Desde que reabrieron el hotel rural Torre de Úriz hace siete meses, no han parado de recibir a gente que busca dormir con tranquilidad en un entorno rural. Y es que precisamente, un pueblo tan pequeño como es Úriz, en el desconocido valle de Arce en donde tan sólo viven 12 habitantes a diario, sólo puede transmitir calma, silencio y relax.

Desconexión y tranquilidad en una torre medieval en el valle de Arce

“Desconecta, estás en Úriz”, es el lema elegido por la pareja Jon Martínez, pamplonés de 35 años, e Iban Albizu, de Oñati y de 40 años, para dar la bienvenida a sus huéspedes y quienes están al cargo de este pequeño hotel rural con encanto y con mucha historia detrás. Situado en un palacio que conecta a través de una pasarela de madera con una torre medieval del siglo XIII declarada Bien de Interés Cultural, el alojamiento cuenta con seis habitaciones decoradas con gusto y cariño que combinan paredes de piedra con techos de madera, lo que hace que sea un lugar acogedor para sus visitantes. “Normalmente vienen muchas parejas, con una media de edad de unos 45-60 años, también algunos excursionistas que quieren hacer senderismo o peregrinos del Camino de Santiago con alto poder adquisitivo”, afirma Jon.

Además de poder descansar en espacios comunes como un salón con chimenea o una biblioteca, en el exterior se extiende un jardín ideal para disfrutar del relax, de un rato de lectura o de la compañía de las mascotas o, simplemente, para admirar las espectaculares vistas al valle. Y quienes quieren conocer la zona, se acercan en coche a lugares como la Cascada de Irurrekaeta, Roncesvalles o la mágica Selva de Irati.

Más allá de la preciosidad del entorno, por encima de todo está el trato exclusivo, acogedor y con mimo que ofrecen sus anfitriones Jon e Iban. Esta pareja cuida hasta el último detalle la limpieza, la decoración y, por supuesto, ponen todo su empeño para que el cliente viva una experiencia lejos del estrés. “Lo que te permite un hotel tan pequeño es el trato caluroso y cercano con la gente. Viene gente educada, con ganas de aprender y escuchar sobre las tradiciones de aquí. Y nosotros queremos que se olviden del móvil, del estrés de la ciudad, del trabajo, y que puedan reconectar como pareja y tener tiempo para uno mismo”, añade Jon.

Con unos precios que oscilan entre 120 y 145 euros por habitación, los clientes tienen la posibilidad de desayunar y cenar en el mismo hotel, donde se prima el producto local y de kilómetro cero. “Apostamos por la sostenibilidad y por lo rural, contratamos gente de la zona y ofrecemos productos locales y de calidad. Lo más lejano que tenemos son unos jabones veganos de La Rioja”, reconoce mientras muestra un surtido de cervezas, aceite, vinos, pastas o mermeladas.

Terminando este puente festivo con un 94 % de ocupación, se muestran muy contentos con el balance de estos meses, tanto por el negocio como por la acogida que han tenido en el pueblo. “Nos ha sorprendido la predisposición positiva de la gente. Es esa satisfacción, cuando ves que el cliente está a gusto, relajado, disfrutando en el jardín o charlando con una copa de vino”, concluye. –