- “Fue la primera vez que pasé miedo, porque las puertas de la cocina del bar estaban cerradas y él empezó a meterme mano y a besarme el cuello hasta que, afortunamente, paró. Entonces no había nadie más allí. Hasta que llegó su hermano, tocó la puerta y yo aproveché para coger las cosas y marcharme”. La que narra lo anterior es una joven camarera de un bar de la Comarca de Pamplona que denunció a su jefe por tres episodios de abusos sexuales, después de haber trabajado durante apenas un mes el pasado año en el establecimiento hostelero y de haber soportado comentarios obscenos a diario por parte del hostelero, que después, según su testimonio, pasó a los hechos al menos en tres ocasiones.

La Fiscalía pidió ayer para él en el Juzgado de lo Penal número 4 de Pamplona una pena de tres años de prisión, tres años de libertad vigilada, una orden de alejamiento durante 5 años y una indemnización de 1.000 euros para la víctima.

El acusado aseguró que él no había cometido ninguno de los hechos que se le atribuían y que la relación con la camarera había sido buena en el tiempo en el que coincidieron. Recordó que había contratado a la camarera en mayo de 2021 y que la conocía tanto a ella como a su familia. “La llamamos para trabajar en el bar de mayo a septiembre. Y tuvimos un buen trato. Nunca le he dicho expresiones soeces (ella denuncia que le dirigía comentarios como qué buena estás, vaya culo tienes o hoy he hecho el amor pensando en ti). Tengo una forma de ser cariñosa, soy así, pero nunca busco ninguna mala intención. De hecho tengo a 9 trabajadoras en dos locales y con ninguna he tenido ningún problema y llevo 11 años en la hostelería”.

Sobre la salida de la trabajadora del bar, cuando apenas llevaba un mes de trabajo, el procesado manifestó que a su juicio “ella había llegado de empalmada por la mañana, estaba de resaca y se marchó a casa con la intención de volver a las cenas. Pero me escribió un whatsapp y me dijo que no iba a regresar porque no podía más con las faltas de respeto del equipo de trabajo”. Entonces se le preguntó a qué cree que se refería con ese comentario y el encausado respondió: “Puede ser que mi cocinera tuviera mucho temperamento, pero llevo seis años con ella, y a que mis socios son mayores y no trabajan al mismo ritmo en la barra que una persona de 25 años... Pero yo lo achacaba a eso, lo que no me esperaba es que dos días después tuviera que ir a declarar a la Guardia Civil porque me había denunciado”.

La víctima de los hechos ofreció otra versión sobre su relación laboral con el acusado. “Cuando empecé a trabajar, ya comenzó con comentarios fuera de tono sobre mi físico, me insinuaba que podíamos tener relaciones. Al principio no le daba importancia, pero después fue a más y fue por las manos. En una ocasión que yo entraba en la barra me besó y me dijo que encima tenía los labios carnosos. En otra, que estaba de espaldas, se acercó a mí y me agarró de los pechos y le dije que parara que podía venir alguien. Y la última vez, en la cocina del local, fue la que empezó a darme besos en el cuello y a meterme mano por debajo de la ropa”. A partir de esta última ocasión, la víctima dijo que decidió denunciar los hechos, aunque “me costó muchísimo hacerlo porque necesitaba el trabajo”. De hecho, aseguró que no había ido a cobrar el finiquito, aunque los socios del acusado se lo habían ofrecido, porque “tuve que pensar mucho la decisión de denunciar y, una vez que lo hice, me asesoraron que era mejor que no tuviera contacto con el entorno del acusado (tiene una orden de alejamiento)”. Sobre la afección que sufre a día de hoy por lo ocurrido, asegura que tiene problemas para conciliar el sueño, que se siente insegura, con baja autoestima y que sigue en terapia psicológica en la Oficina de Atención a Víctimas. Sin embargo, la defensa manifestó que no había presentado ningún informe que confirmara dicho tratamiento y que, por tanto, no le correspondía ninguna indemnización.

La Fiscalía argumentó la pena solicitada en el hecho de que este tipo de delitos “no se producen a la vista de testigos por lo general, por lo que la declaración de la víctima resulta fundamental, y en su declaración no se aprecia ningún móvil espurio, ni se ha personado como acusación particular, ni ha pedido más dinero, ni incluso se pasó por el local para pedir el finiquito por no tener mayor relación con el entorno del acusado. El relato de la denunciante es lógico, coherente y persistente”.

Por su parte, la defensa del acusado, que solicitó la absolución, manifestó que “no hay prueba alguna del dleito salvo la declaración de ellas, que requiere de ciertos requisitos que no se cumplen. Parece que nos la tenemos que creer porque sí, pero es que no hay ni un dato objetivo que avale la existencia del delito”.