A pesar de que hay más de 60 años de diferencia, los talleres intergeneracionales que han llevado a cabo en Falces de la mano de Jubilocio han logrado conectar a un grupo de txikis del colegio Doña Álvara Álvarez con personas jubiladas en lo que ha sido un proyecto innovador a nivel pedagógico, tal y como informan. De acuerdo con Iosu Martínez, impulsor de la iniciativa gracias a la apuesta del área de Bienestar Social del Ayuntamiento, “en las diversas actividades que se organizan, detectamos que había una carencia o un vacío en torno a estas personas mayores. Es como que, al jubilarse, caían relegadas a un segundo plano, y por qué no devolverles ese papel relevante, por qué no aprovechar y validar esa experiencia de vida para que no se pierda. Es, como decimos, un re-conocimiento; porque te conoces y se conocen y, además, se les da el valor que merecen”.
Con el arte como metodología y como herramienta de transformación, y de la mano de Mª José Llorente, organizaron cuatro sesiones en el centro educativo falcesino (también han estado en Andosilla dentro de la Ribera Alta), con muetes y muetas de 11 y 12 años.
“La conexión entre las generaciones fue brutal; había una atención y un interés increíble desde el primer momento, y se creó un vínculo muy especial. A pesar de la brecha tan grande que hay en cuanto a las edades, abordaron los temas desde sus perspectivas y se generaron bonitas conversaciones. Es un aprendizaje y una satisfacción que va en doble dirección. La verdad es que la gente se quedó con ganas de más”.
En primera persona
Celia Martínez, de 72 años, fue una de las siete mujeres (además de un hombre) que participó en el proyecto, y tiene claro que repetiría. Aunque ya había hecho alguna otra actividad impulsada desde el colegio con los muetes, asegura que nada que ver con esto. “La verdad es que cuando me apunté pensé: dónde me he metido, porque era algo novedoso y diferente, y no sabía qué tal iba a ir la cosa, pero resultó ser una maravilla. Creo que si tuviera que resumirlo en una frase sería que me he sentido una privilegiada. Por qué yo he podido hacer esto y por qué tengo acceso a este tipo de proyectos y otra gente no. Soy una afortunada”.
Tras una primera sesión de presentación para conocerse, cuenta, se metieron de lleno con las redes sociales. “Les hablamos de cómo nos comunicábamos antes y alucinaban. Usábamos la carta, nos mandábamos felicitaciones por la radio, y también la prensa. Después vimos los peligros que tiene el mal uso de las nuevas tecnologías y creamos nuestra propia red social con cartulinas que después unimos. Fue una experiencia muy bonita”.
Con mucho respeto y conexión, y muy, muy participativos, terminaron por mandarse cartas. “Ahora mismo yo tengo siete tesoros que guardaré para siempre. Animo a todo el mundo a participar, pero con los ojos cerrados”.
Conchi Huarte, otra de las falcesinas que se animó, es del mismo parecer. “Ha sido una experiencia maravillosa. Al principio decía, pero ¿qué vamos a hacer nosotras ahí?, y la verdad es que se nos hizo corto. Hicimos un mural precioso, hablamos mucho y nos conocimos. He aprendido mucho y creo que los niños y niñas, también. Este tipo de actividades son muy importantes; hemos conectado a pesar de la gran diferencia de edad y está claro que repetiría, aunque también me gustaría que otra gente lo probase porque es muy satisfactorio”. En este sentido, Conchi, uno de los temas que abordaría en un futuro sería el de la interculturalidad y la diversidad.