ola personas, aquí me tenéis fiel a la cita dominical dispuesto a contaros algunas de mis "ocurrensias" que diría Txomin del Regato.

Esta semana no he paseado físicamente, mejor dicho, sí que lo he hecho, pero no voy a hablar aquí de ello, sino que voy a referirme a dos días que han contenido dos celebraciones importantes para los habitantes de estas tierras. El lunes 29, San Saturnino, patrón de Pamplona y el viernes 3, San Francisco Javier, patrón de Navarra. Muchos me diréis que esos son cosas de iglesia, curas y creyentes y que una sociedad laica no debe echar cuentas de este tipo de personajes ni de este tipo de celebraciones, y no os falta razón, a quién la religión le deja frío poco le pueden interesar este par de santos, ni estos ni ninguno, pero yo creo que vivimos en una sociedad en la que la inmensa mayoría de la ciudadanía, creyentes o no, tienen cierta simpatía hacia ellos, aunque solo sea porque nos procuran un día de fiesta. Sin embargo, creo que la consideración en la que se tiene a estos santos varones no es la misma. Veamos. Por un lado tenemos a San Saturnino, cristiano de los primeros siglos, obispo, nacido en Patrás, Grecia, martirizado en Toulouse y que según nos dicen vino a cristianar a nuestros ancestros allá por el siglo III, con él, dice la leyenda, trabajaron un tal Fermín, que también lo tenemos en el plantel de patrones, y un tal Honesto y que no lo tenemos ni en una calle, ni en una iglesia, ni en nada, está olvidado. Bien, pero el bueno de Saturnino no es santo que despierte una admiración, ni un especial cariño por parte de los Pamploneses, nadie vibra con él, nunca he oído un grito de ¡Viva San Saturnino! Por el contrario, su acólito Fermín si se gana vítores allí donde va. Y el chico de los Jaso Azpilcueta, en el resto de Navarra, también tiene un peso que hace vibrar. Hay, por tanto, una diferencia importante de arraigo popular. San Fermín sin duda lo tiene por el sarao que se organiza en su nombre la segunda semana de julio y San Francisco Javier lo tiene por poseer una biografía racial, de navarro fuerte e intrépido que no conoció fronteras y se adentró más allá de los límites aconsejables en busca de lograr su fin. Veamos, muy por encima, algunos datos.

Francisco de Jaso y Azpilcueta vino al mundo en el seno de una familia noble el día 7 de abril de 1506 en el castillo de Javier, hijo de Juan y de María, navarro por los cuatro costados y euskaldún de cuna. Cuatro hermanos le precedían en casa y por tanto su destino estaba claro: la sotana. Desde muy niño estudia con aprovechamiento y en 1525 lo envían a estudiar a la parisina universidad de la Sorbona, allí aprende humanidades, filosofía, se titula bachiller en artes, doctor en teología y se convierte en maestro, título con el que se hacía llamar: maestro Francisco. En Paris conoce en 1529 a Ignacio de Loyola a quién se une para siempre dando un giro a su vida, cambiando la pretensión del reconocimiento de su hidalguía por la entrega total a la religión y su proselitismo. El rey Juan III de Portugal solicita al papado el servicio de unos buenos predicadores para que vayan en misión evangelizadora a sus dominios en la India y para allí que se va nuestro paisano sin dudarlo. Este sí que era paseante infatigable y en abril de 1541 pone rumbo a la India a donde no llega hasta un año después, ¡Vaya viajecito! Por esas tierras currela hasta 1545 y las abandona para jugarse el tipo en tierras de Indonesia y Molucas donde permanece 2 años. Por lo visto esto le parecía poco y decide viajar a Japón donde pocos occidentales habían entrado y menos aun habían salido con vida para contarlo. Era tierra ignota total y al de Javier se le antojó que los hijos del sol naciente tenían que escuchar la Buena Nueva que él llevaba, y el tío lo consiguió y formó en Yamaguchi una comunidad cristiana que aun hoy en día siente adoración por el santo navarro. Considerando su misión cumplida, dejó allí a unos cuantos compañeros de la Compañía de Jesús y regresó a Goa desde donde pretendía organizar un viaje misional a China, pero no llegó, murió durante el viaje en 1552 a los 46 años de edad. En sus diez años de vida misionera recorre más de 100.000 kilómetros de tierras desconocidas y hostiles. Con un par. Eso es innegable.

Tras su muerte se convirtió en personaje de leyenda y fue beatificado por Gregorio XV en 1619 y canonizado por el mismo pontífice en 1622. Es, como sabemos, junto a San Fermín copatron de Navarra por decisión de Alejandro VII de 1657.

Sin embargo, los ciudadanos a quienes da su patronazgo no sé yo si han sido excesivamente detallistas con él, al menos en la capital. Hasta finales del siglo XIX no se le dedicó una calle y esta no fue precisamente una de las principales arterias del casco viejo pamplonés sino la modesta Bajada de Javier que en su nacimiento fue poco más que una belena. La cosa no mejoró y hubo de esperar hasta 1954 para ver en pie un templo a su nombre. Miguel Gortari Beiner dibujó los planos de los que nació la parroquia de San Francisco Javier en la calle Olite esquina con Baja Navarra, la iglesia no es chica, Gortari levantó un gran templo en el que no faltan sus elementos artísticos, así el muro testero muestra un gran fresco con el santo titular y su labor misionera del que parte la santísima trinidad, y a ambos lados escenas de su vida y muerte, salidos de los pinceles de Emilio Cayuela "Gutxi", y las diferentes esculturas que adornan la iglesia tanto en su interior como en su exterior fueron encargadas al escultor granadino Eduardo Carretero Martín, autor también del Sarasate de la Medialuna.

En ese templo se dieron mis padres el sí quiero y a este paseante le echaron las aguas bautismales.

Otra celebración que pone en recuerdo al santo viajero son las famosas javieradas que cada año llevan a golpe de calcetín a miles de peregrinos que se reúnen en torno al Castillo natal de Francisco en el pueblo de Javier lanzando al aire miles de peticiones que desde la fe esperan conseguir por mediación de nuestro patrón. Cada uno con sus "cadaunadas".

Cambiando de tercio, hablaré un poco de mi novedad editorial para decir que ya tengo ejemplares suficientes para que no os falte a nadie y que a lo largo de estos días los iré repartiendo para que ese gran amigo de vuestras cabezas que es vuestro librero os lo pueda servir. Espero que haya suficientes, pero por si acaso si alguien quiere asegurarse el regalo navideño este es el momento de ir a por el ejemplar.

Besos pa tos.

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