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Fallece Pablo Hermoso de Mendoza Galdeano a los 97 años, patriarca de rejoneadores

Estella-Lizarra despide un hombre cuya influencia marcó el rejoneo y la doma de tres generaciones de toreros a caballo

Fallece Pablo Hermoso de Mendoza Galdeano a los 97 años, patriarca de rejoneadoresOskar Montero

Pablo Hermoso de Mendoza Galdeano, pionero y promotor de la hípica en Navarra, falleció este domingo a los 97 años en Estella-Lizarra, su ciudad natal, donde creció y forjó su pasión por los caballos, así como los principios que hoy definen a una de las familias más representativas del rejoneo. Padre del reconocido rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza y abuelo de Guillermo, su legado trasciende cualquier apellido. Casado con Natividad Cantón, tuvo cuatro hijos.

Aunque nunca ejerció como torero, Hermoso de Mendoza Galdeano se ganó el respeto en los picaderos gracias a su maestría en la doma, sentando las bases de un linaje que hoy continúa con su hijo y su nieto. La emblemática imagen de tres generaciones sobre la arena solo se comprende gracias a su dedicación silenciosa y constante.

Pablo Hermoso de Mendoza Galdeano, con Cagancho en 2003.

Pablo Hermoso de Mendoza, y dos de sus nietos, a caballo al inicio de la corrida de rejones en fiestas de Estella 2005.

Pablo transformó el negocio familiar en su ciudad natal, pasando de los caballos de tiro a los de monta. Se dedicó tanto a la formación de caballos como a la instrucción en la monta y a la coordinación de paseos a caballo, que se convirtieron en una estampa típica de la ciudad del Ega en los caminos que comunicaban con sus caballerizas en la calle Curtidores, junto al Santo Sepulcro.

Su última aparición pública tuvo lugar este mismo año, en la plaza de Estella-Lizarra, donde acudió a ver a Guillermo enfrentarse a seis toros en solitario. "Mi abuelo, a sus 97 años, vino a verme… jamás olvidaré esa tarde", escribió emocionado su nieto.

Fotos de la 'encerrona' de Guillermo Hermoso de Mendoza en la plaza de toros de Estella - LizarraIban Aguinaga

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Ese gesto familiar se convirtió en un símbolo del cierre de un ciclo vital, observado desde el burladero con la dignidad de quien ya ha dejado una marca imborrable en la historia del rejoneo.