La profunda emoción que vivieron los tudelanos republicanos aquellos 12 y 14 de abril de 1931 solo se empaña cuando se comprueba que entre los 12 nombres de concejales elegidos por primera vez de forma libre por el pueblo tudelano la mitad fueron fusilados cinco años después y otros más tuvieron que exiliarse. Raro fue quien no recibió algún tipo de castigo de forma física, económica o social por atreverse a soñar con una sociedad más justa e igualitaria.

Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 dieron como resultado en Tudela un amplio triunfo de la formaciones republicanas con casi el 45% de los votos emitidos, frente al 31% que recogieron los monárquicos. Pese a la satisfacción de los vencedores, nada se celebró hasta que el 14 de abril en todo el Estado se proclamó la República tras el comunicado del rey Alfonso XIII que decidió abandonar el país ante el triunfo republicano en las grandes ciudades y el temor de que las fuerzas del orden no acataran sus órdenes.

AQUELLA TARDE

AQUELLA TARDE

La noticia en Tudela corrió como la pólvora y ese mismo 14 de abril, pasadas las seis de la tarde, miles de tudelanos y tudelanas comenzaron a llegar desde distintas calles a la plaza de Los Fueros, como un aluvión desbordado, para celebrar lo que se percibía como un momento histórico.

Los cohetes comenzaron a cruzar el cielo y las banderas tricolor se agitaban al grito de “¡Viva la República!”. La emoción, sin embargo, estaba contenida y no se desbordó hasta que Aquiles Cuadra, concejal electo y uno de los políticos más importantes de Tudela en aquella década, no subió al balcón de la Nueva Peña (junto a la Carrera y frente a la Casa del Reloj), donde todos los republicanos se reunían para debatir desde 1930. Junto a él, se encontraban otros ediles, y tras un llamamiento a la calma, los congregados decidieron ir en manifestación a la Casa Consistorial donde a las 7 de la tarde se celebró un pleno para nombrar alcalde provisional a Anselmo Blanco, el edil de mayor edad.

Ya en el salón de plenos, de entre el público una voz pidió que se rindiera un minuto de silencio en recuerdo de Galán y García Hernández, dos capitanes fusilados en Jaca por defender la República un año antes. El nuevo alcalde recomendó a todos el “mantenimiento del orden, para dar la sensación de respeto para todos, sin ofensas para nadie, cual corresponde a un régimen republicano basado en la soberana voluntad del pueblo”. Su compañero Luis Soriano destacó la “honda emoción que siento en estos momentos” y felicitó a Blanco “que al final de sus años ha visto cumplidos los ideales de toda su vida, impuestos por la soberanía popular”. Las lágrimas aparecieron seguro en más de un rostro, antes de que Soriano pidiera “la mayor sensatez, compatible con la alegría y expansión propias de estos momentos, a fin de que el pueblo republicano dé un alto ejemplo de civismo”. Cuadra concluyó el tiempo de los discursos para pedir también “orden y normalidad, a fin de que no se diga que los republicanos somos lo que de nosotros han propagado las derechas españolas”.

En aquel salón de plenos estaban entre otros Anselmo Blanco, Luis Soriano, Aquiles Cuadra (fusilado), Domingo Burgaleta (fusilado), Francisco Sarasa (se pasó al bando nacional y murió en el frente por una bala amiga), Epifanio Cruchaga (exiliado a México con dos hijos, otro hijo murió fusilado cuando no encontraron en casa a su padre), Francisco Espadas (exiliado a Tarazona), Cesáreo Muzás (detenido el 19 de julio), Aquilino Ochoa (fusilado), José Martínez Balduz, Eugenio Tutor (fusilado) y José María Azcona. Solo con ver cual fue su destino se aprecia lo caro que pagaron ser pioneros en respaldar a un nuevo régimen.

CORELLA

CORELLA

En otras localidades como Corella lo tuvieron más difícil y tras numerosos e infructuosos intentos de hablar con el Gobernador Civil durante más de una hora, una representación municipal (el alcalde accidental Ignacio Catalán, el comandante de la Guardia Civil y un representante del comité republicano) viajó en coche hasta Tudela a las 9 de la noche para cerciorarse de que se podía izar la bandera tricolor y que la República era una realidad en todo el Estado.

Durante esa larga hora que duró el viaje y su gestión hacia la capital de la Ribera, más de 1.500 personas aguardaban en la plaza del Ayuntamiento para celebrarlo. Tras confirmar el cambio de régimen, volvieron a Corella donde izaron la bandera republicana y entre gritos de “Viva la República” y grandes aplausos y abrazos se quitó de la pared el cuadro del monarca.

