La concesión de leña a título gratuito para el consumo de hogares es una práctica que data de siglos en numerosos municipios de Navarra y que todavía sigue vigente en algunos y en particular en el País del Bidasoa. El brutal encarecimiento de las energías como el gas y la electricidad, han vuelto a poner de actualidad este aprovechamiento y en consecuencia las solicitudes de los particulares se han incrementado de forma considerable.

Troncos aparcados a la espera de ser cortados y convertidos en leña de hogar.

Así ocurre por ejemplo en el Valle de Baztan, donde totalizan 225 las solicitudes dirigidas a la Junta General, organismo que entiende del patrimonio comunal, y del Ayuntamiento y sus técnicos forestales que son los que gestionan la concesión. Las peticiones se reparten entre 85 que se entregan en las respectivas casas de forma directa y otras 140 que han optado por la forma tradicional, esto es trabajadas por las respectivas familias.

LEÑA DE HOGARES

La Junta General es la que cada año acuerda el aprovechamiento para consumo de hogares, durante años con la fórmula que calculaba “70.000 cargas de leña”. Los guardas forestales se ocupan de marcar los árboles que se cortan al efecto y los particulares deben llevar a cabo la extracción y traslado a sus domicilios, aunque ahora el Ayuntamiento de Baztan contrata una empresa que puede hacer esta labor si lo desean los adjudicatarios abonando una cantidad.

Los aprovechamientos se realizan por “vivienda habitada y fuego”, y las cortas desde el primero de septiembre, en el plazo de seis meses y en nueve meses para la extracción de la leña, siempre con buen cuidado de causar al monte, al bosque, el menor daño. Las Ordenanzas, Cotos y Paramentos indican que “los aprovechamientos se adjudicarán por fuegos, marcándose un lote o suerte de leña a cada hogar si se realizan en hayedos, y en forma colectiva cuando se señalen en jarales”.

Y son particularmente tajantes en lo referente a la corta y saca, de tal forma que la primera “no podrá verificarse en los meses de marzo a agosto (época en que el árbol está más vivo) estando prohibida igualmente su extracción en los tres meses últimos del periodo citado. Para la extracción (que no el corte) se conceden nueve meses, desde septiembre al último día de mayo, y pasado dicho plazo “caducarán los derechos al aprovechamiento de los lotes no cortados o cortados y no extraídos”, que quedan para la comunidad.

“Se tendrá sumo cuidado (se dice) de que las suertes de leña adjudicadas se destinen necesariamente al objeto y fines por que se hace la concesión”, no permitiéndose los traspasos o ventas a cualquier otro. Hacer “negocio” con el comunal, que es de todos, no se permitía de ninguna de las maneras.

REGRESO AL PASADO

Este tipo de aprovechamientos había decaído sensiblemente, desaparecidas aquellas cocinas que se decían “económicas” y sustituidas por las eléctricas o las de gases butano y propano que otra vez más vuelven a ser caros (y contaminantes) con brutales subidas de precios como se están registrando con las consabidas excusas, la guerra de Ucrania o lo que suele ser costumbre.

Hasta hace un cuarto de siglo, lo de “hacer el lote de leña” estaba a la orden del día, se movilizaban familias y amigos y se trabajaba adecuadamente el lote adjudicado y los troncos resultantes se trasladaban hasta casa. Allí era donde se troceaba la leña y apilaba, quedando a la espera de que la etxekoandre (la señora de la casa) la utilizara para cocinar o la estancia.

De igual forma se hacía leña para las escuelas, lo que era motivo de fiesta del alumnado señalado por los maestros para apilarla donde fuera conveniente para su uso llegada la crudeza invernal, en aquellas estufas antediluvianas. Y siempre había también algún grupo de vecinos que hacía lo propio para la casa rectoral, para la parroquia.

OTROS USOS

De la misma forma se concedían aprovechamientos para fabricar metaziriak (eje de metas de helecho o para varear castaños) y leraferrak, una especie de esquíes para carros muy rústicos que se arrastraban por caballerías allí donde no existían caminos practicables. Estos últimos sí son materiales que prácticamente han pasado al olvido, los primeros por abandono del aprovechamiento del helecho y los otros por la mecanización de los caseríos. Pero la leña, sí que vuelve.