Síguenos en redes sociales:

Aizarotz, un concejo en Navarra 35 años después

El pueblo del Valle de Basaburua, paradigma de la lucha contra la despoblación, comenzó el siglo con 12 habitantes; ahora son 184 y tienen entidad de Concejo, el primero que se crea desde el año 1990

Aizarotz, el primer concejo que se crea en Navarra en 35 años.Unai Beroiz

20

En el año 2000 eran 12 vecinos, siete en los tres caseríos del pueblo original y otros cinco abajo, junto a la carretera. Ahora suman 184 habitantes, el 20% de la población del Valle de Basaburua. Un pueblo multiplicado por 15. En tiempos de despoblación, Aizarotz emerge empapado de lluvia y monte como rareza demográfica y sociológica. Un símbolo de la resistencia del mundo rural con la promoción de vivienda asequible como atractivo reclamo a nuevos vecinos. El Boletín Oficial de Navarra oficializó el 7 de febrero la creación del Concejo de Aizarotz, el primero que nace en Navarra en 35 años. Desde 1990. “Somos una especie de Mendillorri, pero en el bosque”, bromea Eneko Iurramendi, presidente de la recién formada Comisión Gestora de un pueblo con personalidad jurídica propia.

El desarrollo del pueblo

Benito Alberro Goñi, de 71 años, vive desde los ocho en un Aizarotz que “no tiene nada que ver” con el de hace dos décadas. “Antes aquí abajo estábamos cinco personas; mi madre, mi padre, mi mujer, mi hijo y yo”. Alberro destaca cómo en el lugar se levantó una ferrería, aprovechando el desarrollo de los minerales, y “comenzó a poblarse con la gente que venía a trabajar. Y hubo un punto álgido de unas 150 personas. Ahí mis padres, al casar, lograron comprar aquí un prado y nos establecimos en esta zona”, dice sobre la parte baja, Aizarotzko Ola, ahora principal núcleo de población.

El cierre de la actividad minera y el paulatino descenso ganadero propició el declive demográfico. Benito, entonces concejal en el Ayuntamiento de Basaburua, participó en el desarrollo urbanístico tras la compra de terrenos por parte del Consistorio. “Veíamos cómo iba para abajo la población y las fuentes de ingresos, y no encontrábamos cómo darle la vuelta. Era imposible. Y era una pena”, reconoce.

La amenaza de traslado de la escuela del valle a Larraintzar por falta de chavales “encendió todas las alarmas. Porque si perdemos la escuela, perdemos todo. Con esa preocupación salió esta oportunidad, y nos enganchamos como a un clavo ardiendo”, destaca sobre el interés de una promotora.

El proyecto inicial “era para chalets de gente adinerada, y lo quisimos mejorar. Para ellos era buena época y era más fácil hablar. La inmobiliaria estaba muy bien, fue antes de la crisis y salía dinero por todos lados. Conseguimos hacer vivienda más o menos accesible para gente más o menos de nómina, no de capital. Así se desarrolló esto”.

También recuerda el recelo de la inmobiliaria sobre el éxito de su promoción, motivo por el que “tuvo permiso para desarrollar el proyecto en tres fases. Pero lo ejecutó todo en una. La venta fue disparada porque eran pisos asequibles”. 120 viviendas, con algún desarrollo posterior hasta las 130. Un pueblo nuevo.

En la negociación le arrancaron más compromisos a la promotora: un frontón, unas 60 huertas de recreo para los nuevos vecinos, almacén incluido, el bar/sociedad/centro cultural, el depósito de agua que también abastece al valle y “el pellizco que faltaba de crédito del polideportivo” que se estaba levantando en Jauntsarats.

En 2004 se entregaron las llaves de las primeras viviendas y Aizarotz se transformó en un pueblo joven. “Hubo un momento en que el autobús de la escuela se llenaba. Como hace ya 20 años de aquello, estamos volviendo a los orígenes. Porque aquí la gente joven no se puede quedar a estudiar universitario, ni FP Superior. No hay nada alrededor. Y aunque estudien fuera, ¿pueden venir a currar aquí? No hay curro. Y estamos casi con el mismo problema”, lamenta. 

