n tal día como hoy, 28 de diciembre, se conmemora la matanza de niños en Belén de Judea por orden de Herodes, para deshacerse del recién nacido Jesús de Nazaret. El suceso dio lugar a una jornada en la que se intenta gastar bromas (inocentadas) a amigos, conocidos o al gentío en general lo que ha decaído de forma muy notable, quizás porque del uso se pasó al abuso y en algunos casos se produjeron situaciones comprometidas y desagradables.

La prensa, los papeles, los periódicos publicaban noticias portentosas, inimaginables ("Maradona ficha por el Osasuna") que sorprendía al gentío. Algunos gremios, carniceros un ejemplo, recibían llamadas preguntando: ¿tiene cabeza de jabalí, piernas de cordero, orejas de cerdo?, y si respondía que sí le decían: "¡vaya animal tan raro que es usted!" y tonterías similares.

Con las nuevas tecnologías y la globalización que dicen, navegar es la risión, una juerga continua. Como en los grandes almacenes, el género surtido y variopinto, una muestra de que la imaginación, y el sentido del humor, son ilimitados.

No faltan quienes desde el primer día del año se dedican a escrutar periódicos y revistas (el papel resiste) hasta encontrar la errata o el gazapo que siguen ternes aunque involuntarios, consecuencia de prisas y urgencias del cierre de cada día. Hacen acopio de la fecunda cosecha para enseñarlo o colgarlo en las redes y compartir unas risas.

Inocentada, primera acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua es "broma o chasco que se da a alguien en el día de los Santos Inocentes". En Elizondo, un año que los inocentes caía en miércoles, festivo de la Cafetería Mendi del inolvidable Miguel Gil, último camarero de camisa blanca, pajarita y pantalón negro. "La entrada por el garaje", plantó cartel en la puerta junto a la estación de autobuses, y el personal estuvo toda entrando y saliendo toda la mañana tras advertir la broma.

El general inglés C. H. Hudson alerta a la telefonista del pueblo y dice que su casa está ardiendo. La operadora llama al jefe de policía para confirmarlo, éste se viste (estaba en cama), va a mirar, comprueba que es verdad y llama a los bomberos. La casa ardió hasta los cimientos, incluido el aparato telefónico que la compañía obligó a pagar. Estolidez funcionarial, más que inocentada. (Oiga, perdone, que le acaban de colgar un muñeco de papel en la espalda).