¡Que no crean que les voy a romper!, insiste medio en broma Inaxio Perurena Zubitur (Leitza, 1984). Y es que este harrijasotzaile, una de las tres personas que ha conseguido traspasar la barrera de los 300 kilogramos, este otoño ha iniciado una nueva andadura como quiromasajista. Asimismo, incide en que estos masajes no son solo para deportistas, relación que se da más aún en euskera por kirola. No obstante, apunta que no hay mayor deporte que estar haciendo ocho horas lo mismo, a menudo con posiciones forzadas. "Vienen deportistas pero también peluqueras, gente que trabaja en la construcción o en la fábrica€ Viene de todo", observa.

En relación a esta nueva profesión, Inaxio Perurena cuenta que el mundo de masaje le ha gustado siempre, desde que comenzó a los 14 años a levantar piedras en las plazas. "He pasado por muchos masajistas, sobre todo cuando tienes dolores y ves que te ayuda. Vas descubriendo los nombres de los músculos y lo que representa cada uno", observa. Pero no fue hasta 2012, cuando una protusión lumbar en un disco le obligó a suspender demostraciones y se lo pensó en serio. "Me di cuenta de que una lesión gorda me podía retirar. Además, de la piedra no te jubilas", apunta. A su otro trabajo, en el cebadero de terneros que tiene la familia, tampoco le ve un futuro muy halagüeño. "El tema de la ganadería no pinta nada bien para las explotaciones pequeñas. Cada vez viene más carne de fuera en camión frigorífico. El futuro son explotaciones muy pero que muy grandes", abunda.

Así, comenzó a formarse y el pasado año obtuvo el título de quiromasajista en San Sebastián. "Ahora estoy haciendo otro curso. La formación es continua", destaca. Si bien confiesa que en su etapa de estudiante "no era bueno", señala que no le ha costado aprenderse los nombres de los músculos además de su origen, inserción y movimiento de cada uno. "Cuando te gusta algo te cuesta menos", apunta.

Desde el principio, a modo de prueba, daba masajes a deportistas de herri kirolak para descargar la musculatura. "Me decían que notaban la diferencia y que cuando se levantaban de la camilla les parecía que pesaban menos. Que te digan eso los compañeros es un subidón", confiesa el de Leitza.

A principios de marzo, unos días antes de que se declarase el estado de alarma por la covid-19, firmaba el contrato para hacerse con la antigua pescadería que había en Artxikonea, un caserón en la rotonda de Leitza, muy cerca de la carnicería familiar. Debajo de los azulejos había piedra que Inaxio Perurena ha querido sacar a la luz en homenaje a esa parte de su vida que quiere compaginar mientras pueda. "Al ser autónomo, puedo adaptar la agenda", observa.

La piedra y la madera de roble rompen la blancura del centro de masajes, un espacio en el que ha cuidado hasta el más mínimo detalle. Y es que Inaxio Perurena ha incorporado todo lo que a él le gusta encontrar a la hora de recibir un masaje, desde sábanas que no se rompen al darse la vuelta en la camilla, aceites ecológicos o una ducha en la misma cabina para aquellas personas que lo deseen. "Pueden ducharse y vestirse tranquilamente porque yo voy a la otra cabina", observa. Asimismo, cuenta con un sistema para renovar el aire. "Aunque no es obligatorio, en la situación actual es muy aconsejable", observa.

Inaxio Perurena incide en que un masaje no tiene por qué ser doloroso. "Para llegar a las fibras internas hay que apretar pero primero hay que calentar el músculo movilizando la piel. Cuando coge color entonces cambias de herramienta y comienzas con los nudillos, siempre preguntando hasta dónde", explica. "Las personas que más miedo tenían -pensaban si éste me va destrozar-, son las que más han repetido", señala orgulloso. "Es cuestión de maña y la fuerza puede ser un plus", añade.

Otra parte importante de su trabajo tiene que ver con la psicología. "Hay personas a las que les gusta hablar pero otras prefieren el silencio. Cada persona es un mundo", apunta. Asimismo, señala que cada persona tiene su umbral de dolor. "Igual un deportista, con un poco que aprietes, se queja mientras te sorprendes con lo que puede aguantar una chica de 16 años, delgada, que a priori podía parecer que no".

Aunque ha comenzado en esta nueva profesión en unos tiempos complicados, Inaxio Perurena se muestra contento y más teniendo en cuenta que este año no ha hecho demostraciones con la piedra. "La temporada empieza en mayo y se alarga hasta septiembre-octubre. Pensamos que igual se podía hacer alguna pero nada", lamenta. Poco a poco, está haciendo clientela. "Estamos en una zona en la que mucha gente trabaja en la construcción y en el monte, a menudo con molestias en las lumbares. A quienes trabajan en la fábrica, con muchas horas sobre suelo de hormigón, se le cargan las piernas. Descargar la musculatura ayuda en todos los trabajos", señala. Asimismo, apunta que la situación de incertidumbre generada por el coronavirus se nota en los músculos de detrás de la mandíbula, conocidos también como los puntos del estrés.

"Un masaje no tiene por qué ser doloroso. Antes de apretar hay que calentar"

Harrijasotzaile

y quiromasajista