La llegada

Eñeko y su pareja habían sido padres y vivían de alquiler en el Casco Viejo de Pamplona. “Estábamos muy a gusto allí. Pero decidimos comprar, nos pusimos a mirar y aquello era una barbaridad, con precios prohibitivos. Empezamos a dar vueltas, vimos esto y aquí acabamos”, resume Iurramendi, cuyo caso ejemplifica el de otros muchos nuevos vecinos, urbanitas sin vinculación con el valle. Llegaron en 2006. “Ya vimos un pueblo y mucha gente de nuestra edad con críos pequeños”. 

Nunca se han arrepentido de la decisión. “Estamos muy contentos. Ahora es el día en que vamos a cualquier recado a Iruña, y nos agobiamos. Y soy de ciudad, ¿eh? Pero en cuanto acabamos nos miramos uno a otro y decimos, ‘¿qué hacemos? Vámonos’”.

Eneko valora “la tranquilidad”, aparcar a la primera y en la puerta de casa o “el lujo” que ha supuesto el pueblo para la crianza. “Aquí todo el mundo se conoce, si no estás tú está el amigo o el vecino. Como pasaba hace 100 años en cualquier barrio. Y además con un montón de niños, que también se han ayudado unos a otros y han crecido juntos. Eso ha sido una gozada”, resume. Y como prácticamente todos los vecinos se han conocido en el pueblo, “porque todos hemos venido vírgenes a una experiencia nueva, nos hemos ayudado. Será mucho más difícil que tú vayas de una ciudad a un pueblo y seas el único”, destaca.

Aunque reconoce que viven “bajo la tiranía del coche”, también explica que “somos un pueblo que hemos sabido organizarnos, tanto para celebrar unas fiestas como para el coche”. De hecho, en 2014 el vecino Patxi Miranda creó el grupo de WhatsApp Joanetorri “para compartir coches, viendo que aquí todo el mundo salía a Iruña a distintas horas, y desde entonces ha habido 4.700 intentos de contacto y en 3.500 ocasiones se ha logrado compartir coche”. 

El Concejo

“La tendencia en la administración es simplificar y no ramificarse más. Si en vez de ayuntamientos hubiera mancomunidades, la administración feliz. Pero claro, nosotros creemos que cuanto más cercana sea la institución es mejor para la gente, porque los problemas se entienden y se gestionan mejor. Entiendo que le dé pereza a la administración, y por eso nos ha costado. Con el gobierno de Uxue Barkos se empezó seriamente. Nos dijeron que sí, pero no les dio tiempo. Llegó el primer gobierno de Chivite, que no tenía ninguna intención de crear concejos, todo lo contrario. Pero a base de dar la pelmada, en esta segunda legislatura lo hemos conseguido”, destaca Eneko Iurramendi.

El Concejo “viene a normalizar la situación de Aizarotz. El resto de pueblos de Basaburua tenían su Concejo, su alcalde concejil, sus pequeñas competencias... Te da un mínimo de entidad institucional para pelear”, dice poniendo como ejemplo la reclamación de un acceso en autobús a Iruña de los ejes principales que vienen desde Donosti o de Baztan. Y destaca el apoyo del Ayuntamiento de Basaburua y el resto de concejos del valle para que lograran ese estatus. “No ha sido una pataleta nuestra. Nos han ayudado porque ellos también lo ven positivo”, dice Iurramendi. 

La juventud

Unai Elizalde cumplió 20 años el pasado abril. Es el primer chaval que nació en el nuevo Aizarotz. “Hay mucho ambiente joven y este es el pueblo de reunión de la gente joven del valle”, cuenta. Le “encanta” la vida del pueblo y no lo cambiaría por la ciudad. De hecho, de niño recuerda que “cuando iba a Pamplona me costaba dormirme; el ruido, los coches... Aquí estás más tranquilo, con tu gente. Nos conocemos todos, y si hay alguna bronca es fácil hablar tranquilamente y se soluciona”. 

Este joven lleva años haciendo pueblo desde la comisión de fiestas. Además del festejo oficial, el 26 de diciembre, han organizado otra fiesta en verano y están pergeñando sus primeros carnavales. “Siempre ha habido problema en que los jóvenes participaran, y ahora empieza a haber más implicación, vamos a tener comida de jóvenes por segunda vez...”.

