burlada - Lo de “de tal palo tal astilla” funcionó al revés en el caso de Andrea Aylagas. Fue ella quien con 5 años empezó a bailar en el grupo Maravillas de Burlada y por envidia empezaron su madre y su tía, Loli Aylagas, que desde el año pasado es también la presidenta del grupo. “De hecho al principio mi madre no me quería apuntar, pero como le insistí tanto, aceptó para que me callara”, explica la joven de 18 años entre risas. De eso han pasado ya trece años, pero Andrea todavía recuerda la ropa que llevaba el primer día de ensayo: unos pantalones verdes de pana con libélulas. Lo cierto es que nadie entiende de dónde le vino la chirrinta por bailar flamenco. Su abuela, oriunda de un pueblo de Jaén, vino a Pamplona a comienzos de los 60, pero ella misma reconoce que su familia andaluza no es muy aficionada al baile. Quizás es porque su madre le ponía la Niña Pastori y Alejandro Sanz durante el embarazo -“dicen que eso influye”, ríe Andrea- o quizás es porque verdaderamente, como explica su tía, tiene el duende. “En las personas que bailan flamenco tener el duende significa tener un gen, ser el Messi o el Ronaldo del fútbol, ver desde muy pequeños que van a destacar”, ilustra orgullosa de su sobrina.

En realidad, Andrea no empezó a destacar hasta hace tres años, cuando Mari Tere Acosta, original de San Lúcar de Barrameda, se puso al cargo del grupo. “Mari Tere trajo la revolución. Ya nada más venir se agrandó el grupo. Pasamos de ser unas 25 a casi 100 porque hubo mucha gente que ya había estado con ella y que quiso continuar”, afirma Loli. Y Andrea continúa: “Antes solo cambiábamos un par de coreografías de actuación a actuación, pero ahora creamos un espectáculo en condiciones, con música en directo y ambientado con el tema o la época del año. En navidades, por ejemplo, montamos un belén viviente”.

Pero Alegrías no es la única escuela de flamenco de nivel de Pamplona, ni mucho menos. “La que más destaca es la de Sandra Gallardo, que estudió en el conservatorio con nuestra profesora, pero hay otras cuatro o cinco que también son bastante buenas”, comentan. De hecho, Pamplona es una de las pocas ciudades que organiza una semana de flamenco, la Flamenco on Fire, que se celebra a finales de agosto y en la que vienen artistas de renombre como Sara Baras o Farruquito. “Hay gente que directamente une el flamenco a lo gitano y lo desprestigia, pero también hay otros muchos que sí que lo saben apreciar, incluso aquí en Pamplona, tan lejos de su cuna”, revelan.

sentir para bailar A tía y sobrina les resulta complicado expresar lo que sienten bailando. “Es escuchar el primer acorde y se te va la cabeza. Te quedas en blanco. Te sientes libre, es como un espacio en el que te puedes mostrar tal y como eres. De hecho, no hay dos personas que bailen exactamente igual porque no hay dos personalidades iguales. Bailar flamenco es sentir”, se ayudan la una a la otra. “La diferencia entre el flamenco y otro tipo de bailes es que los otros son programados y el flamenco es libre. Llega un punto en el que un bailaor se sube al escenario sin haber montado nada. Él y el músico se tienen que entender, no pisarse el uno al otro, saber cuándo van a cerrar”.

Aunque de momento nunca ha actuado fuera de Navarra, Andrea tiene claro que gustaría dedicarse a la danza. De hecho, ya ha creado su propio aurresku flamenco, que ha interpretado en varias ceremonias acompañada de un dantzari. “Lo único que me echa para atrás es que en el conservatorio obligan a aprender ballet”, comenta apenada. De momento, el curso que viene empezará a estudiar Derecho en la UPNA, aunque su tía le insiste en que persiga su sueño y no desaproveche el duende que lleva dentro.