El tercer encierro de las fiestas de Tafalla 2024 ha dejado una carrera limpia, multitudinaria y de larga duración. Los toros de la ganadería de Reta ya habían avisado durante el encierrillo de la noche del viernes, que empezó con unos 20 minutos de retraso porque uno de los morlacos no quiso salir de los corrales de la plaza y retrasó al resto de sus hermanos. Esta mañana del sábado se volvió a repetir: 27 minutos de encierro, seis en las calles de Tafalla y 21 en la plaza, hasta que el último toro, tras dar vueltas y vueltas al ruedo, entró en los corrales del coso. A pesar de la tensión y la larga duración, solo se registraron cinco heridos leves por erosiones.
Reta, con su casta Navarra, era la protagonista del día. Toros de sangre brava, poco habituales en estos eventos, que despertaban tanto respeto como emoción entre los presentes. Las miradas se clavaban en las talanqueras, que se llenaban a medida que el tiempo avanzaba hacia el momento crucial. Los nervios eran evidentes, no solo entre los mozos que aguardaban su cita con la adrenalina, sino también entre el público, consciente de que no se trataba de un encierro cualquiera.
La mañana avanzaba y, a escasos minutos del cohete, se comentaba entre los corredores que solo cinco toros saldrían a la calle, en lugar de los seis habituales. La razón se debía a un incidente ocurrido la noche del viernes, cuando dos de los astados se enzarzaron en una pelea. El encierrillo tampoco había transcurrido con normalidad porque un morlaco se quedó en los corrales de la plaza y retrasó en 20 minutos la salida de sus hermanos. El murmullo recorría las calles y añadía un toque de incertidumbre al ambiente ya tenso.
Finalmente, el cohete estalló en el cielo, y a los cinco morlacos les costó un minuto salir de corrales. Según comentaron los pastores, los toros estaban especialmente nerviosos, lo que les obligó a trabajar duro para que los astados se lanzaran al recorrido.
Una carrera con miga
Desde que abandonaron el corral, se notó que iba a ser una carrera con miga. Un cabestro se puso en cabeza y un par de metros más atrás le siguieron otros dos. Tras ellos salió escopeteado uno de los reses azabache, que debido a la velocidad con la que cogió la curva inicial se resbaló con el bordillo y estuvo a punto de caerse. No obstante, se recompuso rápido y logró seguir el ritmo de los cabestros. No se puede decir los mismo de tres de sus hermanos, que les costó aún más salir, se quedaron rezagados del resto de la manada y barrieron las aceras de la avenida Severino Fernández. Al mismo tiempo el toro azabache que lideraba la manada también miraba a un lado y otro del recorrido.
La curva de la Farola ha sido un tanto difícil para cuatro de los toros. Dos de ellos se resbalaron, aunque no llegaron a caerse ni a chocarse con el vallado, y casi se llevaron por delante a sus otros dos hermanos que iban muy seguidos. Pese a ello no pararon de correr y la manada recorrió junta la avenida de Sangüesa.
En el tramo concurrido desde el puente hasta la curva de la estación, la manada se dispersó, encabezada por dos cabestros que abrían paso. Los toros, por su parte, iban algo más rezagados, distanciados unos de otros, lo que propició carreras bonitas y largas que aprovecharon los mozos. Había espacio suficiente para que muchos corredores pudieran colocarse en una posición excelente para ponerse delante de la manada. En varias ocasiones, los toros mostraron interés en algún corredor, buscando con la mirada, pero, afortunadamente, no ocurrió ningún percance.
Desde la curva de la estación hasta la plaza de toros, las carreras fueron aún más destacadas. La curva añadió un punto extra de peligro, y pocos se atrevieron a correr en esa zona. El mayor peligro lo provocó el último toro colorado, que se quedó rezagado y avanzaba con tanta lentitud que hasta dio la curva de la Estación andando. Gracias a la intervención precisa de los pastores, el astado fue guiado hacia la plaza. En varias ocasiones, el toro amago con volverse atrás, pero la profesionalidad de los pastores y el respeto de los corredores hacia el animal permitieron que, aunque a paso lento, el toro llegara a la plaza sin causar incidentes.
Una vez en la plaza, el encierro no se dió por concluido hasta las 9:27 de la mañana, cuando sonó el último cohete, indicando que el último toro ya había entrado en los corrales. Este burel rebelde se quedó en la plaza durante aproximadamente 20 minutos y, al final, tuvo que ser conducido a los corrales por una puerta distinta a la de sus hermanos, poniendo fin a un encierro que, a pesar de la tensión, resultó sin mayores contratiempos.
El servicio de enfermería atendió a cinco personas por lesiones leves y ninguna necesito ser trasladada. Todos ellos varones: G.M. de 17 años, M.V. de 19 años, M.G. y J.B de 26 años y A.V. de 49 años.