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Tudela contra la blasfemia

El 23 de junio de 1912 un mitin reunió a 6.000 personas en la plaza Nueva dentro de un movimiento ultrareligioso con aire belicista que se generó en todo Navarra que hablaba de “Cruzada”.

Tudela contra la blasfemiaNicolás Salinas

“¡Cruzada regeneradora que es preciso continúe por todas partes, para ver si del hermoso suelo español se consigue ver desterrados para siempre el repugnante lenguaje infecto y la asquerosa blasfemia!” Bajo este lema se convocaba a una de las citas religioso-políticas más grandes que acogió Tudela en el año 1912, hace 110 años, solo 2 años antes de la Primera Guerra Mundial, 5 antes de la Revolución Rusa y 20 años antes de la Guerra Civil. El lenguaje bélico que se empleaba dejaba muchos términos comunes a los que emplearán los sublevados a partir del 18 de julio de 1936, uniendo una vez más política y religión. Pamplona había acogido ya esta cita el 9 de junio, pero la de Tudela se organizó como uno de los eventos más importantes de la lucha contra la blasfemia, quizás por el carácter rudo de la Ribera, de lo que se consideraba “horrible vicio”, “lenguaje infecto”, “cantares obscenos que hieren la delicadeza y el pudor de la mujer y abren los horizontes del vicio ante los ojos de un niño” o “repugnante plaga”. La intención era “acordar un plan de ataque” para “desterrar completamente de nuestro suelo la semilla ponzoñosa de la blasfemia”.

"El blasfemo se opone a los sentimientos de progreso en la cultura y civilización de la sociedad"

La idea había ido cuajándose promovida por los principales periódicos reaccionarios de la época (algunos de ellos estarían después relacionados con el Golpe de Estado de 1936) como El Noticiero de Zaragoza, Diario de Navarra, Ribera de Navarra, El Anunciador Ibérico, El Eco de Navarra, El Pensamiento Navarro o Tradición Navarra que apuntaban la necesidad de “declarar la guerra a muerte a la blasfemia y al lenguaje fétido y soez para que nunca pueda señalarse con el dedo al pueblo navarro, cuya gloriosa historia está llena de rasgos de nobleza y virilidad, como un pueblo inculto, decadente y afeminado”, relataba el Obispo de Tarazona y Tudela.

Garcilaso, alias de Raimundo García, uno de los instigadores de la sublevación del 18 de julio y director de Diario de Navarra se unía al lenguaje bélico qué más tarde empleará el cardenal Gomá en 1936, “en el empeño de la Cruzada que hemos emprendido triunfará Tudela alzando el blanco pendón del amor… que librará el idioma de la esclavitud en que le tienen blasfemos y gentes enfermas. No es posible arrancar de golpe las raíces de este mal, pero con la ayuda de Dios y de los hombres de buena voluntad serán arrancadas y quemadas”.

Como señala el escritor navarro Víctor Moreno, en su artículo El desorden social de la blasfemia, en aquellos años, detrás de la lucha contra la blasfemia se escondía la imposición de la religión y las clases dominantes sobre la clase obrera. “Denigrar el nombre de Dios significa, en el fondo más superficial, cuestionar todo tipo de autoridad y poder y afirmar la soberanía del individuo, su poder de autodeterminación frente a cualquier estancia mediadora. La misma carga semántica conlleva el cagarse en Dios como cagarse en el Estado. Lo primero nos parece una enormidad, mientras que lo segundo, según quien gobierne, una ingeniosidad”.

La plaza de Los Fueros con la fuente de Los Angelotes unos antes de la celebración del mitin.

23 de junio de 1912

El evento, que se fue calentando durante todo el mes de junio en los medios citados (“el blasfemo se opone a los sentimientos de progreso en la cultura y civilización de la sociedad”), se celebró el domingo 23 de junio en la plaza de Los Fueros a las 6.30 de la tarde, ya que el calor hacía impensable a las 3, hora pensada inicialmente para que los oradores, muchos de los cuales venían de Pamplona, pudieran volver en el día a la capital. Pese a todo, las crónicas apuntaban que unas 6.000 personas escucharon a los oradores que hablarían desde la Casa del Reloj al no existir el kiosco que no se colocó hasta 1921 y entonces se encontraba en el centro la fuente de Los Angelotes.

