El teatro y el humor, tablas de salvación y de reflexión
La peraltesa Cristina Castillo Alonso protagoniza ‘La cosa’, una obra que dirige su hermano y que aborda el tema del abuso sexual en la infancia que ella misma sufrió.
Un gesto menor, desvela, fue lo que le empujó a marcar el 016. Un gesto que supuso un viaje sin retorno; un camino, eso sí, hacia su restauración y sanación. Y es que la peraltesa Cristina Castillo Alonso aborda, de la mano de su quinta obra de teatro, La Cosa, el tema del abuso sexual en la infancia (ASI), algo que ella misma sufrió y que cuenta en primera persona. Después de estar 45 años callada y dos en un duro proceso de terapia, se sube al escenario con una tragicomedia que define como “brutalmente honesta” y que “transita entre la carcajada y el abismo”.
De 59 años, Cristina, que trabaja en Jofemar, S.A. y estudió Arte Dramático en el Escuela TAI de Madrid, escribe a finales del año 2024 esta pieza que dirige su hermano, Alfredo Castillo. Cuenta su historia, “no desde el drama, sino desde la ironía y el humor como tabla de salvación”.
El teatro, una herramienta
En cuanto al nombre elegido para la obra, explica, “empecé a llamarla así, sin pensar en el título, porque no sabía si lo que estaba escribiendo era un cuento de terror, una charla, una tragicomedia, un dramón, una road movie, una catarsis o una terapia de grupo… y resulta que es una mezcla de todo eso. Pero ante todo es teatro”. Lo que pretende es que “el público reflexione sobre la magnitud de los abusos sexualesen la infancia y, sobre todo, es un hermanamiento con todas las víctimas que hay en cada representación, porque siempre las hay. No son pocas, casi todas mujeres, las que me han abordado después de la función para decirme ‘a mí también’ o ‘es la primera vez que lo cuento’. Cuando salgo al escenario, siento que salimos todas. Los abusos que han salido a luz son, sobre todo, los sufridos por niños en colegios casi siempre religiosos. También se habla de los casos que surgen en los centros educativos u otro tipo de entornos donde los adultos se mezclan con niños y niñas, pero creo, aunque no soy ninguna experta, que los abusos sexuales que se producen dentro de las familias están mucho más ocultos, son mucho más abundantes y se ejercen más sobre las niñas”.
Y es que, se cree que uno de cada cuatro niños o niñas sufre violencia sexual contra la infancia, y que entre el 65 y el 85%, ocurre en el seno familiar. A pesar de que se ha avanzado, se le dedican más recurso y hay una mayor visibilidad, de acuerdo con Cristina, aún queda camino por recorrer: “donde piensas que los niños y niñas están más protegidas, es donde más peligro pueden tener. Los abusos dentro de las familias son muy complejos porque el agresor; el pederasta, es un primo, un hermano, un tío, el abuelo, el padre, un amigo de la familia, un vecino... Nombro siempre en masculino porque una abrumadora mayoría de los agresores son hombres, aunque no son los únicos. ¿Cómo puede una niña o un niño procesar en su cabeza que lo que le hace alguien de su familia pueda ser algo malo? Además, los agresores sexuales ya se encargan de hacer que te sientas culpable, que sientas que tú formas parte de eso porque quieres, aunque tengas muy poquitos años de vida. Y cuando creces y te das cuenta de lo que pasó, ¿qué haces?, ¿pones a toda tu familia patas arriba?, ¿te van a creer?, ¿van a ser capaces de hacer algo con toda esa barbarie? ¿los vas a sumir en la misma miseria en la que tú vives? Es muy, muy complejo. No se puede salir sola o solo de esto; se necesita un buen acompañamiento profesional que te vuelva a poner en el mundo”.
El humor como terapia
Cristina, a quien apenas le costó escribir la obra de en torno a una hora y diez minutos de duración, ha optado por abordar el tema del abuso sexual infantil continuado desde un relato personal, íntimo y desgarrador, pero lo hace en clave de humor, y “esa es la dificultad de esta obra”, recalca. “Cómo hacer que las personas que vienen al teatro puedan escuchar y soportar todo lo que vamos a contar. Mi forma de hacer teatro ha sido siempre la comedia. La risa se atreve hasta con lo más terrible. No sé expresarme de otra manera. Y a mi hermano Alfredo le pasa lo mismo. Somos payasos. El humor es el mejor vehículo para sobrevivir y para compartir. Sé que parece increíble pero las y los espectadores se ríen, cantan, bailan, gritan… Lo hacen porque así nos ayudan a contar y a crear un ambiente que no sea tan oscuro como se presupone. Y yo lo agradezco infinitamente. La obra es un poco terrible porque no nos guardamos nada, pero también es una celebración de la resiliencia”. No se trata de revivir el dolor, dice, “sino de transformar el horror en un acto de liberación a través del humor. Busca conmover sin morbo, y provocar reflexión desde la risa”.
