l carnaval ha venido, todos sabemos como ha sido. En la cuenca del Bidasoa, los escarceos primeros llegaron desde Ituren y Zubieta, en tierras de Malerreka, con sus fiestas "de buena vecindad" que decía don Julio Caro Baroja, ya que tampoco este año pudo ser en Sunbilla con su desfile de tanto ingenio y color como generosidad hacia el visitante.

La batalla anual entre Don Carnal y Doña Cuaresma, que la segunda siempre gana, en el mundo rural hunde sus raíces en cuestiones relativas a los astros, al sol en particular, y a la tierra para que despierte del sueño del invierno que duerme. Y en general, siempre se cree relacionado con las saturnales, lupercales y bacanales pre-cristianas que tenían lugar en esta época, de febrero a marzo de acuerdo siempre con el calendario gregoriano vigente.

Así pues, de momento en pausa la pandemia, el carnaval rural recorre estos días caminos, barrios y pueblos desde primeros de año, grupos de jóvenes mayormente , varios con el clásico pañuelo de hombro a cintura y acompañados de algún akordeolari, ya que el acordeón ("el fuelle del infierno", le decían) es como ningún otro el más carnavalesco de los instrumentos.

Van en puska biltze, cuestación obligada antes más que ahora que hacen las cuadrillas de un caserío a otro, de casa en casa, recogiendo huevos, chistorra, tocino o lo que les den, para sus almuerzos, comidas, meriendas, cenas y recenas día y noche "en un pienso". Eso sí, se decía (y es) exigible hacerlo con algo de música o no daban nada.

El jueves es Orakunde, el carnaval de la chavalería, último de la trilogía vasca tras Gizakunde y Emakunde de hombres y mujeres, donde el gallo, símbolo solar, es el objetivo a conseguir cada vez de forma más sofisticada y parece que imparable. Decía Caro Baroja que "mientras el hombre ha creído, de una u otra forma, que su vida estaba sometida a fuerzas sobrenaturales, el Carnaval ha sido posible", y cada vez que se le priva de su arcaísmo pierde su autenticidad.

La prácticatotalidad de los pueblos bidasotarras cuenta con unos personajes y usos particulares que lo distinguen. En Lesaka son zakuzaharrak, grupo de mozos embutidos en sacos de arpillerarellenos de hierba y armados con vejigas de cerdo con las que golpean a los mirones, y en Bera es curioso el cambio de sexos de Iñudek eta Artzaiak en comitiva alegre y festiva.

En Arizkun, donde guardan folklore y costumbres como oro en paño, salen hartza (oso) y hartzazain (su cuidador) y los mayordomos bailan Sagardantza anticipando la primavera que ha de venir. En Erratzu, las llamadas damak (¿?) atruenan las calles con sus bombos,para despertar a la tierra como se cree que hacen en todas partes, y en Elizondo un desfile fenomenal hace tiempo que olvidó sus mozorroak, a cambio de todo tipo de personajes y pacíficos pero espectaculares animales. Lo dicho, estamos en carnaval hasta que Doña Cuaresma diga lo contrario.