María José Brust es la creadora de las Mermeladas Irular. Originaria de Arrosa pero con una trayectoria de cuarenta años en Irurita, su historia se entrelaza con la casualidad y la pasión por los sabores auténticos.

El viaje de María José comenzó de forma fortuita en 1997, cuando un amigo le confió una inmensa plantación de frambuesas que necesitaba ser comercializada con urgencia. La tarea no resultaba sencilla, pero un giro del destino la llevó a participar en una feria local, donde la frambuesa era prácticamente desconocida. Fue allí donde descubrió su afinidad con esta fruta, inspirándola a crear recetas únicas que incluían mermeladas y licores de frambuesa, lo que pronto se convirtió en un rotundo éxito.

El entusiasmo de la gente que le pedía más la impulsó a seguir adelante, y, en busca de su destino, se embarcó en la adquisición de conocimientos y habilidades. A través de cursos de mermeladas y gestión, aprendió las bases necesarias para hacer florecer su propia marca. “Cursillo para aquí, cursillo para allá, al final así fue como empecé”. A medida que avanzaba, se aventuró a congelar frutas y adquirió un arcón para impulsar su creciente negocio.

El comienzo no fue fácil, ya que tuvo que desplazarse desde Irurita a Erremendia durante un año. Sin embargo, su determinación la llevó a superar estos desafíos, y poco a poco comenzó a introducir productos únicos en el mercado, experimentando con recetas innovadoras que la hacían destacar. “Tenía muchas ganas de tirar y así fui avanzando. Me arriesgué y me monté el obrador en casa. El proceso fue muy costoso pero al final lo conseguí” recuerda Brust.

Así fue como hace 25 años comenzó la andadura de Mermeladas Irular en Irurita, donde la pasión y la dedicación se fusionan para ofrecer autenticidad.

María José Brust colocando sus mermeladas en el expositor de Irurita. Ondikol

Tras un largo camino de esfuerzo y dedicación, María José siente que ha llegado el momento de ir soltando las riendas. Actualmente, Xabi, el hijo de María José, ha decidido tomar el relevo de este legado familiar. Una de las razones que lo motiva es que este trabajo le facilita conciliar su vida laboral con la familiar. Siguiendo los pasos de su madre, tiene planes de establecer su propio obrador en su hogar y ya está tejiendo varias ideas creativas para llevar a cabo.

Este año, en concreto, han producido más mermelada que nunca. “Ha habido una barbaridad de manzanas y de higos, y hemos estado muy agobiados” explica Brust. Los meses de junio, julio y septiembre suelen ser los más duros en cuanto a carga de trabajo. La mayor parte de la fruta que utilizan es de su propia cosecha, y el resto la adquieren directamente de los productores locales, procurando siempre que sea lo más cercana posible.

A pesar de no saber decir con exactitud la cantidad de producto que elaboran al año, afirma que son “más de 20.000 botes, y este año todavía más”. Además, este año han sacado una nueva mermelada de pacharán, diseñada para “complementar sabores como el del queso, el magret de pato o el confit”.

"Tengo las cosas muy claras sobre lo que quiero hacer, y lo que no quiero es defraudar"

María José Brust - Mermeladas Irular

Con esta última, ya son 17 los tipos de mermelada que elaboran. El campeón indiscutible en términos de ventas es la mermelada de albaricoque con naranja, seguida de cerca por la de fresa con un toque de menta, que también disfruta de gran popularidad entre los clientes. Desde los primeros días de la marca, estas dos opciones, junto con las mermeladas de pera, nuez y ron, y la de higo con melocotón, han sido pilares fundamentales de su catálogo. Con el paso del tiempo, han ido añadiendo otras mermeladas para la cocina, para acompañar los sabores salados, como pueden ser la mermelada de tomate, la de pimiento del piquillo o la de cebolla con hongos.

Como explica Brust, a ella le gusta hacer las cosas “diferentes, especiales”. Tal vez esa haya sido la clave para llegar hasta este punto, en el que han logrado trabajar con “sitios muy buenos”. “Yo no me esperaba llegar a este nivel. Tengo las cosas muy claras sobre lo que quiero hacer, y lo que no quiero es defraudar”. Y aunque en los últimos años se esté “evolucionando muchísimo” opina que el mayor fallo que tenemos aquí es que “lo de fuera siempre nos parece mejor” y no se valora lo suficiente el trabajo artesano.