Seguido, en la plaza de Los Fueros la banda inició un baile que acabó a altas horas de la madrugada, sin enfrentamientos ni ningún tipo de problema, tal y como narra Jimeno Jurío en su libro La Segunda República en Navarra. La celebración en Corella hubo que posponerla más de 3 horas hasta que consiguieron la confirmación de que en España se había instaurado la Segunda República.

TEMAS MUNICIPALES

TEMAS MUNICIPALES

En Tudela, tras los festejos iniciales, pronto llegó el tiempo de ir poniendo en marcha el Ayuntamiento. Una semana después, el 21 de abril, se procedió a elegir alcalde, ya de forma definitiva, y el designado por los concejales fue Francisco Espadas Simón, con 10 votos a favor y uno en blanco.

Fueron llamativas las ausencias de los concejales monárquicos y de derechas, algo que se haría habitual a lo largo de estos primeros meses.

Espadas (su hijo Manuel Espadas, abogado y secretario de la Agrupación Socialista) fue fusilado en 1936, dijo en su discurso de toma de posesión que “no estoy dispuesto a tolerar ningún desorden y para ello cuento con el apoyo de todos, especialmente de mis correligionarios. Somos los republicanos los más obligados a demostrar con el ejemplo que como primordiales postulados dentro del programa figuran el orden, la normalidad y el mutuo respeto”.

Entre las primeras acciones de esos días se aprobó el cambio del nombre del Paseo del Prado por el de los capitanes Galán y García Hernández, “mártires de la libertad” y se aprobó, como celebración de la llegada de la República, distribuir “bonos a los pobres, comida extraordinaria a los asilados de la Misericordia así como a los retenidos en la cárcel, a los enfermos del Hospital y un donativo a las Siervas de María que con tanto altruismo atienden a los enfermos sin distinción de clases”.

En aquellos primeros plenos los gestos eran muy importantes y muy pronto (el 13 de mayo) se aprobó bajar en cinco céntimos el precio del pan y se ordenó retirar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús del salón de plenos que había sido colocado durante la Dictadura de Primo de Rivera. “Aún desde el punto de vista de los más fervorosos”, se estimaba que no era el lugar apropiado ya que “se dan actos en los que de ordinario se tratan cuestiones de administración y política municipal, que tan dados son a agitaciones y apasionamientos. Es completamente inadecuado su permanencia”, por lo que se decidió su traslado a la capilla “que la corporación posee en la colegiata de la ciudad”.

En esta misma línea, a instancias de Cuadra, se aprobó que el colegio San Francisco Javier pagara contribución “como todos los demás contribuyentes”. También fue él quien promovió que la Corporación no saliera en la procesión del Corpus Christi ante la invitación recibida del Obispo. “Siendo el Ayuntamiento una entidad esencialmente administrativa no debe asistir la corporación a ninguna manifestación, sea de carácter religioso, ni de ninguna otra índole sin que signifique falta de respeto a ninguna clase de creencias ni de personas”. El tema fue votado por los concejales y salió aprobado no acudir por 7 votos contra 5, si bien reconocidos socialistas como Tutor se mostraron contrarios, “hasta bajo el punto de vista político creo que debe acordarse que la Corporación asista”, indicó.

Este tema ha sido recurrente en Tudela porque incluso 90 años después, la no asistencia del alcalde a las procesiones significó una larga polémica y, en parte, costó la reelección de Eneko Larrarte.

Cruchaga, por su parte solicitó al obispo que parte del Palacio Decanal “que se encuentra cerrado, se ceda a la UGT para Casa del Pueblo”, si bien el obispo señaló que “no puedo disponer de los bienes de la Diócesis de la que no soy obispo propio sino solamente administrador”, aunque de serlo “con gusto hubiera accedido a que se instalase en dicho local la cristiana y humilde clase trabajadora”, eran otros tiempos.

Pero también se trataron temas más distendidos como si era adecuado que en los bailes festivos se interpretaran piezas musicales ligadas íntimamente a la República. Cruchaga planteó el 22 de mayo de 1931 que “siempre que actúe la banda se interprete el Himno de Riego, La Marsellesa y La Internacional”, que parece fue aceptado por la corporación, pero con ciertas pegas.

Estas piezas se estaban haciendo ya habituales y, al parecer, se tomaban con poca seriedad, por lo que Cuadra pidió que se hiciera “con el debido respeto y no corriendo y bailando como sucedió la noche última. El himno nacional debe escucharse con respeto, pero si va a contribuir a ser motivo de bullicio y algazara es preferible que no se toque”.

Eran solo los albores de un régimen que acabaría en una gran tragedia, con muchos de estos nombres como protagonistas de meses en que la sangre regó cunetas, tapias y descampados de una ciudad que apenas contaba con 11.300 habitantes.