ola personas, ¡¡¡¡Chaaan, chaaa, tachaaaan!!!!, suenen trompas y timbales para recibir algo tan esperado, tan ansiado, tan deseado, tan soñado, algo que la sociedad empezaba a necesitar como el agua de mayo, como el aire que respiramos, como el contacto con tu familia, como los arrumacos con tu chico, chica, chike, como los goles en el Sadar, algo vital, en definitiva, que estaba guardado en el cajón de "no usar hasta nuevo aviso" y ese aviso ha llegado, ¡por fin han abierto las barras de los bares! ¡ponme dos cañas y dos pinchos de txistorra pero llévamelos a aquella esquina que esto está petao!. Acodados, componiendo esa figura inconfundible del consumidor de barra: un brazo apoyado sobre el mármol, el otro sosteniendo la consumición, una pierna cruzada sobre la otra a la altura de la espinilla y el resto de la cuadrilla haciendo semicírculo ante ese murete que tanto hemos echado en falta, ¿eh?, ¡qué imagen!, pura poesía urbana. Por fin.

En tiempos de la oprobiosa muchos pueblos y ciudades tenían calles y plazas dedicadas al 1 de Octubre, fecha en la que llegó al poder omnímodo el señor del bigotillo y yo desde aquí propongo que alcaldes y concejales vayan y rebusquen en almacenes y trasteros municipales para volver a sacar a la luz placas y señales con tal fecha y nominen calles y paseos como "Primero de Octubre, (reapertura de las Barras)".

No lo sé, porque no estaba allí, pero imagino que el jueves a la noche a las 23:59:50 un montón de parroquianos se apiñaban a un metro de las barras de lo viejo haciendo una cuenta atrás 9, 8, 7, 6... para a las 00:00 asaltar la añorada y tomar posiciones como Dios manda. No obstante, no lancemos las campanas al vuelo, seamos prudentes que esto no ha acabado y dicen los expertos que el enemigo aun no ha entregado las armas y aun la puede liar. Entiendo que la euforia es humana y que todos nos vamos a tirar al recreo sin mirar el gasto, yo soy el primero que, si no fuese porque mi edad ya es un poco avanzada y porque ya no gasto, esta noche me iba al Young Play, al Guacamayo o al Amazonas hasta que se hiciese de día, pero... ¡ojo!, aun hemos de tener un poco de cuidadín.

Para poder poner cara y escenarios a este magno acontecimiento hoy 1 de octubre al mediodía me he ido de paseo a las calles reinas de bares, barras, cañeros, y parroquianos, Estafeta, San Nicolás, San Gregorio, Plaza del Castillo, Mercaderes y Navarrería. De acuerdo que bares hay en todos lados, pero ERP es pamplonés y como hemos dicho siempre, la Pamplona común a todos es la Pamplona en la que pisamos adoquín.

La comprobación empírica me ha dejado un poco decepcionado, me explico. Parece ser que esta situación aciaga y desagradable que hemos sufrido durante los últimos 18 meses, sumada a la ya antigua prohibición de fumar en los bares han producido en la mente de los pobres pamploneses una confusión y una falta de identidad que a la hora de ir de bares por lo viejo nos ha llevado a pensar que Pamplona es Benidorm y que nosotros somos veraneantes: todo el mundo está en la calle, los bares han salido de lleno a las aceras invadiéndolas de forma inmisericorde. Llegué a hacer mi inspección entrando por Espoz y Mina, ya en esa pequeña calle vi tanto en el lado de Zubieta y Retegui como en el del Crédito Navarro un montón de mesas cuadradas, de poco por poco, como para dos personas sentadas o cuatro de pie, que pertenecían al tradicional Monasterio, "farmacia" de toda la vida cuya barra estaba vacía, seguí camino y llegué al Gaucho que así mismo tenía todo su negocio desplegado por la calle y la barra no diré vacía porque contaba con un parroquiano consumiendo en ella, un poco más abajo en la travesía del isabelino general se encuentra el Guría que atendía el 95 % de su negocio en la rue. En una de sus mesas me encontré a un amigo, del que no diré su nombre completo por respetar su identidad, solo diré que atiende por Javier es canario y que ejerce la abogacía, que me confirmó que la parte vieja es una mesa de bar sin solución de continuidad y que una ardilla podría llegar del Gayarre a la Catedral sin tocar el suelo y así lo pude comprobar a lo largo de toda la Estafeta en la que vi para mi desilusión que todas las barras estaban semivacías y todas las mesas externas estaban a rebosar. Bueno, lo cual no rebaja un ápice el espíritu festivo, alegre y de celebración con el que empezaba este escrito, las aguas volverán a su cauce. Esto es solo el comienzo. Bajaba yo por la universalmente conocida calle cuando me encontré con mi amigo Fiti que me dijo que iba a comer al Chanclazo, sito en la planta baja del Palacio de Goyeneche y que tiene la entrada por la entrada principal de éste, ósea la que da a Estafeta y le dije, pues si no te importa te acompaño que tengo ganas de conocer la sede de tu sociedad y ver el sótano de tan egregia casa, no faltaba más, me contestó. Allí que entramos y me pareció envidiable, es sede relativamente nueva y la tienen a capricho, cocina equipada con todos los adelantos, espaciosa, limpia, con fuegos a discreción, dos hornos, cuchillería fina, batería inacabable, sartenes de mil diámetros y todo lo que un cocinero pueda necesitar para el buen fin de sus esfuerzos. El comedor una gran sala con todos los pilares, bóvedas y arcos de ladrillo caravista que sujetan el edificio y una moderna y elegante decoración en la que caben mesas para un buen número de comensales. El cocinero estaba trajinándose unas chistorras en una sartén y amablemente me invitó a un pincho con un chato que no pude rechazar, los comensales que se iban a apretar unas fuentes de vainas salteadas y un cordero asado empezaban sentarse a la mesa, casi todos eran conocidos que amablemente insistieron en que me quedase a comer con ellos, pero decliné la oferta, otro día será, les dije agradecido, y me despedí dejándolos dispuestos para el sacrificio.

De nuevo en la calle dirigí mis pasos a Mercaderes y Navarrería y la tónica se repetía, todo estaba lleno pero las barras seguían vacías. ¿Será que nos hará falta un periodo de readaptación para una costumbre, un hecho, que llevamos en nuestro ADN? Quién sabe, a lo mejor 18 meses son muchos. Me acerqué por Zapatería a Pozoblanco y San Nicolas-San Gregorio-Comedias y el panorama era el mismo, gran ambiente en las calles, pero las barras vacías.

Bueno, el caso es que la normalidad está a la vuelta de la esquina y que si hemos de volver atrás porque ese hijo puta vuelve pues será mala suerte, pero si hemos de hacerlo por nuestra mala cabeza será delito.

Enhorabuena a todos.

Besos pa tos.