Dos de los organizadores fueron el alcalde Juan Cruz Remacha y el secretario del Ayuntamiento desde 1903, Juan Vidal Abascal, que sería después secretario de la Diputación de Navarra. Entre los oradores Javier Arbizu (abogado), Mariano León (abogado), Fernando Romero (abogado), José Rincón (médico), Joaquín Beunza (abogado) y los locales Gregorio Iribas (abogado), Ruperto Cuadra (abogado, padre de Aquiles Cuadra fusilado en 1939) y Blas Morte. Las crónicas apuntaban que eran “hombres de diversas ideas, los que profesan las denominadas avanzadas, como los que militan en partidos calificados de retrógrados. Todos convinieron en dos cosas; confesar públicamente su creencia en la existencia de Dios, y en que su nombre debe ser respetado. Como decía Cuadra no debemos pronunciarlo sino para alabarlo y reverenciarlo, jamás para maldecirlo”. Si bien la plaza no se llenó en un principio, al coincidir con una procesión de la parroquia de San Jorge, cuando ésta terminó todos acudieron y no cabía un alfiler.

Los oradores dijeron cosas como “pueblo que no dobla la rodilla ante Dios, es pueblo destinado a morir de mala manera” (Iribas), “la vida de una familia de blasfemos es vida tormentosa y de odio, y de sana alegría la de una familia que no blasfema y ama a Dios (Rincón), “de vosotras mujeres de Tudela será la culpa si se sigue blasfemando aquí. Las solteras no haciendo caso a los mozos blasfemos, y las casadas ejerciendo dentro del hogar un apostolado constante” (Beunza) y “si nos proponemos acabar con la blasfemia será cosa de meses el llegar a ver cómo desaparece desde el Ebro al Bidasoa y desde estas vegas hasta las cumbres del Pirineo” (Cuadra).

"Pueblo que no dobla la rodilla ante Dios es pueblo que está destinado a morir de mala manera"

Conclusiones y celebración

Al final se aprobaron unas conclusiones, como habían hecho en Pamplona 15 días antes, entre las que destacaba “que la blasfemia sea incluida en el Código Penal con pena de arresto”, “colocar en tabernas, centros públicos y talleres carteles anunciadores de las penas con que está castigada la blasfemia” y “organizar conferencias públicas con el fin de despertar estos buenos sentimientos en el pueblo”. A las conclusiones se adhirieron todos los ayuntamientos de la Ribera.

Concluido el evento, no podía faltar un gran banquete para todos los oradores y directores de los periódicos pagado por el Ayuntamiento de Tudela, en total 18 personas que se pusieron a las 9 de la noche a degustar un menú de reyes en la fonda de Juan Garde (Hotel La Unión), donde también durmieron, compuesto por “Sopa imperial, Ternera con puré al Sampiñón, Langostinos salsa vinagreta, Pollos con ensalada, Pavo trufado y jamón dulce”, además de los entremeses “salchichón y aceituna”, teniendo como postres “queso helado, pastas, queso y frutas”, todo ello regado con “Champagne Moet Chandon, Rioja y Diamante” mientras la banda municipal interpretaba “escogidas composiciones frente al hotel”.

Tras Tudela siguió Tafalla en 1913, pero no era una moda exclusiva de Navarra, ya que ese mismo mes de junio también Valladolid celebró su mitin dentro de la ola general retrógrada de religiosidad que estaba viviendo el país ante el avance de los movimientos sociales obreros que comenzaban a surgir en las ciudades más industrializadas.

La lucha de la política y del poder contra lo que consideran ofensas a la religión no son tan lejanas en Tudela. No hay más que ir a la hemeroteca y ver como en julio de 2019 el actual alcalde, Alejandro Toquero, eliminó unos comentarios en Facebook porque llamaban a Santa Ana “muñeca de madera” pese a las críticas de la oposición que habló de “censura”. “Es ofensivo que se trate así a nuestra patrona. Cada vez que se llame a Santa Ana ‘muñeca de madera’ lo retiraré”, contestó. No estamos tan lejos.