llegar al puente románico de Santa Engracia y por él adentrarme en terrenos de la Rochapea. He vuelto a Cuatrovientos y cruzando la calzada me dirigía hacia la estación del Norte por detrás del Instituto cuando una nave abierta me ha llamado la atención, era Trastolandia, había de todo lo que podáis imaginar y tenía aspecto de estar todo a la venta, adentro un joven se afanaba en desmontar una bicicleta y movía las caderas a ritmo bachata. Me he acercado a él y al preguntarle si aquello era un rastro me ha dicho que no que aquello era€el mejor rastro del mundo, Claudio me ha dicho que se llamaba y era simpático y sonriente. Puedo fisgar, he preguntado, estás en tu casa maestro, me ha dicho y me he perdido entre vallas, estanterías, compresores, carretillas, sillas de terraza, máquinas cortafiambres, bidones de plástico, cocinas de leña, focos de luz, máquinas de escribir y todos los etcéteras que queráis poner. Una locura.

He salido y he llegado a la estación del Norte, al pasar por su puerta no me he podido resistir a entrar y perder unos minutos en el andén para recordar tantos y tantos momentos allí vividos, para irme, para llegar, para recibir o para ser recibido, para despedir o para ser despedido.

He salido de la estación y he tomado la calle del Muelle, calle que antiguamente estaba llena de casas modestas y negras de negro hollín ferroviario y hoy está llena de chalecitos apareados auténtico paraíso del enanito de jardín. Al acabar los chalets, he llegado a un bar que no deja dudas de cuál es la afición de sus parroquianos ya que se llama La Musería. En un gran ventanal tiene cuatro enormes naipes que forman una jugada de mus que me dejó patidifuso. Vamos a ver, si tienes un bar que se supone templo del mus y decoras su ventana con una supuesta buena mano de tan regio juego digo yo que habrás de poner una mano que lleve por lo menos unas treintayunas y una pareja de reyes de manera que puedas pelear a grande, a pares y a juego que es lo suyo ¿no?, pues bien estos de la Musería tienen una mano que da pena, una jugada que suma 29 con pareja de caballos, un cinco y un cuatro. ¡Amos no me jodas!, sin grande, con unos pares peché, sin juego, con un punto que no es vencedor y sin chica, o sea una jugada que es una mierda. Señores puestos a soñar soñemos a lo grande.

Bueno ya llegué a mi coche, tomé mi libro, visité la biblioteca y parece que les gustó la cosa así qué€ vecinos de San Jorge si queréis leerme sin gastar un pavo id y pedidlo.

Besos pa' tos.