«Enseñar técnica es cuestión de echarle horas; y cualquiera te va a enseñar. Lo que es música, cada uno lo lleva dentro. Por eso, lo más importante para darles es que ganen confianza en ellos mismos. Con esfuerzo y trabajo, pero desdramatizando la situación, el chaval toca cómodo y al final eso hace que salga y diga qué a gusto me encuentro». Los hermanos María y Francisco Asa continúan uno la frase del otro, compartiendo el objetivo de la Escuela de Música Asa, que cumple su 25º aniversario.

Este concepto cristaliza en los conjuntos. A los pasados conciertos por Halloween, Navidad y fiestas de Iturrama, pronto se unirán el concierto de fin de curso de la banda ayer sábado en la Rochapea (detrás del colegio La Compasión), combos el jueves 16 a las 19.30h en Rockollection (c/ Olite, 12), y desfile del día del Corpus el domingo 19 a las 13.00h en la iglesia de Ansoáin.

Maravilla ver a 65 instrumentistas mayores, pequeños, medianos... de todas las edades, compartiendo atril, junto con un coro de cien chavales. Y quizá el peque es el que le dice al jubilado por qué sección de la partitura van. Una responsabilidad que adquiere tan contento, frente al miedo que puede tener el adulto, porque acaba de empezar.

Pero es un ambiente que se busca: “De cuadrilla, de juntarse, de ensayar, de hacer un concierto... y luego ir de comida todos juntos. Sin piques porque no hay competición. Salimos a pasárnoslo bien. Y la integración en un nuevo círculo social es lo más positivo que hay para la autoestima», dice María. No tienen ninguna prisa por tocar delante de sus compañeros o partes solistas, pero es algo que les acaba llegando a todo el mundo. «Tú les haces ver que este es el mejor sitio para perder el miedo: estás tocando delante de gente que está con el mismo problema, o sea, que están aprendiendo; y todos fallamos», añade Francisco.

La enseñanza que imparten en la escuela no va por edades, sino por nivel. La única excepción son los más pequeños, de 3 a 5 años de edad, que tienen clase de Música y movimiento. Luego pasan a Lenguaje musical, asignatura en la que el ritmo de aprendizaje que se marca a cada uno es individual. El contenido se plantea inicialmente en base a 5 cursos, pero la velocidad de avance en la progresión de dificultad y profundidad varía en función de cada caso. Incluso hay quien acaba pero quiere continuar porque le gusta hacer arreglos, ampliar conocimientos de análisis o teoría. Además está el aprendizaje de instrumento. Importa la meta que se marca cada alumno.

Para quienes quieren dedicarse profesionalmente a la música, los preparan para el acceso al conservatorio. Muchos otros no tienen esa aspiración, pero sea el caso que sea, en la conversación es común y reiterada la aparición de la expresiones “compañerismo” y “disfrutar de la música”. Con ese espíritu, y para que sus hijos músicos tuvieran un sitio común donde poder estabilizarse y trabajar juntos, Fernando Asa y Carmen Olivares fundaron la Escuela de Música Asa hace 25 años. «Nuestros padres son nuestros jefes y quienes serían árbitros si hubiera diferencia de opiniones entre los hermanos o a quienes pediríamos consejo. Aunque hayan delegado en nosotros, ahí están ellos por encima», están de acuerdo los tres hermanos.

Con el paso de los años, algunos de los hermanos se marcharon para llevar adelante sus propios proyectos, pero María, Francisco e Irene, con temperamentos diferentes entre sí y complementarios, han mantenido el espíritu inicial de compañerismo participativo que imbuyen en el alumnado. Y ya son tantos años y tantos alumnos que «casi sería más rápido decir quién no ha estudiado con nosotras», bromean.

Este marco seduce y cada alumno tiene su historia: de los, aproximadamente 200 actualmente matriculados, un 80% son niños o adolescentes y el 20% restante, adultos. Hay padres que inscribieron a los hijos, les picó el gusanillo al verles en los conciertos y decidieron que ellos también querían tocar un instrumento. O son adultos que tuvieron alguna mala experiencia en su juventud y lo retoma de mayor. O bien gente que quiso estudiar música de niño, pero que no le apuntaron porque decían que no tenía oído. «Ven que al tocar en público no pasa nada. También tenemos muchos alumnos que están haciendo la carrera [universitaria] y pillan el piano o el clarinete porque dicen que les sirve para desconectar, para relajarse», dice María.

Junto a María, Irene y Francisco Asa actualmente trabajan Maite Ochoa, Aritz Laparra y Javier Toni (quien hace mucho tiempo fue alumno de la Escuela). María explica: «En un profesor buscas la persona. Es más importante cómo es, cómo trabaja, cómo lleva a los chavales... No necesitamos un supersolista como profesor. Queremos alguien que les enseñe a aprender, a disfrutar y a coger el instrumento con ganas. Aquí, un alumno que tiene mil cosas en la cabeza puede venir sin haber estudiado en toda la semana. Tienes que sacar chispas para que tras la clase, salga diciendo ¡cómo me gusta tocar la trompeta! Y que la haga sonar en ese rato y que haya aprendido una canción. Eso es un reto». A este equipo docente se añade la organización cada año de master-classes con profesores invitados, una oferta única que les diferencia entre las escuelas privadas.

Atención personalizada

No pretenden cambiarse a una sede más grande ni ampliar alumnado. «Lo que quieres es conocer al alumno por nombre y apellidos. Más de los que tenemos ya sería demasiada gente. No se podría controlar la atención y educación personalizada. Nosotros queremos algo familiar. ¿Tutorías? Realmente no tenemos como tal porque hay un contacto directo con los padres. Hablas cuando vienen a recoger a su hijo, por teléfono, WhatsApp... ¿Y para qué dar notas? Informamos del avance diariamente. Si queremos tener esta atención para con los chavales, no conviene crecer», reconoce María.

Esa atención se reforzó más durante el confinamiento por la pandemia, con clases por videoconferencia y actividades complementarias de gran creatividad que todavía continúan con las clases presenciales. En palabras de María: «Buscamos la participación, y esfuerzo con esfuerzo se paga. Vayan o no vayan a las pruebas de acceso, les das tiempo, disponibilidad, flexibilidad y ves que el alumno lo valora. Como consecuencia, avanzan. Más deprisa o más lento, en función de lo que trabajen en casa, pero todos avanzan".