Recientemente me llamó la atención la aceptación que había tenido una fotografía que hice sobre un abrevadero de un pequeño pueblo de Tierra Estella, concretamente de Oco/Oko en Valdega. Lo cual pese a su sencillez, para muchos resulta significativo, ya que tiene su componente emotivo y de añoranza, pues resulta que es común para algunos de nosotr@s, que se refresquen recuerdos de la niñez y por pequeños que sean los pueblos, son el origen de nuestros ascendientes, lo cual, en cierta manera, nos ha marcado. La citada foto, de un simple abrevadero, esencial en aquellos tiempos en que los animales desempeñaban una importante labor, de los que abundan en todos los pueblos, pero lo dicho, para algunos indica algo más, ya que de niño veías que bajaba, casi al trote, una centena de cabezas de ganado caballar, la mayoría yeguas y mulas, que se acercaban ansiosas a saciar su sed. Aquí el agua lo beberían con prudencia, en función a que estuviese más o menos fría según la época del año, pero cuando lo hacían en balsas o ríos según me comentaba mi abuelo lo primero que metían era las patas delanteras para observar la temperatura del agua.

El origen del abrevadero o aska era una fuente, también sencilla, pero a la que se iba ya desde niño a por agua fresca con un pequeño botijo. Elemento esencial, cuando no había aún agua en las casas, y los mayores venían sedientos del campo. El abrevadero era también lugar de entretenimiento de los pequeños, para los cuales resultaba una emocionante aventura buscar, entre las hierbas que se formaban en el agua, los renacuajos con los que jugar.

Seguido al abrevadero estaba el lavadero donde las mujeres hacían a mano la colada, con jabón hecho en casa aprovechando todos los restos de tocino y otros sobrantes u hondakines, que elaboraban con sosa cáustica. Este lavadero cumplía su función social, ya que era el lugar que aprovechaban para comentar la vida del pueblo mientras hacían la colada.

Sobre esa fuente recuerdo una anécdota curiosa. Y es que tiene un vértice superior, que un mocete subido en el aprovechó, mientras que una mula estaba bebiendo agua en la fuente, para saltar y montarse encima de la misma. Lo consiguió pero el txandrio fue que por la posición que saltó, montó al revés, y sentado al revés en la mula subió la cuesta hasta casa.

A otro mocete de unos 5 años, le ocurrió algo parecido, iba con un pequeño botijo blanco que tenía pintada una imagen de la Virgen del Puy, todo contento a por agua, y cantando “Voy a la fuente a por agua, con el botijo de la Virgen del Puy!”. Total que se patinaría o algo así y se le rompió el botijo, que para un crio era una gran posesión, y se le derramó el agua, volviendo a casa llorando. Este ultimo mocete era yo.

Junto al lavadero en ciertos días del verano acampaban carromatos de gitanos, que con mimbres hacían cestas que después ofrecían por las casas. Trueque. Recuerdo una cestaño ovalado, de blancos y finos mimbres que trajo una mujer, por el cual la abuela les dió una docena de huevos o algo equivalente.

Hay un sencillo pórtico de una iglesia románica, que dentro de la sencillez, según me comentaron, el prestigioso y reconocido, hijo de la vecina Etayo, Gregorio Monreal -Premio Euskadi de Investigación, Catedrático, Doctor en Derecho, jurista, senador?- destacaba su valor. Es un pórtico, pero es algo más, lugar de reunión de los vecinos en los descansos dominicales, incluso una pared frontón para los chicos.

En los pueblos siempre se ha mantenido un pequeño bar o centro social, donde hace unos pocos años algunos mayores jugaban a las cartas, indicando una expresión corriente en la zona, poliki-poliki (poco a poco, tranquilos), ahora son los jóvenes los que lo mantienen.

En todas las casas había una cuba de vino, humilde, que elaborado en casa, servía para el consumo de todo el año de la familia. Las campana marcaban las jornadas y aconteceres? Para sacar una foto a una bonita teja que nos da la bienvenida en euskera “Ongi etorri” (Bienvenido), decorada con lauburus, le pedí permiso a una joven dueña, que amablemente me dijo que sí. Se lo pedí en euskera y en euskera me respondió, y es que los jóvenes están recuperando la lengua del Viejo Reino.

Los pajares eran para los pequeños los castillos hinchables de la época, que además de servir para saltar y esconderse, al igual que los camarotes eran las pequeñas fortalezas, desde donde los niños mirábamos a la calle a través de una pequeña ventana.

Este pequeño pueblo conserva bastantes palabras en euskera: txandrio, koskola, abarra, muga, hamarreko? Así como el de nombres de términos, Dolareta, Ezpeldoia, Erbea, Ollandi, Basartia? destacando el de Iraia, ya que es el origen de ese nombre de mujer, utilizado en todo el País.

Sobre el euskera en 1581 hay el testimonio de un muchacho de Oco que sólo habla euskera al participar en una discusión vecinal en la iglesia, según señala P. Monteano.

Este pueblo hacía el siglo XIII fundó otro pueblo del mismo nombre el Avila, y curiosamente los que allí fueron llevaron la lengua que hablaban, el euskera, y así nombraron a un monte y arroyo, Gorria, nombre que se conserva en la actualidad.

Hay más datos históricos, pero fue muy llamativa la gran participación, donde en 1.893 firmo prácticamente toda la localidad por la defensa de la singularidad y régimen foral de los territorios del Viejo Reino de Nabarra, así como posteriormente a favor del Estatuto de Estella junto a las provincias hermanas, unidas en dicha causa y de los derechos históricos. Una pequeña localidad que mira al futuro, pero sin olvidar las raíces de nuestros antepasados a las cuales permanece fiel.

Un pueblo que mantiene vida y habitantes, y que salvando algunos inconvenientes disfrutan de la paz de un entorno natural, cielos estrellados, y una tranquilidad y sensación de paz, que sólo los pequeños pueblos pueden ofrecer, donde aunque estuvieses solo, nunca sientes soledad.