Joaquín Espatolero e Inma Amatriain posan en la puerta del 1920 en Sangüesa, el bar que han regentado durante 42 años. La persiana está echada. Se jubilaron el mes pasado y el mes que viene volverá a abrir sus puertas con nueva gestión. “Dejarlo en activo es lo que más ilusión nos hace”, confiesan. Pero esa será otra historia.

La suya comenzó a escribirse en las fiestas de Sangüesa de 1983, cuando Inmaculada Amátriain Casanova, 69 años, de Gabarderal y Joaquín Espatolero Ladrero, de 68 y de Sos del Rey Católico abrieron el bar 1920, el nº 2 de la calle Santiago. Alquilaron con derecho a traspaso e iniciaron el camino solos. Contrataron después a un camarero. “Había que compaginar bar y familia. Nos hemos complementado bien”, reconocen.

La idea partió de Inma que, desde muy joven, había dado sus primeros pasos en hostelería en el Iruñazarra. Joaquín era pintor. Vivía en su pueblo ajeno al mundo hostelero “Cuando volví de la mili, me quedé en Sos con mis padres y comencé a trabajar sin parar. Llegó un momento que la ocupación me desbordó”, recuerda. Acostumbrados a echar horas, la hostelería para esta pareja ha sido una dedicación total aceptada con gusto. “Y es que... esto engancha”, sintetiza Joaquín. “Los bares son muchas veces confesionarios. En ocasiones, te llevabas los problemas ajenos a casa”, declara Inma, al tiempo que valora la confianza depositada. “Son también lugares para hacer amigos, puntos de encuentro. Aquí hemos visto crecer a niños que han seguido viniendo ya jóvenes. Al final, somos todos de casa”.

En 1985, dos años después de la apertura, Inma y Joaquín se casaron y de su unión nacieron dos hijas y un hijo. Con su llegada, hubo que turnarse entre el bar, la casa y la familia. Con el tiempo, sus descendientes han cogido otro camino. No hay relevo.

“El sacrificio es grande y la juventud ahora no se ata de esa manera. En esta comarca no hay paro. Prefieren trabajar en las fábricas; ganan bien y tienen los fines de semana libres. Lo que te pierdes trabajando en un bar es mucho, y el apoyo de la familia es muy importante”, comentan.

En cuatro décadas, desde la barra del bar han sido testigos de los cambios sociales a los que Sangüesa no ha sido ajena. Estos se reflejaron por épocas en el público. “Venían matrimonios con niños a las meriendas por las tardes. Luego, las mujeres comenzaron a salir mucho más. Venían solas, con amigas, en cuadrilla. Ahora se nota que son más independientes porque tienen su sueldo, reflexiona Inma”.

1920 recibió su nombre de la decoración de época. Fue primero bar-cafetería y con los años, se adaptaron a los tiempos. De hecho, fue uno de los pioneros con su disco-bar, en un tiempo en que los bares eran todo. “Para lo bueno y lo no tan bueno”, matizan. “Convivimos con el km. 45, el Dos Caballos, la discoteca Géminis...”, repasan.

Restaurante

La evolución les llevó a centrarse en el restaurante y a triunfar con platos combinados y meriendas de tostadas con pan de Aramendía. La cocina casera fue su fuerte: ajoarriero, paticas, carrilleras alubias rojas con todos sacramentos, y por supuesto, las pochas de Sangüesa.

Llegaron a estar empleadas cinco personas entre cocina y barra. Las vivencias compartidas y el sentimiento de haber formado un buen equipo son el mejor sabor que se llevan y un montón de buenos recuerdos. Entre ellos destacan uno especial: la celebración íntima y sencilla del pintor Pedro Salaberri, Príncipe de Viana (2022). “Que nos eligiera fue muy grande”. Entre los malos, uno: el atentado de ETA en Sangüesa (2003). “Eran trabajadores que venían a comer al bar, como tantos otros, de Madrid o Valencia empleados en la zona”, lamentan.

Un intento

Hace dos años la pareja intentó jubilarse. Las gestiones no progresaron y no pudo ser. Continuar ha sido duro, también gratificante, después de una despedida adelantada que los dos recuerdan todavía emocionados. “Recibimos el homenaje de los gaiteros, la despedida de los gigantes se hizo aquí porque en el bar han pasado muchas horas, almuerzos en fiestas, después de su recorrido y por la noche hasta las cuatro o las cinco de la mañana, con muy buen ambiente”. Y todo eso, dejó su poso.

Joaquín e Inma escribieron el epílogo de su historia el pasado 17 de septiembre. El último día de las fiestas sangüesinas fue la fecha de la jubilación de ambos.

A la vuelta de unas vacaciones, llegaron después los días de “estar en la nube”, de sentimientos encontrados, alegría y pena a partes iguales. “La alegría de que ya no tengo que madrugar y la pena del fin de toda la historia que aquí dejamos”, expresa Inma. Ahora toca disfrutar del tiempo libre. “Mi hobby es viajar, conocer nuevos lugares”, concreta Joaquín. Inma, sin embargo, no tiene esa inquietud viajera. “Volver a comer en casa, mirar el bar enfrente (viven en el nº5) y disfrutar de la familia y de la salud”.

De momento, saborean momentos sencillos como un café tranquilo en la terraza del 45, en su calle. “Los bares son vida. Seremos los primeros en celebrar la reapertura del 1920. Nos gustaría que funcione bien”. Al cierre, publicaron una carta de despedida. “Era la necesidad de dar las gracias al pueblo, que es todo. Lo que más te enseña la gente, su humanidad”, aporta Inma.

El cariño es mutuo y evidente. La pareja recibe agradecida los gestos amables y sinceros de buenos deseos para la nueva etapa. Que sea larga y buena.