bera. El 23 de abril se cumplieron 72 años desde que aviones alemanes, a las órdenes de Franco, bombardearan Gernika. Aquel luctuoso hecho, el primer bombardeo de la historia sobre población civil hizo que el beratarra Isidoro Fagoaga, el tenor vasco más conocido de aquella época dejara de cantar. Tras lograr la cima de su carrera en las óperas más importantes de Italia, aparcó las partituras y comenzó con la literatura.
De pequeño, Isidoro Fagoaga se inició en el coro de la escuela, aunque cuentan que al principio no se destacaba entre los demás. El Padre Errandonea le regaló el primer libro de solfeo, de Eslava. Siempre fué un chico valiente, y con 14 años escribió a un tío que tenía en Argentina, para cruzar el charco, y aquel le envió por correo el billete de barco. Ya en Buenos Aires, comenzó a aprender música y a frecuentar las óperas.
En una de esas ocasiones, escuchó al tenor bilbaíno Florencio Constantino, quiso conocerlo, y decidió esperarlo a la puerta de su casa. Constantino llegó de la mano de la operista italiana Titta Ruffo y al principio no le hicieron mucho caso al jóven beratarra. Pero ante la insistencia de Fagoaga, le pidieron que cantara lo que supiera. Ruffo y Constantino quedaron fascinados con su voz y le redactaron una carta de recomendación para que fuera a Italia a estudiar el bel canto. Cruzó nuevamente el Atlántico, pero estuvo poco tiempo en el Conservatorio de Parma, ya que estalló la Primera Guerra Mundial y tuvo que volver a Bera. Aquella fué su primera relación con la guerra.
En Bera conoció a los Baroja, y especialmente se hizo amigo del pintor Ricardo Baroja. Éste le envió a la Diputación para conseguir una beca, ya que, Isidoro carecía de recursos para seguir con la música. Con la beca fué a Madrid a acabar sus estudios musicales, y finalmente, en 1921, con 27 años, debutó en la ópera Sansón y Dalila.
Más tarde, su voz cautivó al famoso director Guridi, que llamó al beratarra para estrenar en Bilbao su ópera más conocida, Amaya. Posteriormente, Fagoaga cantó en Gernika, Madrid y Buenos Aires, con Guridi como director.
De regreso a Italia, lo contrataron para cantar Walkiria, la famosa obra de Richard Wagner, ya que el anterior tenor fracasó ante el público de Nápoles. Desde el principio Fagoaga se ganó el respeto de la crítica italiana, y lo contrataron en la Scala de Milan, por orden del maestro Toscanini. Estuvo 11 temporadas en la Scala, interpretando los principales personajes del gran compositor Richard Wagner, bajo la dirección del hijo de éste, Sigfrido Wagner, el propio Toscanini y otros grandes maestros.
Intérprete de Wagner Fagoaga sobresalió y fué conocido por interpretar las óperas de Wagner, que eran las que más le gustaban y mejor se amoldaban a las características de su voz. Debido a una artritis infantil, su voz tenía algunos límites, que no eran superados por la música de Wagner y esa fué la principal razón por la que eligió su obra como su repertorio principal, aunque participó en muchas otras óperas. Su nombre apareció en los carteles operisticos de Italia junto a otros famosos cantantes famosos de la época, como Pertile, Rosa Raisa o Merli. Fagoaga era uno de los cantantes extranjeros que más cobraba, alrededor de 160.000 pesetas de la época.
El éxito de Fagoaga se apagó el mismo día del bombardeo de Gernika. En un primer momento se difundió que la matanza fué perpretada por tropas italianas y Isidoro Fagoaga entró enfurecido a la Scala gritando que los italianos eran unos salvajes. También lanzó improperios contra Mussolini, que pagó caro pero de los que nunca se arrepintió.
En aquella época la música de Wagner se identificó con el nazismo, por lo que, dicen, Fagoaga no quiso interpretar sus obras. Manifestó públicamente su postura contra el fascismo, y en respuesta, sus discos, libros y partituras ardieron en la hoguera. Ahí terminó el recorrido como tenor, aunque le abrió otras puertas, ya que pudo trabajar en sus otras dos mayores pasiones, la lectura y la escritura.
dE LA MÚSICA A LA LITERATURA En 1936, con la Guerra Civil española en su apogeo, era impensable para Fagoaga regresar a casa y como muchos otros, buscó cobijo en Iparralde. Allí conoció a Barandiaran y otros intelectuales vascos. De San Juan de Luz viajó a Buenos Aires y publicó varios trabajos en la revista Gernika. Además, a mediados del siglo XX fué uno de los principales colaboradores de Eusko Jakintza.
Además de esos artículos, Fagoaga publicó varios libros y ensayos que, aunque escritos en castellano, trataban principalmente sobre personajes vascos. Estos fueron sus libros más conocidos: Pedro Garat, el Orfeo de Francia (1948), Domingo Garat, el defensor del Biltzar (1951, fué traducido al euskara por Yon Etxaide), Los poetas y el país vasco, El teatro por dentro y Unamuno a orillas del Bidasoa y otros ensayos.
Falleció el 16 de marzo de 1976 en San Sebastian, con 83 años, y fué enterrado en Bera, pueblo en el que nació y se forjó este gran personaje.