El hecho de salir y exponerse a pecho descubierto es complicado, pero no tanto como lo fueron los pasos que dio durante los dos años en terapia: “Estuve 45 años callada, y un hecho aparentemente menor, por ahí empieza La Cosa, me sumergió en una crisis muy gorda. Difícil fue ese proceso. Salir al escenario es celebrar la resiliencia y hermanarme con montones de víctimas. Sin el acompañamiento profesional estupendo que he tenido; todas mujeres, que también aparecen en la obra, hubiera sido incapaz de escribir ni interpretar esta pieza. El trabajo que hacen es absolutamente necesario. No sé cómo puede haber gente que ponga en duda estos servicios públicos de atención a víctimas de violencia sexual”.
Su gente allegada ya sabía de qué iba La Cosa, pero, “aun así, les impactó mucho. Partes de la obra se refieren, precisamente, a cómo lo fui contando a mi mujer (que lo sabía, pero sin todos los detalles), hermanos, hermanas, amigas y amigos… Eso fue duro, yo pensaba que subir el Annapurna tenía que ser algo parecido… En Peralta ha sido una bomba, la verdad. La estrenamos los días 2, 3 y 4 de mayo de este año, prácticamente lleno los tres días. Gracias al teatro la gente me ha querido bastante más de lo que me he querido yo. Siempre me he sentido querida en mi pueblo”.
Una obra espejo
De acuerdo con Cristina, las víctimas que hay en la sala en la que actúa ven un espejo “porque todas tenemos la misma historia; el fondo es el mismo. Sabemos de algunos casos que, después de ver la obra, se han atrevido a dar el primer paso y, probablemente, el más difícil: elegir a una persona muy, muy cercana, y empezar a hablar. El siguiente paso es acudir a un centro público de atención a víctimas o cualquier otro servicio privado especializado en trauma por ASI. Ahora mismo los servicios públicos son los CAIVS (Centro de Atención Integral a las Violencias Sexuales), aunque a mí me atendieron en la Oficina de Atención a la Víctima del Delito del Palacio de Justicia, después de que mi mujer llamara al 016… Lo que ayuda a sanar es el acompañamiento que hacen las y los profesionales y el apoyo incondicional del entorno más cercano. Hay casos en los que el agresor campa a sus anchas por la familia a pesar de que varios miembros lo saben. Eso tiene que ser demoledor para una víctima; que no te crea tu propia familia o que piensen que eres una exagerada…”, y este es uno de los motivos por el que cree que se debería movilizar, politizar y sacar el debate del abuso sexual infantil a la calle; “eso de que los abusos sexuales prescriban... en fin… No sé cómo se podría hacer, pero tendríamos que ver a los agresores en un juzgado independientemente de cuándo se haya cometido el delito”.
Próximas fechas
Ahora, y tras haber pasado por Marcilla, Milagro, Artajona, Galbarra, Olite y San Adrián, estará en Arrasate (día 27 a las 18.30 horas en el auditorio de la escuela de música); Funes (28 a las 21.00 horas en la casa de cultura); y Falces (día 30 a las 19.00 horas en el centro cívico). Quienes quieran recabar más información pueden hacerlo a través su Instagram (@cristinacastillo.lacosa). Y de la página web cristinacastilloteatrolacosa.com.
Para terminar, recuerda la concentración que habrá hoy en Peralta con motivo del 25N y agradece “el apoyo incondicional de mi mujer, que ha sufrido y respetado mi silencio durante veinte años y me llevó de la mano al Palacio de Justicia. Mis hermanas valientes; mis hermanos que, además, han hecho el atrezo y el cartel; amigas, amigos y ‘el equipo La Cosa’. Mi hermano Alfredo, el director, que se ha mimetizado con mi historia y ha conseguido que en el escenario esté la obra tal y como la escribí, y todas las profesionales que me he cruzado en el camino, sobre todo, La Heavy, mi psicóloga. Gracias a ella soy un poco más heavy. ¡Vengan al teatro y abróchense los cinturones!”.
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