A pesar de que el colegio de Lodosa lleva su nombre, de que cuenta con un busto y una plaza en su honor (la de los médicos) y de que en su memoria existe uno de los certámenes de poesía más longevos y prestigiosos de Navarra, quizás muchos no conocen la figura del lodosano Ángel Martínez Baigorri, jesuita, poeta, orador, teólogo y filósofo entre otras virtudes, que nació en la localidad ribera el 2 de octubre de 1899 y que este 5 de agosto se celebró el 50º aniversario de su muerte, dos meses antes de cumplir los 72 años en Managua (Nicaragua), debido a los problemas gastrointestinales que le persiguieron toda su vida.

Aunque con motivo de esta efeméride hay preparados una serie de actos oficiales en su honor, su familia no ha querido perder la oportunidad de dar a conocer su figura y ejemplo y de volver a poner en valor su amplio legado.

Jesús Mª Martínez Paternáin, de 91 años, es el sobrino más joven del poeta y el único descendiente directo que queda. Y es que Ángel fue el último de cinco hermanos que, debido a las circunstancias, apenas tuvieron descendencia; el primero fue León y murió muy joven ahogado, después llegó Francisco, padre de Jesús María que tuvo cuatro hijos, luego nació Mª Jesús, soltera, y la cuarta hermana fue la religiosa Angustias.

Tras estudiar en Lodosa y Tudela, con 16 años a Ángel le entró la vocación jesuita y lo compaginó con estudios de lenguas latina y griega. En 1918, con 18 años, entró en el noviciado de Loyola (Gipuzkoa) donde estuvo dos años, y de 1919 a 1922 estudió Humanidades. Después hizo Filosofía en Burgos y luego Teología.

En 1932, cuentan, se exilió a Bélgica, y en 1933 fue ordenado sacerdote y celebró su primera misa a los 34 años. Fue en 1936 cuando se embarcó para Centroamérica; a El Salvador, México y Nicaragua, que es el país en el que más huella dejó siempre vinculado a la docencia en centros y universidades. De hecho, Ángel, junto a José Coronel impulsó el movimiento poético de vanguardia y un gran número de poetas nicaragüenses lo consideran su ‘Pater’.

Los que lo conocieron lo describen como “alto, extremadamente delgado, de pelo escaso y cano. Le gustaba pasear horas y horas, las vaquillas y los toros e ir a fiestas de los pueblos. Era un gran observador, amante del diálogo, un gran conversador y de una sensibilidad exquisita”.

química especial Jesús Mª asegura que este año es muy especial para su familia, “revivimos muchos momentos y ponemos en valor muchas cosas. Estamos con los sentimientos a flor de piel y lo tenemos muy presente. Es posible que sea un gran desconocido y creo debería haber sinergias para darlo a conocer”.

Su relación con Ángel, apunta, fue muy cercana, “teníamos una química súper especial”, y con él mantuvo siempre el contacto por correspondencia.

En 1950 es la primera vez que vuelve a Lodosa y lo hace en un carguero. “Imagínate cuando lo vi, con la sotana, que por aquel entonces todos llevaban, raída y vieja, y el pelo largo de seis meses. Llegamos a Lodosa y fuimos a que le cortara el pelo José Aguirre y después a que los hermanos Pastor le cambiaran el atuendo”.

Su segundo viaje ya lo hizo en avión, “y fuimos a buscarlo y, tras darnos un abrazo, me dijo si podíamos ir a las Ventas a ver los toros”. En aquella ocasión, desvela Martínez, le acompañó en unos cuantos viajes comerciales que hizo debido a su trabajo y recuerda cómo en Zaragoza “acabó formando un corrillo donde cenamos para hablar con los que allí estaban. Comer comía poco debido a sus problemas de estómago, pero las sobremesas eran infinitas; todos se querían sentar a escucharle”.

Lo mismo sucedió en los Agustinos Recoletos de Lodosa, “el director se enteró de que venía y también pidió verlo. Lo llevé a la hora de comer y tras más de cuatro o cinco horas sin saber de él me preocupé y fui a buscarlo. Allí estaba de tertulia. Era maravilloso, muy plural en su expresión y tenía una gran empatía”.

De Lodosa, además, “adoraba el agua de Calderín; siempre que se acercaba a la localidad iba allí para beber porque decía que le curaba todos los males”.

Además, conoció muy de cerca el movimiento hippie en Estados Unidos, tanto es así que se fue a vivir con ellos porque quería saber qué pasaba, qué pensaban y en qué consistía, al tiempo que luego se iba a Hollywood a realizar ejercicios espirituales con los actores del momento. “Era muy avanzado para su época. Eso sí, añoraba Lodosa, se sintió siempre muy lodosano y con un gran temperamento navarro”.

Cuando enfermó le llamó para que fuera a Nicaragua. Carlos Caballero lo esperaba en el aeropuerto bajo esta premisa: “está en el hospital muy mal”. Al llegar, cuenta, “abrió los ojos y se puso eufórico. Tanto es así que en dos días, y tras una revitalización inexplicable, se estabilizó y en silla de ruedas lo llevamos al campus universitario. Gozó porque él creía que eso no lo iba a vivir nunca más. Todos los alumnos querían saludarle”.

Una mañana, recuerda, “lo vi sentado, con el pelo cortado, bien vestido y me dijo: te estoy esperando, te vas. Quiero que te lleves la bendición, la imagen y el recuerdo de un tío vivo”. Al día siguiente de aterrizar en Madrid, cinco días después de la despedida, le llamaron para decirle que Ángel había fallecido.

Con Shirley McLaine, Humphrey Bogart y otros artistas en Hollywood.

Difundir su legado

El relevo generacional y el cometido de difundir su figura lo tiene ahora Mª Jesús Martínez, hija de Jesús Mª, que conoció a Ángel cuando tenía 7 años y desde entonces, prendada por su personalidad, ha seguido dando a conocer su vida y obra.

“Sería increíble que en su pueblo lo conociesen más y por eso animo a todos a descubrirlo; es una suerte que una persona de esas características naciese aquí y hay que sentirse orgullosos; es probable que en Nicaragua sea mucho más conocido y admirado que en su propia tierra. Tal vez el hecho de ser religioso y de presentarse como un poeta místico haya contribuido a que su obra no tenga tanta difusión, pero era una persona muy del pueblo, entrañable, cercano y de ideas muy abiertas. Este 50º aniversario es la excusa perfecta para resaltar su figura, para darlo a conocer y para hacerlo más próximo”.

Ahora, insiste, están terminando de recopilar toda la obra del artista lodosano para donarla al Archivo General de Navarra para que “sea de todos, para que lo puedan conocer, estudiar e investigar. Te dan ganas de quedarte con algo de recuerdo pero creemos que el material es tan valioso que merece la pena donarlo de forma completa, es tan bueno que lo normal es que todos los conozcan y especialmente los suyos aquí, en Navarra”.

De hecho, hay cosas inéditas, incluso correspondencia personal con la familia y manuscritos desde el año 1917. “Fue un poeta universal y debe estar cerca de quienes aman la poesía. Su obra tiene que ser difundida”, finaliza Mª Jesús Martínez.