Tres décadas de información en la delegación de la Merindad de Estella han dado lugar a miles de páginas en las que los profesionales de DIARIO DE NOTICIAS hemos cubierto desde anécdotas simples hasta otros temas más siniestros que han abarcado procesos de corrupción, atentados terroristas o asesinatos.

La información local tarde o temprano acaba siendo la más universal y no hay manera de que no se produzcan los mismos hechos con los que se abren los informativos nacionales o internacionales. Cada calle, cada barrio, cada pueblo contiene su noticia de manera latente y es el tiempo el que decide su eclosión y más en Tierra Estella una gran comarca de más de 66.000 habitantes compuesta y troceada por más de 130 localidades cada una de las cuales tiene su personalidad.

En un hábitat tan disperso y variado que se enmarca entre los limites de Lokiz, Urbasa, Andía y Codés hasta los limites de Azagra, Salinas de Oro, Mañeru, Zúñiga o Viana han pasado tantas cosas que es complicado elegir una. Pero ahí va. Ocurrió una tarde tras la Semana Santa: un 13 de abril de 2004. Un camión cisterna con miles de litros de gasoil tuvo una avería y cruzó sin frenos la ciudad de Estella. Finalmente derrapó y volcó para incendiarse en el centro de Estella, a las puertas de Lizarra Ikastola y el supermercado Eroski.

El conductor J.T.S. sintió que su vehículo había perdido los frenos en la bajada de Bearin y a golpe de volante atravesó el cruce de las carreteras de Vitoria y continuó su vertiginoso descenso de alrededor de un kilómetro hacia el centro de Estella por Zaldu llevándose por delante todo lo que se encontraba. Los vehículos que iban por delante y también los que se incorporaban desde otras calles o los que salían de los garajes tuvieron que apartarse de su camino realizando maniobras extremas.

Los testimonios de los peatones hablaban de que sintieron un golpe de vértigo al observar cómo aquella máquina infernal se adentraba a gran velocidad al corazón de la Vieja Lizarra. “Íbamos a cruzar el paso de cebra y no nos ha arrollado de milagro”. “He tenido que apartarme con el coche hacia un lado porque el camión se me echaba encima”. Fueron decenas los testigos que con incredulidad vieron cruzar el camión cisterna por delante siguiendo una trayectoria descendente pasando a velocidad creciente por la plaza de toros hacia Recoletas y el puente de san Juan, un tramo en el que el vehículo tenía como horizonte los árboles de los Llanos, el río Ega o una curva de 90 grados que finalmente trató de coger y que se convirtió en el final del trayecto. El camión volcó en un aparcamiento repleto de coches. Fueron unos minutos muy tensos porque a pesar de que no había habido ningún atropello el conductor permanecía atrapado en la cabina y la carga de gasoil estaba a punto de explotar. Fue un policía municipal fuera de servicio quien se jugó la vida al subir y sacar al conductor del camión. Luego el combustible prendió 44 coches. En el parte de heridos sólo el conductor y un peatón resultaron heridos leves.

Quienes vivieron aquella historia en Estella-Lizarra, todavía se acuerdan de dónde estaban cuando se enteraron de la noticia que corrió como la pólvora en una sociedad donde todavía apenas había teléfonos con cámara de fotos, pero si mensajes y el boca a oreja que recorrió la ciudad y salió hacia el mundo en un pispás. Aquel ‘notición’ se quedó en un susto fenomenal. El parte del accidente fue notorio: decenas de coches calcinados, la fachada de Lizarra Ikastola destrozada y un reguero de gasoil que no ardió y que se fue por los sumideros al Ega.

La noticia de un susto histórico se escribió en la delegación de Estella-Lizarra con la satisfacción de no contar ni víctimas mortales, ni heridos de consideración. A partir de entonces, el tránsito de camiones pesados o con materiales peligrosos está regulado. Afortunadamente no hizo falta que los periódicos relataran una noticia mortal para cambiar las ordenanzas.