pamplona - Cuenta su mujer, Susana Fuentes, que Luis Laspalas -uno de los peluqueros de referencia más conocidos en Pamplona-, llevaba su profesión en la sangre. En su carácter y en su personalidad, aunque por lo visto debía ser algo que le venía de familia. “Eran once hermanos y todos tenían su particular vena artística, uno de ellos se dedica a la decoración, otro tiene también una peluquería... Es una saga familiar que todo lo que hace lo hace bien, sobre todo con las manos. Y las generaciones que vienen, igual”, revela.

Su hija, Clara Laspalas, también tiene ese algo especial: dice que en cuanto ve a una persona entrar por la puerta ya sabe qué corte de pelo le favorece más. Que si le dan un poco de tiempo para estudiar sus gestos, adivina el estilo que se ajusta a su personalidad y que, además, es algo que hace casi sin querer, porque le sale solo y, sobre todo, porque le encanta. Ahora, a sus 27 años, sigue la estela de su padre, que falleció en 2003 tras poner nombre al mundo de la peluquería cuando, antes, era una profesión mucho más anónima, dejando un negocio en San Juan que se mantiene con su nombre, su marca, su estilo y su buen hacer. Por eso en la zona todos lo conocen y no es para menos, aunque Clara tiene también su estilo propio.

Luis comenzó con la peluquería primero en la vivienda familiar, en la Estafeta -“con 14 años ya lavaba el pelo”, relata su mujer-, y su hija ha crecido después entre secadores, peines, lavaderos de cabeza y todo lo que se cocía ya en los negocios que abrió en San Juan (ahora, en la calle Monasterio de Tulebras). Confiesa que al principio no lo tenía claro pero siempre ha sido “más de hacer al momento que de hincar codos y esperar resultados, de trabajos artísticos”, y se identifica -igual que su padre- más con las tijeras que con el secador.

“Empecé a probar y de repente me enganchó, conforme vas cogiendo confianza, mucho más”, confiesa la peluquera, que lleva desde los 18 años en el oficio. Con 21 se fue a Londres a estudiar y a formarse con los mejores -Vidal Sassoon y Tony&Guy- y la experiencia, dice, fue “impresionante”. Aprendió corte y postura corporal, “y la limpieza que tienen los ingleses al cortar el pelo es bestial. Aquí te formas pero allí aprendes mucho más, porque hay de todo, nosotros somos más tradicionales a la hora de cortarnos el pelo”, revela, aunque asume que cualquiera no puede ser peluquero.

“Me gusta la estética, el trato con la gente. Lo más especial aquí es el ambiente, el trato y la calidad. Los que vienen dicen que aquí se respira algo, que no vienen solo a cortarse el pelo y es una experiencia. Porque se crea un vínculo importante con la clientela, pasamos más horas aquí que en casa... Y hemos visto pasar por aquí generaciones: hemos peinado a la madre y después a las hijas el día de sus bodas, a la tercera generación para la comunión... Es muy bonito”, valora la peluquera.

Otra generación Ha conseguido también “renovar” un poco la peluquería, que acudan clientas de otras generaciones y seguir manteniendo un negocio que tiene nombre propio pero que ahora, además de seguir sin renunciar a sus orígenes, ha conseguido también mirar al futuro con nuevos aires, porque Clara está también al tanto de las últimas tendencias.

Su gran sueño es seguir formándose, marcharse fuera una temporada, a una de esas grandes ciudades europeas convertidas en cunas del sector para aprender todo lo que pueda y, una vez de vuelta, enseñar y compartir sus conocimientos. Lo que más le llena, confiesa, es que lo que hace lo ve instantáneo. “Es muy gratificante cuando la gente te dice que le has entendido, que has pillado su estilo. Nosotras queremos que se vayan contentas, entender lo que quieren y que les guste”, revela.