Son cerca de las 12 y media del mediodía y Ziripot ultima sus detalles. Dos mozos refuerzan los sacos que cubren su cuerpo y fijan la piel de jabalí que protege su espalda.

Este personaje legendario que ayudó a sus vecinos a atrapar al malvado villano Miel Otxin es venerado por los vecinos de Lantz, que le ven desfilar por sus calles tres días al año. En el caso de ayer, con motivo del carnaval txiki, Ziripot tenía un nuevo inquilino.

Sugar Ilarregi bebe un vaso de agua y respira con aparente calma, aunque confiesa estar “un poco nervioso”. Es la primera vez que da vida a Ziripot y siente, sobre todo, ilusión. “Mi tío y mi abuelo también lo fueron”, sostiene Ilarregi, que es vecino de Oitz pero tiene raíces en Lantz. A sus quince años, señala con una sonrisa que después de haber participado varios años en el carnaval como txatxo, le pareció “una buena idea” ser, al menos una vez, otro personaje.

Cerca de Ziripot, en el último piso de La Posada, decenas de chavales corretean alrededor de las dos figuras gigantes de Miel Otxin. El aroma a txistorra y el sonido de los cencerros se apoderan del ambiente.

Al mismo tiempo, una multitud espera en la plaza, a las puertas del edificio, para observar de cerca el desfile a pequeña escala.

Algunos txatxos asoman sus cabezas por las ventanas. La salida es inminente. Se escuchan risas, gritos de última hora. Nervios.

Los herreros, vestidos con sábanas de arpilla y ataviados con varios instrumentos como un caldero con fuego para herrar a Zaldiko, son el preludio de que el espectáculo está a punto de comenzar. En esta ocasión, lejos de la imagen imponente del carnaval homólogo con adultos, que tiene lugar mañana, llama especialmente la atención el tamaño reducido de algunos de ellos.

“¡Ziripot!”, exclama un pequeño con la misma potencia con la que se grita a los Reyes Magos en su Cabalgata. “Lasai, Jon, ahora saldrá”, le calma su padre.

Adeptos y espectadores fieles a esta celebración acuden año tras año a disfrutar de esta fiesta declarada Fiesta de Interés Turístico de Navarra por el Ejecutivo foral en 2011.

Esta vez, además, el buen tiempo puso de su parte. La pamplonesa Maite García, madre de una niña de seis años, subraya que “hay que conservar tradiciones tan bonitas y especiales”.

A las 13.00 horas, con estricta puntualidad, Ziripot cruza el portón y con él, Miel Otxin, Zaldiko y todos los pequeños txatxos que asustan y amenazan con sus rastrillos y escobas a los visitantes curiosos.

El protocolo es idéntico a la versión grande y los txikis recorren algunas calles levantando a Ziripot del suelo tras los continuos ataques de Zaldiko, el caballo de Miel Otxin.

El gigante malvado no se inmuta del resquemor por parte del pueblo hacia él y baila impasible con la música que le acompaña. Pero la cantera de txatxos Lantz no está dispuesta a ser vencida por la tiranía del bandido y con la música también como protagonista, bailan un zortziko alrededor de Miel Otxin. Un año más, los txikis engrandecen Lantz y ayudan a sus mayores a librar la localidad de los malos espíritus que representa Miel Otxin.

Hoy y mañana La fiesta, que dio comienzo ayer, continúa hoy y mañana, que es el día grande. No hay horarios establecidos para los desfiles y los personajes saldrán a partir del mediodía y al atardecer.