- Que el Viernes de Gigantes no fue como el de otros años es evidente. Sin embargo, en las calles de Estella-Lizarra todos sabían el día que era o que, más bien, no estaba siendo. Quienes más lo notaron fueron, sin duda, los hosteleros de la localidad, quienes, con su servicio, ayudaron a mantener mínimamente vivo el espíritu de las fiestas, pero que, admiten pasaron un día "raro". Los festejos son una parte esencial de su balance económico anual, el que se verá afectado por los meses de cierre. Por eso, con la intención de disminuir al máximo el perjuicio de la crisis, los bares y restaurante de Estella-Lizarra trabajan estos días sin descanso, pero adaptándose a las circunstancias, velando por la seguridad y apelando a la responsabilidad.

En el Bar Lerma son rápidos al calificar el primer día de las no fiestas. "Fue muy extraño, nada comparado con otros años", aseguró Jorge Banderman. Según dijo, aunque ofrecieron comidas y cenas siguiendo "un planteamiento diferente para llamar la atención", el miedo a un posible contagio se sumó a la "intimidación" que los clientes sintieron por parte de los cuerpos policiales. "Los continuos controles para asegurar el correcto uso de la mascarilla les hace sentir vigilados". La semana de fiestas señaló, supone "la venta más significativa del año, en torno a un 50% de las ganancias". Para mitigar el batacazo que su suspensión supone, el Ayuntamiento de la localidad les ha permitido colocar la terraza en la calle Baja Navarra, donde el mayor espacio ayuda a mantener el número de mesas habitual, veinte, respetando al mismo tiempo las medidas. Esto, aseguró Banderman, les ha favorecido por ser un lugar "con más sombra y más bonito".

Por su parte, Ana Isabel López, de La Terraza, hizo un balance positivo del atípico Viernes de Gigantes vivido: "Trabajamos muy a gusto, muy bien". "El vermut fue más flojo y durante la tarde hubo un goteo de gente, sobre todo desde las 8.00", dijo. Por la noche, aunque los establecimientos podían permanecer abiertos hasta las 2.00, optó por cerrar a las 00.00 horas en un ejercicio de responsabilidad. "No quiero incentivar ninguna circunstancia de riesgo", señaló. Para la semana que viene, espera un ritmo habitual, por lo que el horario será el normal. A pesar de ello, estos días ha optado por reforzar la plantilla, pasando de uno a dos camareros. Aunque la terraza ha sido duplicada, ha preferido ser cautelosa y no hacer acopio de grandes cantidades de género.

En el Asador Astarriaga vivieron "una cancelación en cascada" de reservas en las últimas dos semanas, que sobre todo afectó a las cenas. Jesús Astarriaga explicó que la sensación profesional que siente estos días es de "angustia y vacío". Económicamente, las fiestas suponen un "estímulo muy importante, una oportunidad de recuperación de las zancadillas que te has ido encontrando durante el año". Estimó que la horquilla de facturación del periodo marzo-septiembre pasará de un 80% a un 20%. Los endeudamientos, los gastos fijos y el gasto extra requerido para garantizar las medidas, sumados a la limitación del aforo, hacen muy complicada la recuperación. "Es una situación dura, esto va a crear un lastre y habrá que solucionarlo a largo plazo", apuntó.

Aunque la mañana del viernes fue "aburrida" en el Bar Restaurante Monjardín, tras las reservas de la hora de la comida, la tarde se tornó en "locura". Así describió un singular inicio de las no fiestas Cristian Dosman, quien apreció el buen comportamiento de los clientes. La respuesta también fue ejemplar a la 1.00 de la madrugada, cuando decidieron cerrar. Las fiestas, según apuntó Cristina Zhu, "es como trabajar los cuatro fines de semana de un mes de golpe", algo que, en esta ocasión, no va a poder darse.