Ellos, como muchos otros, recibieron una carta. Y no venía perfumada. Pero se plantaron porque, además de insumisos, se confiesan antilimilitaristas convencidos. Aseguran que es algo que les sale por los poros, su particular "carga vírica", y una convicción que han mantenido desde que tienen uso de razón porque, explican, "cada vez le teníamos menos miedo a la cárcel y el sueño era tan bonito... Un mundo sin ejércitos". Tuvieron que pasar dos siglos hasta que, hace ahora dos décadas, se aboliera de manera definitiva el servicio militar obligatorio pero para Ramón Ortiz, zizurtarra de 52 años, este año es fundamental porque su hijo cumple 18. "Le tocaría ir a la mili, el sorteo, y sería un drama en casa. Perder a tu hijo, algo que has criado en unos valores totalmente diferentes a los que el ejército transmite, y la vida de esa persona regalársela durante un año al Estado. Me ha hecho recordar mis tiempos pero madurar la idea desde un punto de vista diferente, por eso quería hacer algo", señala.

Algo especial en lo que llevaba dos años trabajando y que estos días se ha hecho más visible en Zizur: La semana de la insumisión, que cuenta hasta el sábado con charlas, debates y una exposición en torno a un movimiento que, según parece, sigue vivo en el municipio. "Quería ver qué parte de la llama sigue encendida. "De aquél movidón, cuando un montón de jóvenes fuimos enjuiciados, nos pegamos una buena temporada en la cárcel, su dureza€". Tal y como explica su compañero Patxi Etxegarai, también Zizurtarra (51 años), "se consiguió abolir la mili pero todo el sentimiento antimilitarista se diluyó. Hay que pensar, hoy en día, cómo enlazar con esa filosofía de los 80 y 90 en un contexto social y político como el actual. Las jornadas están siendo interesantes y clarificadoras, el tiempo se nos ha quedado corto. Y es un debate debate que se ha perdido en la calle: cuestionar el papel de los ejércitos y de las políticas militaristas. Hay que recuperarlo, es fundamental", valora.

A Ortiz le apetecía agradecer a Joseba Asiron el haber bautizado un parque como el de la Insumisión, "el detalle de acordarse de nosotros cuando llegó a la alcaldía, que fue un gesto tremendamente bonito". También cambiarle el nombre a la avenida del Ejército -aunque no durara mucho-, "que atraviesa Pamplona siendo algo que ha hecho tanto daño a la juventud Navarra, donde en torno a los mil jóvenes fuimos juzgados y unos 600 pasamos por la cárcel en diferentes etapas", relata, mientras recuerda que, al final, consiguieron ser "más objetores insumisos que gente que fue a filas". Para él Navarra fue "un laboratorio de represión: en ninguna parte del Estado hubo tantos juicios ni tanta represión como aquí. Y les acabó saliendo rana, la gente se concienció más. Navarra siempre es diferente, en todos los aspectos. Y Zizur también", explica el vecino, que relata que en el municipio consiguieron que durante cuatro años nadie fuera a la mili. "Cuando era un pueblico de 1.200 habitantes. Pero bien por objeción o bien por insumisión, ningún mozo se incorporó al servicio militar".

"Si no vas a la mili es que eres maricón"

Recibió la carta en el 93. "Yo no lo dudé, tenía muy claro que la pérdida de una vida humana, de una parte de mí, de mi juventud, merecía la pena. Era un pulso entre el ejército y yo", explica Ortiz. Su padre le decía "que estaba loco", en tiempos en los que la respuesta habitual era un "si no vas a la mili no te haces hombre", "si no vas a la mili es que eres maricón" o "hasta que no hagas la mili no vas a tener trabajo". "Era una carga añadida y sí o sí había que hacerla. Fue una ruptura fuerte: salvo los testigos de Jehová nadie se negaba". Eran pocos entonces, aunque el movimiento y la conciencia crecieron y la bomba explotó. "Aquí en Navarra la Guerra del Golfo fue un antes y un después. Y pasamos de manifestaciones de mil personas a concentraciones de 12.000 estudiantes en las calles. Manifestaciones de familias enteras, de gente de todo tipo de nivel social€ Y ahora nos lo está poniendo a huevo el Rey: el jefe de todos los ejércitos. Él mismo se define".

Ortiz, que era concejal con Cendea Unida cuando le detuvieron -ahora es electricista-, entró a la cárcel en el 94. Pasó un año. Etxegarai fue condenado a dos años, cuatro meses y un día, ya que -a pesar de haber cometido el mismo supuesto delito- la ley cambió a partir del año 92, y volvería a cambiar en diferentes fechas. "El movimiento de insumisión es un movimiento colectivo y de historia solidaria muy fuerte. El año de cárcel se podía evitar firmando la libertad condicional si no existían antecedentes pero no éramos una persona, éramos un colectivo, y era o todos o ninguno. Aquí el cien por cien de los jóvenes que se declararon insumisos fueron condenados a penas de cárcel pero en el resto del Estado no pasó eso, hubo muchos jueces que absolvían. Yo renuncié a la libertad condicional y me quedé con la condena en solidaridad con los que venían detrás y tenían condenas más duras. Éramos una piña".

Con esa rebeldía de los 80, las marchas antipolígono, el no a la OTAN, fueron creciendo cada vez más. Y el apoyo, cada vez mayor. "Madres, hermanas, novias, han estado ahí y han sido las primeras. El apoyo femenino en mi caso fue el que me hizo la condena más llevadera -confiesa Ortiz-. Y el de la sociedad navarra, que cada vez se volcaba más con nosotros". Se puede vivir sin ejército, señalan, y de hecho hay países que no los tienen, "pero es algo que no se educa. No se fomenta. Siempre hay una pirámide militarista". Aunque son, confiesan, un movimiento tímido. "Fuimos capaces de acabar con el servicio militar obligatorio y no hicimos ninguna fiesta", bromean. Y es que ese no era el objetivo, al menos no del todo. "Pero las jornadas han servido para saber también que mereció la pena, porque sigue habiendo esa chispa en la sociedad. En Zizur hay una riqueza de colectivos y de movimientos sociales impresionantes, la mayoría gente joven. Aunque con el covid estemos todos en impass, no se han perdido las ganas de intentar cambiar las cosas", valoran.