Pablo Guillén Beaumont, de 23 años, es graduado en Periodismo por la Universidad del País Vasco. Desde el 30 de noviembre hasta el 30 de enero (con intención de volver para medio año o un año entero) está trabajando como voluntario con personas bajo protección temporal, la mayoría sirios, en Gaziantep, ciudad situada al sur de Turquía, a 40 kilómetros de la frontera con Siria. Muchas de estas personas esperan poder instalarse en la Unión Europea.

Él se considera "una persona que intenta ayudar todo lo que puede a todas las personas posibles", y aprovechó este momento en el que tenía "tanto la oportunidad como, sobre todo, las ganas y la energía para hacerlo".

Con anterioridad ya se implicó en proyectos en Salónica (Grecia) y Arad (Rumanía). Desde septiembre comenzó a mirar "diferentes proyectos ofertados por los Cuerpos Europeos de Solidaridad" . Fue así como se unió a la Asociación de Educación y Juventud de Gaziantep.

Las bases de este proyecto, explica, son "la educación y la inclusión e igualdad de oportunidades para personas en situación de exclusión o desventaja". Lo eligió porque para él "la educación es la base de toda mejora y progreso". "Soy consciente del privilegio que supone para mí haber nacido donde he nacido y haber tenido todas las facilidades y oportunidades que he tenido a lo largo de mi vida, y por ello creo que lo mínimo que puedo hacer es intentar mejorar la situación de aquellas personas que no tienen la misma suerte que yo", añade.

En el caso de los niños y niñas, el personal voluntario lleva a cabo actividades educativas muy diversas de manera no formal, ya que los voluntarios no son profesores acreditados. Entre las acciones de voluntariado se cuentan clases de arte, ciencias naturales, cocina...; actividades al aire libre (recogida de basura, plantar árboles) y talleres culturales. Con los jóvenes y adultos, su trabajo se centra mayormente "en la enseñanza del inglés, ya que el sistema educativo turco es pésimo en este ámbito".

Los individuos con los que Guillén trabaja son personas bajo protección temporal. Están en un limbo entre el estatus de inmigrante y refugiado. No pueden salir de Gaziantep sin permiso del gobierno turco y a veces ni siquiera se les entrega ese permiso hasta que lo pidan, de modo que están atrapadas en esta ciudad. Además, aunque oficialmente, pasado cierto tiempo residiendo en el país, se les debe conceder la nacionalidad turca, muchos han excedido ese periodo y no se lo dan, mientras que a otras personas se la dan en dos meses, muchas veces debido a que tienen dinero para pagarla.

Pero lo peor, dice el voluntario, es que "además sufren un racismo social e institucional brutal". "Hace un par de semanas mataron a tiros al primo de un amigo en una reyerta que empezó con una persona turca agrediendo a una persona siria porque la escucho hablando en árabe", ejemplifica. Las personas sirias en esta ciudad, sobre todo los adolescentes y jóvenes, viven en lo que Guillén describe como "una jungla de asfalto", ya que algunos "van armados por la calle porque sufren constantemente ataques racistas". Asimismo, "la mayoría de sirios viven en sus propios barrios, que se podrían definir como guetos", y "no existe prácticamente inclusión". "Por las noches tienen que medir literalmente cada paso que dan, cada mirada y cada gesto porque están en riesgo constante de sufrir un ataque", continúa.

"Pero a pesar de todo esto, a mis amigos y amigas sirias nadie les quita la sonrisa", afirma Guillén. "He sentido de verdad que tanto ellos como sus familia me han acogido como un miembro más de la familia, y sé que cuando me dicen que lo suyo es mío, viene desde dentro de su corazón", explica. Pese a que "son personas a las que les han arrebatado todo y han tenido que empezar desde cero en un sitio en el que sufren un tremendo racismo y discriminación", se ha sentido acogido por ellos como nunca antes en su vida, y esa es una de las mejores cosas con las que se queda.

Otra de las mejores cosas que ha experimentado "es el amor de los niños y niñas". Lo explica de la siguiente manera: "Jamás en mi vida había sentido tanto amor, tan puro e incondicional, de personas que no te piden nada y te lo dan todo con tan poco". "El recibir su amor, darles el mío y saber que les estoy ayudando es un sentimiento que no tiene precio", concluye.