El pasado fin de semana las protagonistas fueron las localidades de Sesma y Dicastillo. Sus respectivas fiestas del esparto y del espárrago son ya una referencia y, tras tantos años, se merecen que marquemos una muesca en nuestro calendario. Desde luego, el motivo lo representan dos productos pero hablamos también de dos localidades con mucha personalidad. Algo que es característico en la mayoría de los pueblos, villas y ciudades de Tierra Estella. Pero, ¿se puede desarrollar una personalidad diferenciada dependiendo de que pertenezcas a un pueblo u a otro? Sí, vale, es difícil de explicar a los de fuera pero creo que los habitantes de esta Merindad lo tenemos claro: no es lo mismo uno de Andosilla que uno de Azagra por más que haya quien los identifique por el acento. Pues no. A lo largo de la historia las localidades vecinas han desarrollado una especie de lenguaje identitario que los diferencia de sus vecinos. ¿O es que ahora va a resultar que los de Mendavia y Viana tienen algo que ver? Tampoco. La diferencia está bien clara si la pregunta se la haces a ellos. Nos ocurre lo mismo a los de Olejua con los de Etayo o qué les voy a decir de las diferencias que siempre ha habido entre los de Estella y Ayegui, los de Arróniz con los de Allo, los de Cirauqui y Mañeru, los de Villatuerta con los de Oteiza, los de Lezaun con los de Arizala y, si me apuras, los de Grocin con los de Zurukuain. Otra cosa es que, en el fondo, esas diferencias que históricamente hemos construido con un poco de postureo, resulta que son también las señas de identidad con las que construimos nuestros acentos y nos reafirmamos en sabernos un punto especiales. Y ahí está la cuestión por la que, en fin: “yo por lo de mi pueblo mato”. Ojo, dicho sea lo de matar sin violencia ninguna.