tudela - Unas pintadas hechas con spray en la pared y en las que se lee el nombre de la entidad dan la bienvenida al almacén que la Asociación Humanitaria Navarra en Acción (AHNA) tiene en Buztintxuri. “Ahora estamos en una situación alegal”, dice Jesús Denia, pamplonés de 68 años y presidente de la organización, “pero empezamos ocupando el local. Queremos hablar con el Ayuntamiento para hacer un contrato de 4 o 5 años y regularizar la situación. Así podremos poner una puerta de metal en condiciones, porque ya nos han robado cuatro veces”, se queja.

Sin embargo, no es fácil contar con el apoyo de las autoridades. “La solidaridad no da votos a nadie, pero es muy necesaria. Ahora contamos con 14.000 euros anuales que nos llegan de los ayuntamientos de Huarte, Villava y Noáin, y de algunas actividades extra. Por ejemplo, el colegio de Buztintxuri nos donó todo lo recaudado en un mercadillo. A veces también damos charlas, la última de mano de la Fundación Induráin”. Pero no es suficiente. Los voluntarios de la asociación siempre acaban poniendo dinero de su bolsillo. “Solo el alquiler del tráiler que enviamos a Calais cuesta 1.500 euros”.

El camión se cargó ayer y por la tarde partió a Francia. Jesús y otros colaboradores irán por detrás en una furgoneta. Una vez allí, su labor será la de repartir todo el material que transporten, principalmente ropa de invierno, zapatos, tiendas de campaña y sacos de dormir. Desde que en octubre de 2016 el Gobierno francés diera por desmantelado el campamento ilegal de Calais, la situación es mucho más precaria para los inmigrantes que viven allí. Están muy dispersos y muchas veces son desalojados. Pero no se van; se esconden en los matorrales y pueden pasar ahí meses hasta que logran subirse en un camión que los lleve hasta Reino Unido.

Desde que AHNA fue creada hace cuatro años, ya han realizado siete viajes a Calais. Todo empezó en verano de 2015. “Yo estaba participando en unas euromarchas en contra de los paraísos fiscales”, recuerda Denia. “Comenzamos desde Gibraltar, ya que lo considerábamos un paraíso fiscal, y nuestra intención era llegar hasta Luxemburgo. Cuando estábamos en Francia, cerca de Bélgica, nos dijeron que íbamos a ver algo con lo que nos íbamos a quedar impresionados. Así llegamos a Calais. Cuando vi aquello sentí que tenía que hacer algo. Siempre he sido de pasar de la teoría a la acción”, relata.

Así nació AHNA. “El primer viaje que hicimos fue en enero de 2016 y llevamos dos furgonetas llenas de material. Este es el séptimo camión que llevamos a Calais. Pero también hemos llevado furgonetas a Sid, en Serbia, donde la situación es parecida a Calais, al almacén de Elinikó, en Atenas, donde estuvimos colaborando con Sos refugiados, y al Sáhara”.

Su labor en navarra Todo el material que llevan lo sacan de donaciones particulares. El almacén de AHNA está abierto de lunes a viernes de 10.00 a 13.00 y de 17.00 a 19.00. “La gente viene y nos deja la ropa que ya no usa. Aun así, siempre les decimos que nos llamen antes de venir, por si acaso”. Jesús se lamenta de que, aunque muchos vienen y dan alguna prenda, ninguno deja un par de euros. “Esto muestra muy bien la sociedad de consumo en la que vivimos”.

Todo lo que llega es ordenado después por los colaboradores de la asociación, que tampoco son demasiados, “la mayoría son los propios inmigrantes a los que nosotros ayudamos. Les damos el material y la ropa que necesitan a cambio de un poco de su tiempo”.

Uno de estos ayudantes es Papi, un chico de 21 años de Gambia. Papi llegó a España en patera en 2015. “Me fui de mi país porque ahí no hay oportunidades para los jóvenes y por la represión política”, cuenta. De España se fue a Alemania, pero le deportaron y, desde entonces, lleva 3 años en Pamplona. Actualmente tiene una habitación en una casa de Mendillorri que comparte con otros inmigrantes de Latinoamérica. “Pago la habitación gracias a una ayuda de Cáritas porque todavía no puedo trabajar. Llevo 3 años esperando un permiso de residencia de un año que me acredite para trabajar, pero aún no lo he conseguido”.

Papi se queja de la lentitud de la burocracia europea. “Antes de venir pensaba que conseguir papeles y trabajo en Europa sería fácil, pero no lo es. Estoy decepcionado, la verdad”, admite con cara de resignación. Jesús está de acuerdo con Papi. “Con tanto papeleo mandan a los chicos a la delincuencia”. Por eso AHNA también les ayuda y asesora con el empadronamiento a través de unas abogadas amigas de su presidente.

“Es mucho trabajo, la verdad. Muchos trámites. Le puedo dedicar muchas horas porque estoy jubilado, pero estoy cansado”, admite Jesús. “Busco a alguien que me sustituya como presidente, aunque seguiría colaborando. A otro ritmo, eso sí”. Sin embargo, Jesús no encuentra a nadie que quiera coger su puesto. “Cuando un puesto alto está remunerado, nadie lo quiere dejar. Mira los políticos, repiten y repiten legislatura tras legislatura. Cuando no hay contraprestaciones nadie quiere ser el jefe porque es mucho trabajo”, sentencia. Aun así, admite que también hay momentos muy gratificantes, como cuando dos pakistaníes que llegaron a Pamplona lo reconocieron por haberle visto en Serbia, o cuando una clase del colegio de Buztintxuri fue una mañana a ayudarles en el almacén. “Son esas pequeñas cosas las que me animan a seguir”.

Una vez el almacén se vacíe un poco con el nuevo envío, la principal tarea de la asociación será reorganizarlo, ya que una parte va a ser cedida a otra agrupación. “Después, aunque con menos espacio, nosotros seguiremos con las mismas tareas que hemos venido haciendo, ya que creemos que estamos haciendo una buena labor solidaria”, afirma Denia, con cara de quien cree en lo que hace.