Olentzero y Mari Domingi no faltaron a su cita con los y las txikis de Altsasu. El recibimiento fue al mediodía pasado por agua y por tanto, la entrega de cartas se trasladó a cubierto en Gure Etxea, que se quedó pequeño. Misiva en mano, los niños y niñas se acercaron al carbonero y su acompañante para saludarles y transmitirles sus deseos, escritos con esmero en el papel.
Aunque hubo que hacer cola, con mucha ilusión que se adivinaba en sus rostros, esperaron pacientes su turno. También hubo alguna criatura que salió espantada. Y es que Olentzero bajó del monte sin lavarse la cara para llegar a tiempo al encuentro. Mari Domingi fue más previsora y presentaba un aspecto impoluto con su elegante tocado.
El carbonero tiene fama de tener buen apetito. Tras una comida copiosa y una siesta para acumular fuerzas, a la tarde visitaron la residencia Aita Barandiaran. Allí fue el inicio de una animada kalejira con la compañía de txistularis, dantzaris, la fanfarre Zangitu y Altsasu Kantuz, con auzate en el recorrido y una emocionante despedida.
Así, comenzó la cuenta atrás de una noche muy larga pero llena de magia.