Los ‘neorurales’

El donostiarra Eneko Larrarte se mudó hace cuatro años a Aizarotz, donde su pareja ya tenía vivienda. Desde el pueblo va y viene a trabajar a la capital gipuzkoana. Unos 40 minutos de coche que “si lo comparas con Barcelona o Madrid, realmente es una calidad de vida impresionante. Y además esto es un paraíso para mí. Tienes todo lo que echas de menos de una ciudad; la cercanía de la gente, las actividades de pueblo; si hay que hacer una comida autogestionada o un auzolan. Y la tranquilidad diaria que te ofrece esto”, resume este vecino. 

A Iraia Amundarain Agirre un amigo que vivía en Aizarotz les habló del lugar, y decidió trasladarse con su entonces pareja en 2014. “El padre de mi hijo siempre había querido vivir con huerta y en un entorno rural. Pero no es fácil. Un amigo nos dijo que aquí se alquilan pisos, tienes huertas comunitarias, te corresponde lote de leña... Es un formato muy interesante. A los neorurales, que decimos en broma y no tan en broma, nos permite una vida rural pero en un piso, sin tener que coger una casa grande. Está muy bien pensado”, considera.

También reconoce que “al ser un pueblo artificial que se construyó de golpe, tiene sus cosas buenas y no tan buenas”. Entre las buenas, que “al ser todo el mundo de fuera, no te marcan tanto el hecho de que tú seas de fuera, como pasa en muchos sitios rurales. Igual ese choque está más a nivel de valle”.

Entre lo no tan bueno, que aunque “la gente de Aizarotz estamos muy a gusto aquí y para criar está súper bien, no hay un trasvase generacional natural. No hay mucha gente mayor, y pasamos de la quinta que tenemos ahora 40/50 años a los de 20. Y esos chavales, cuando tenían 16, no tenían modelos de 22 años. Sociológicamente es extraño, pero para vivir, sobre todo criando, está genial. Y está lo suficientemente lejos de Iruña como para que no sea un pueblo dormitorio, tienes que hacer vida aquí. Y a la vez está cerca, porque la mayoría trabajamos en Iruña y puedes ir tranquilamente”.

Su historia:

Aizarotz fue concejo, pero a finales del siglo XVI perdió su condición y pasó durante mucho tiempo a propiedad del señor de Ripa. A principios del siglo XIX se vendió a un gipuzkoano llamado Mitxelena, que construyó una ferrería que funcionó hasta comienzos del siglo XX. Las instalaciones se reutilizaron con otros fines hasta finales del siglo XX. En el primer tercio del siglo pasado, cambió de propietario y se vendió por partes; gran parte la compraron los propios trabajadores y otra parte la Diputación de Navarra.

Un proceso complejo:

La creación del concejo no ha sido fácil. Como detalla la Federación Navarra de Municipios y Concejos, tras un intento previo, el proceso arrancó formalmente en 2019. No prosperó al no acreditar suficiencia financiera, requisito recogido en la Ley Foral de la Administración Local. La perseverancia del Ayuntamiento de Basaburua, junto con el empuje de vecinos y apoyo del resto de concejos, permitió retomar el proyecto en 2022. En mayo de 2023 recibió el respaldo de la Comisión de Delimitación Territorial, con la posterior aprobación definitiva del Gobierno.

Gestión directa:

Aizarotz podrá asumir el mantenimiento de infraestructuras y equipamientos, otorgar licencias urbanísticas, gestionar directamente servicios municipales y la administración de bienes comunales.

345 concejos en Navarra: 

Navarra cuenta con 345 concejos en los que viven algo más de 42.000 personas, con una media de 123 habitantes por concejo. La mayoría se encuentran en la Merindad de Pamplona (172), seguida de Sangüesa (85), Estella (77), Olite (10) y Tudela (1). De todos ellos, 252 concejos tienen menos de 100 habitantes. Aizarotz se erige, además, en un momento especialmente sensible. La posible desaparición de nueve concejos por no presentar candidaturas en las dos últimas convocatorias electorales encendió las alarmas en Navarra. Ocho de ellos se han mantenido tras presentar alegaciones admitidas por el Gobierno. Azanza no puso reparos y encara su disolución.