Hoy domingo se cumple el segundo aniversario del relevo en la Alcaldía de Pamplona, que vino precedido de un inédito acuerdo entre los socialistas y la izquierda abertzale que abrió la puerta a una moción de censura solo seis meses después de haberse celebrado las elecciones. Hasta ese momento, y con la única excepción de 2015, una sucesión de gobiernos municipales, en su mayoría de UPN, habían dirigido los destinos de la ciudad con mano firme, con sus aciertos y sus errores, sustentados en una mayoría de votos que no siempre reflejó el sentir real de la ciudad e ignorando en no pocas ocasiones a una parte de su población.
El tablero dio la vuelta a media mañana del 28 de diciembre de 2023, cuando los cinco votos de los representantes del PSN a favor del candidato de EH Bildu se unieron a los dos de Geroa Bai y al de Contigo-Zurekin, certificando que había una nueva aritmética municipal: 16 contra 11.
Era una cuestión de tiempo que la normalidad democrática tras el final de la violencia de ETA alcanzara también a Pamplona, un territorio que la derecha siempre consideró de su propiedad. Solo hacía falta el compromiso de dejar atrás para siempre los lazos con el terrorismo, mirar hacia adelante con un talante abierto y constructivo y que las cuentas salieran.
Los actores implicados también entendieron que no tenía sentido que Pamplona siguiera metida en una burbuja, que lo que valía en el Congreso o en el Palacio de Navarra, donde los apoyos cruzados estaban normalizados, también debía servir para los pamploneses, un poco ya hartos de ver cómo un proyecto tras otro acababa metido en un cajón por la incapacidad de sus gobernantes para ponerlos en marcha.
Ni Enrique Maya ni Cristina Ibarrola fueron capaces de consensuar nada, ni presupuestos, salvo en un año de la pandemia, ni intervenciones urbanísticas relevantes, algunas de ellas tan imprescindibles para el desarrollo de la ciudad como la reurbanización del paseo de Sarasate o la reforma de los Caídos y su entorno.
Para salir de la parálisis las cuatro formaciones progresistas se pusieron rápidamente de acuerdo, supeditando sus estrategias e intereses partidistas a los de la ciudad y con consensos en las decisiones importantes para la vida diaria de sus vecinos.
El balance desde la moción de censura deja dos presupuestos aprobados, los mayores en la historia de la ciudad, con un largo listado de proyectos que se han puesto en marcha o están a punto de hacerlo, como el museo de la pelota o la reurbanización de San Jorge, gracias a contar de una financiación garantizada.
Presupuesto de 293 millones, el mayor de la historia
Con un presupuesto para 2026 de 293,7 millones, 37 euros de cada cien van destinados a gasto social y 24,5 de cada cien para mejorar la ciudad consolidada. Para inversiones hay asignados 35 millones, la principal, con 12,2 millones de euros, para reurbanizar el paseo de Sarasate.
Otros 4,2 millones de euros se destinarán a los nuevos desarrollos dentro del Plan de Vivienda Asequible: Donapea, el PEAU de Universidad Pública de Navarra o el PSIS del Tren de Alta Velocidad.
Además, se seguirá con la activación de parcelas en la zona del Sadar, en Buztintxuri o en Lezkairu y se prevé finalizar la tramitación del PEAU del II Ensanche y actuar en la rehabilitación de Casa Soto en Arantzadi, en el parque de la Magdalena.
A esto hay que sumar, en materia de vivienda, 1,5 millones para subvenciones a la rehabilitación, y el primer centro de día municipal que se está construyendo en la Rochapea, con el compromiso de que habrá más.
Funcionamiento interno
El funcionamiento interno del gobierno municipal ha sido una de sus fortalezas. La experiencia de la primera legislatura del cambio sirvió de aprendizaje, sobre todo para la izquierda abertzale, que ha sabido dejar atrás sus tics autoritarios y buscar los consensos en vez de imponerlos.
El resultado es que sus socios están satisfechos pese a las discrepancias, como ocurrió con el acuerdo para reformar los Caídos que no comparte la formación de Txema Mauleón, porque la gestión diaria no depende solo del número de concejales de cada grupo, porque la acción de gobierno se pone en común y porque la comisión de seguimiento que incluía el acuerdo entre EH Bildu y PSN ha funcionado razonablemente bien durante este tiempo.
En este contexto es entendible la pataleta que mantiene Ibarrola, que sigue pensando que aquella votación fue ilegítima, repartiendo estopa a diestro y siniestro cuando aparece por el Ayuntamiento, ahora más que antes.
De un tiempo a esta parte se le ve más e interviene más, aunque los asuntos que traiga al debate municipal no siempre tengan que ver con lo que preocupa a la ciudad, como ocurrió en el último Pleno con una declaración sobre las andanzas de Paco Salazar, un un tipo poco aconsejable y alto cargo de Moncloa implicado en varias denuncias de acoso sexual en el ámbito laboral.
Mirando a las elecciones de 2027
Más preocupada por María Chivite que por Joseba Asiron, lo que resulta evidente es la radicalización de su discurso, cada vez más cercano a las posturas de Vox aunque no le guste escucharlo, vinculando migración con delincuencia, inseguridad y ayudas sociales como si tal cosa, tal vez consciente de que cualquier desviación de voto hacia la extrema derecha puede arruinar sus planes para Pamplona.
El riesgo, como ya lo dijo en este periódico el concejal y diputado del PP Carlos García Adanero, es que si la derecha no va a unida en una candidatura en Pamplona no se puede descartar que la lista de EH Bildu sea la más votada (en las últimas elecciones se quedó a menos de 3.000 votos), lo que complicaría aún más las posibilidades de UPN de recuperar el gobierno municipal.
Habrá que ver si Ibarrola regresa a la Alcaldía, ya que aunque anunció tras la moción de censura que repetiría como candidata al Ayuntamiento de la capital no se puede excluir la posibilidad de que sea ella finalmente quien lidere la lista de UPN a la presidencia del Gobierno de Navarra, más ahora que dirige el partido y que las perspectivas electorales tras los casos de corrupción que afectan a los socialistas son otras.
No es que las demás formaciones tengan el panorama más despejado. Salvo en el PSN, donde Marina Curiel tiene todas las papeletas para continuar al frente del grupo municipal tras asumir el puesto por la salida de Elma Saiz hacia el Ministerio, en el resto se imponen las incógnitas.
Joseba Asiron no tiene demasiadas ganas de continuar, pero dado su tirón electoral es posible que busquen una fórmula para mantenerlo de cabeza de cartel, sabiendo que el primer puesto no se encuentra tan lejos y que la diferencia puede estar en un puñado de papeletas.
En Geroa Bai andan a la búsqueda desesperada de una candidatura atractiva para su electorado que evite el descalabro como hizo Koldo Martínez en 2023, mientras el futuro de Contigo-Zurekin dependerá de si Podemos quiere mantenerse en la coalición o revienta las opciones de la izquierda de contar con representación en Pamplona.
Queda año y medio de legislatura, el periodo más decisivo por la importancia de los proyectos pendientes, lo que permitirá tener una radiografía más completa del mandato, mientras la oposición sigue girando sus discursos sobre ETA y los casos de corrupción, sus dos filones.
El anuncio esta martes de que la mayoría municipal solicitará en el próximo Pleno la dimisión de los dos portavoces de la oposición por sus comentarios precipitados y acusadores en el caso de la violación de la carpa universitaria es toda una declaración de intenciones de lo que queda por venir.