La historia de una amistad, el paso del tiempo y la fuerza de la pintura se entrelazan en Reencuentros, la exposición que reúne en Barásoain a tres nombres conocidos del panorama artístico navarro: Javier Esquíroz, Carlos Alonso y Javier Zudaire. La muestra, que puede visitarse en la Sociedad Valdorba hasta el 16 de noviembre, supone el regreso conjunto de estos pintores que comenzaron su trayectoria en los años ochenta en Tafalla, cuando el arte local vivía una etapa de impulso y experimentación.

Los tres se conocieron en el taller de Zudaire, que por entonces impartía clases a jóvenes artistas. Allí nació una amistad que se consolidaría más tarde en el Estudio Argia, donde también participó la artista Elena Bezunartea. En aquel espacio compartieron enseñanza, concursos y exposiciones, viajando a ciudades como Madrid o Barcelona. Fue una etapa intensa que marcó su desarrollo artístico y personal.

Con los años, la vida llevó a cada uno por caminos distintos. “Carlos hace abstracción total; yo hago realismo; y Javier Zudaire ha pasado por diferentes estilos”, recuerda Esquíroz. “Pasa la vida y esa unión se fue perdiendo”, añade Zudaire. Pero el vínculo nunca desapareció del todo, y ahora vuelve a cobrar vida con esta muestra colectiva, fruto de una invitación de la Sociedad Valdorba. La propuesta inicial era una exposición individual de Esquíroz, pero pronto surgió la idea de ampliar el encuentro a los tres compañeros. “Nos hemos reencontrado después de tantos años de estar cada uno por libre”, confiesa Carlos Alonso.

Los brochazos

En Reencuentros, cada pintor muestra una parte de su recorrido, con obras que reflejan su evolución y su estilo propio. Javier Esquíroz presenta una serie inspirada en la superficie del Valle de Erro, donde combina realismo y abstracción para capturar la fuerza de la naturaleza. “Hago dos cuadros en uno: uno realista, con hojas y piedras, y otro abstracto, con la energía del agua y el tiempo”, explica.

Carlos Alonso expone su serie “Días de aislamiento”, nacida durante el confinamiento por la COVID-19. Obras en las que la abstracción inicial fue dando paso a la figuración, retratando la quietud de aquellos días: calles vacías, cielos despejados y el canto de los pájaros como banda sonora del encierro. Su estilo, antes más matérico y centrado en la textura, evolucionó hacia una pintura más introspectiva y luminosa.

Por su parte, Javier Zudaire propone una serie que combina abstracción y figura, invitando al espectador a descubrir los detalles. “Me interesa que el público se detenga y observe; que encuentre algo nuevo en cada mirada”, señala. En total, la exposición reúne unas treinta obras de distintos formatos, que dialogan entre sí pese a sus diferencias. “Lo bueno es que el público verá tres tipos de pintura distintos, pero juntos. No se parecen, y sin embargo se entienden”, resume Esquíroz.

Más allá de la pintura, Reencuentros es un viaje al pasado compartido, una celebración de la amistad y una reivindicación de la creación como punto de unión.

En Barásoain, hasta el 16 de noviembre, el visitante podrá recorrer tres trayectorias distintas y un mismo espíritu: el de quienes, tras décadas de caminos propios, vuelven a encontrarse frente al lienzo.